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Los dedos de Murdoc recorrían la espalda desnuda de Stuart. Delineaba con cuidado la columna, provocándole escalofríos a Stuart cada vez que subía por su piel. La ropa que hace apenas unos minutos llevaba puesta descansaba en el asiento trasero.
El peliazul se encontraba sosteniéndose del volante con sus manos, irguiendo su espalda mientras estaba sentado en el regazo de Murdoc. En esta posición, ofrecía al azabache una agradable vista de su cuerpo por detrás.

Con movimientos suaves, Stuart frotaba su trasero en el miembro de Murdoc, el cual todavía estaba cubierto por su pantalón. A pesar de eso, era notoria la erección.
Murdoc tomó las caderas del peliazul, y las acercó más a su cuerpo.
—Mírate... Hace 2 semanas te resistias a mis caricias, y ahora me estás ofreciendo tu culo como si nada...
—Mgh... Es tu culpa por alcoholizarme así...
—Oh, claro, échale la culpa al alcohol. Solo fueron 3 copas...
—No me refiero a ese tipo de alcohol...— Moviendo su cuerpo para atrás, Stuart se acercó lo más que pudo al cuerpo de Murdoc. Su espalda sentía la respiración agitada de Murdoc.
—¿Entonces?
—Me refería al alcohol que hay en tus labios...

Murdoc tomó la barbilla de Stuart, y la dirigió a su cara. Debido al ángulo en que se hallaban, tuvieron que hacer un buen esfuerzo para juntar sus labios. Al unirse, no dudaron en rozar sus labios desesperadamente. Se necesitaban el uno al otro, no importaba si se quedaban sin respiración entre tantos besos.
La pasión lo valía.
Murdoc bajó sus labios a la parte trasera del cuello de Stuart. Besó la marca de la que estaba tan orgulloso.
Porque esa marca se la hizo él, y simbolizaba toda la atracción que tenía hacia el peliazul.

Después de repartir besos por aquella marca, Murdoc comenzó a besar el hombro de Stuart. Sus labios danzaban suavemente sobre la pálida piel. Después, encajó sútilmente sus dientes ahí. Un cosquilleo extraño en Stuart le hizo soltar un gemido.
Murdoc sonrió, y volvió a morder. Stuart gimió de nuevo, en voz muy baja.
—Creo que he encontrado tu punto débil...
—Ah, no... No es eso... Solo se siente raro...
—Entonces, seguiré buscando...

Murdoc aprovechó la cercanía del cuerpo de Stuart, y usó sus manos para recorrer su delgado cuerpo. Bajó una de sus manos hasta el miembro del peliazul. Lo tomó con firmeza, acariciándolo con la punta de sus dedos.
Stuart jadeó en respuesta. El azabache decidió seguir con estas caricias.
Comenzó a masturbarlo, sintiendo aquel trozo de carne endurecerse. Stuart lo disfrutaba, pues las manos de Murdoc recorrían toda su extensión.

—Ahh... Mudz...
—¿Quieres que lo haga más rápido?
—Sí... Por favor...— Murdoc obedeció y aumentó la velocidad de su mano. Mientras Stuart gemía, el azabache usó su otra mano para introducirla en su boca. Metió dos de sus dedos, provocando arcadas. Stuart pasó su lengua entre ellos, saboreándolos y llenándolos de su saliva.
Sentir el resbaloso líquido en sus dedos inspiró a Murdoc a hacer su siguiente movimiento.
Ya era hora de la verdadera acción.

Soltó el falo de Stuart, y recorrió su cuerpo nuevamente hasta llegar a las caderas. El peliazul gimió en protesta ante la soltura repentina.
—Tranquilo. Vuelve a recargarte en el volante.— Stuart asintió, y cumpliendo la orden, volvía a su posición inicial. Murdoc desabrochó el cierre de su pantalón, bajándolo lo más que el cuerpo de Stuart se lo permitía. Hizo lo mismo con su boxér.
Su pene erecto rozó uno de los gluteos de Stuart al erguirse. Y al tomarlo, siguió frotándolo en la entrada del peliazul.
Sus dedos estaban todavía ensalivados, y usando aquel líquido, llenó el ano de Stuart.

