Stuart Pot decide trabajar en una cafetería, esperando salvar su situación économica. Sin embargo, de un día para otro, se da cuenta de que el azúcar del local desaparece misteriosamente. ¿Podrá atrapar al ladrón?
Primera mención de este AU : 2Doc :...
—¡Abre la puerta, pequeña mierda! —¡Por favor! ¡Le prometo que pagaré...! —¡Eso dijiste el mes pasado!— De una patada que Stuart no pudo detener, el dueño del departamento en donde se alojaba, abrió la puerta. Entró a la fuerza, y tomó a Stuart por el cuello de su camisa.
Debía 11 meses de renta. Stuart había dicho una y otra vez que le pagaría, pero la paga en su trabajo era tan mala, que apenas le daba para comer. —Por favor... Deme una oportunidad... —¡Ni lo pienses! Ya es casi un año que no pagas. —Pero lo haré, de verdad... —¿Cuándo? ¿Cuando el mañana llegue hoy? —Señor... Por favor... —Eres mi única fuente de ingresos aparte de mis dos hijos. Si no me das el dinero este viernes, te echaré a la calle.— El dueño soltó a Stuart, dejándolo en el suelo. Le dirigió una mirada feroz, y procedió a retirarse.
—Sí, sí... Pagaré... Gracias por la oportunidad, señor... —Cállate, que será la última vez que te perdono. Y no me digas "señor", soy Sebastian para ti. —Claro... Gracias...— Stuart oyó su puerta cerrarse con violencia.
Una vez que quedó solo, se levantó del suelo. Se sacudió el polvo de los pantalones. Stuart suspiró mientras buscaba algún refrigerio en su pequeña cocina. Para su mala suerte, no había nada más que un paquete de galletas a medio terminar. No quiso comerlas, pues eran para la cena.
Miró a su alrededor. El lugar era de lo peor. Cuando se fue de la casa de su madre, pensó que vivir solo era de lo mejor, pero se dio cuenta muy pronto de que no era así. Cuentas, impuestos, un horrible casero... Y Stuart solo recibía $7 por hora como ayudante en un mercado, más alguna moneda que encontraba en el camino. No podía mudarse, le resultaba más caro todavía. Pero la forma en que Sebastian le trataba era de lo peor. Ya no le importaba si era amigo de su madre o no.
Si su vida seguía así, se vería obligado a volver con el rabo entre las patas.
Debía buscar un nuevo empleo.
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—Lo que hiciste es imperdonable, ¿no lo entiendes? —¿Por qué? ¡No hice nada malo! —¡Tener relaciones con un cliente en medio del trabajo es sumamente malo! —¿O estás en contra del amor? Es eso, ¿no? —Paula, no me dejas otra opción que despedirte.— Russel Hobbs, quien discutía con Paula, abrió la puerta de su oficina, sacándola del lugar. Dueño de un famoso café, no podía darse el lujo de ver su imagen manchada por la imprudencia de una empleada.
Paula Cracker se dio la media vuelta, y encaró al afroamericano. —¡No puedes despedirme, negro panzón! Yo renuncio, es insoportable trabajar aquí, con tus tontas reglas.— Paula salió dando pasos firmes del local. Cerró la puerta con fuerza.
Desde la barra, una japonesa se asomó algo molesta. Russel se le acercó. —No te preocupes Russ, ella era insoportable... —Sí, pero era nuestra única empleada además de ti... ¿Qué haremos? —Bueno, ¿qué más queda por hacer? Busquemos a alguien nuevo.
El afroamericano asintió. Volvió a entrar a su oficina, donde abrió un cajón. Sostuvo un letrero y sopló para limpiarle el polvo.
Con un gesto de aprobación de parte de la japonesa, colgó el letrero en la vidriera, a vista de todos. Se dio la media vuelta y le sonrió a la chica. —Hey Noodle, puedes salir temprano hoy. Temo que cerraremos hasta que alguien nuevo llegue. —Llegará, Russ, todo estará bien. Gorillazserá siempre la mejor cafetería, con o sin esa Paula.
El afroamericano rió al tiempo que Noodle frunció sus labios, imitando a Paula. Tenía razón. Su cafetería siempre sería la mejor de todo el lugar.
Afuera, la luz del atardecer iluminaba el letrero recién colocado. Esperando a ser leído.
