Firmar un contrato. Ser una bailarina de Charlie, ¿qué esperaba? La oportunidad se encontraba frente a mí, podía tomarla con mis manos, la solución a mis problemas se me estaba entregando en bandeja de plata, ¿qué era lo que tanto pensaba? Sí, algo podía salir mal, aquello era tan fácil que debería existir una trampa ante eso.
—¿Qué te detiene, Marion? Estás de acuerdo con el contrato, ¿o no es así? —levanté la mirada, lo miré, su rostro se encontraba completamente serio.
—¿Qué es éste lugar? —la pregunta salió de mis labios, a él le tomó por sorpresa.
—¿No es obvio? —respondió después de unos segundos—. Este lugar no es tan distinto a Abaddon, mis bailarinas también ofrecen bailes privados. Aquí es donde se hacen.
—¿Por qué una cama? —traté de estar firme, al menos lo podía lograr.
—Bueno, para una mejor comodidad —respondió con una gran sonrisa en el rostro—. ¿Para qué más puede ser una cama? Creo que inclusive el cliente queda mucho más satisfecho, sin duda alguna.
Comencé a mirar alrededor, no tenía un buen presentimiento, y por una milésima de segundo me recrimine por haber ido a aquel lugar. No creía que estuviera tomando la mejor de las decisiones, aún no tenía todas mis ideas claras, había algo que me incomodaba sin duda alguna, y era algo que ni siquiera podía imaginarme.
—Creo que —trague saliva, él me miró fijamente—, creo que necesito más tiempo para pensarlo. Aún no estoy del todo segura en mi decisión.
—No creo que esa sea la salida, Marion —respondió mientras se levantaba rápidamente y me impedía el paso hacia la puerta—. La verdadera salida se encuentra en aquel contrato, así que tú irás y lo firmarás.
—Usted no me puede obligar —respondí mirándolo fijamente, a él no le importó en lo absoluto.
—Por supuesto que puedo —tomó un mechón de mi cabello, pero yo dí dos pasos atrás tratando de evitarlo, él sonrió aún más—. Firmarás ese contrato, Marion, lo firmarás porque sabes que es la única salida que tienes. Acatarás el contrato, lo cumplirás en todo su esplendor. Bailarás en este lugar de lunes a domingo, si te solicitan, darás tu baile privado y aceptarás sin oposición alguna a todo lo que el cliente te ordene.
» Si el cliente lo quiere —comenzó a caminar hacia mí, yo por inercia comencé a caminar dando pasos atrás, tratando de mantener distancia—, te acostarás con él, si el cliente lo quiere te puede comprar cuantas veces quiera, y tú no te opondrás, porque tú lo aceptarás en el momento que firmes ese maldito contrato, así que, ¡hazlo! ¡Fírmalo ahora! Porque no saldrás de este lugar hasta que tu nombre esté en esas hojas.
Aventó la pluma cerca del contrato, para ese momento mi corazón latía con velocidad. Sí, había leído el contrato, pero nunca imaginé las dobles intenciones que tenían todas y cada una de las palabras que tenía escritas, tenía miedo, como nunca en mi vida lo había tenido. Había imaginado tantas situaciones, pero nunca esta, nunca creí que venir a este lugar era como entrar a las llamas del infierno. Quería llorar, tenía tantas ganas de llorar como nunca en mi vida, no sabía que hacer, no sabía cómo actuar, estaba en una encrucijada y no sabía cómo salir de ella. Aunque lograra esquivarlo, sabía que había personas custodiando la salida, no podía salir de ahí, al menos no hasta que haya firmado aquél contrato, no tenía ninguna salida, tenía miedo, me estaba muriendo del miedo. ¿Por qué había ido a ese maldito lugar? ¿Por qué no me quedé con Dorothea? ¿En qué estaba pensando?
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Abaddon, el lugar de perdición
Chick-LitTodo el sexo masculino que habita en Los Ángeles, California, ha escuchado de Abaddon, y más aún de aquella bailarina exótica que lleva a cualquier hombre a la perdición, mejor conocida como la Diosa Hestia. Una mujer de piel morena y cabellera negr...