—¿Qué es eso? Se siente húmedo...
—Tu saliva. No tenemos lubricante, así que no queda de otra...— Presionando suavemente la punta de su miembro contra el ano de Stuart, Murdoc soltó un gruñido.—Agh, vamos... Muévete, Stu...
—Murdoc... Ahh...— Stuart bajó sus caderas, sentándose sobre Murdoc. Sintió como el pene del azabache entraba de golpe en su interior. Dejando que Murdoc tomara sus caderas, empezó a bajar y a subir a un ritmo constante. Su pecho se pegaba cada vez más al volante, el cual también sostenía con más fuerza.
Si el Stylo hubiera estado encendido, seguro que la bocina provocaría un escándalo.

Stuart siguió moviéndose. Se penetraba a su gusto, sin subir o bajar la velocidad. Murdoc no dejaba de jadear y gruñir ante sus movimientos, pues el interior de Stuart era estrecho y caliente. Perfecto para él.
Pero su cuerpo le exigía más. Necesitaba más de ese cuerpo.
Sin aviso, apretó fuertemente las caderas de Stuart. Las hizo caer violentamente sobre su miembro. Un sentón acompañado de un gemido bastante fuerte.
La fuerza de aquella acción había hecho que tocara el punto G de Stuart.
El peliazul se mantuvo ahí por un momento, moviendo sus caderas en circulos. Sus ojos estaban llorosos de placer.
—Ah, lo siento...
—Mudz... Hazlo otra vez...
—¿Seguro?
—Ngh... Sí... Se siente excelente...

Murdoc profirió otro gruñido. Elevó el cuerpo de Stuart, y volvió a sentarlo repentinamente. Otro gemido que sonó como un grito. Más lágrimas...
No paraban de repetir la misma acción una y otra vez. Dolorosa y placentera a la vez. Entre todos esos sentones, se formaba un creciente orgasmo que amenazaba con salir en cualquier momento.
Sus cuerpos sudorosos y cansados seguían rindiéndose ante las duras estocadas, llenando el auto de toda clase de sonidos. Ya sea el de sus pieles chocando, o el de sus jadeos mezclados, el ambiente irradiaba fuerte pasión.
—Stuart... Ahh... No puedo más...
—Ahh, no pares ahora... Dios... Ahh... ¡Murdoc!

Una última estocada. Una última estocada les hizo tocar el cielo a ambos.
Murdoc llenó el interior de Stuart con su semen. Sintiendo el cálido líquido en su ano, Stuart soltó el propio. Lo tiró todo en el tablero del auto, manchando también una parte del volante. Marcas de su encuentro eran ahora. Y vaya problema que sería limpiarlas.
Pero eso no importaba ahora. Lo que importaba era la unión de aquellos dos cuerpos. Unión tan pasional y llena de lujuria.
Murdoc retiró su pene de Stuart, quien jadeaba bastante cansado.
Lo había disfrutado todo.

—2D... Déjame abrazarte.
—Sí...— Con algo de esfuerzo, Stuart giró su cuerpo. Apoyando sus manos en la ventana, pudo sentarse de lado en las piernas de Murdoc. Se acurrucó ahí, abrazándose al pecho del azabache, quien no dejaba de acariciarle cariñosamente el pelo.
—Lo hiciste muy bien, Stu... Eres impresionante.
—Gracias... Tú también lo eres...
—Soy afortunado de tenerte...

Stuart entonces recordó. ¿Sería un mal momento para preguntarle? No, no lo sería. ¿O sí? Bueno, debía arriesgarse.
Es ahora o nunca.
—Mudz... ¿Qué somos?
—¿Eh?
—¿Qué somos nosotros?— Murdoc miró al peliazul, serio. El corazón se le detuvo por unos instantes.
—¿Acaso no es obvio? Una pareja.
—Oh... ¿De verdad?
—¿Lo estás dudando? Stuart... No me lo puedo creer... ¡Agh, mierda!

Murdoc apartó a Stuart de su cuerpo. Lo empujó hacia el asiento del copiloto. Subiéndose los pantalones, insertó las llaves del Stylo. Su ceño estaba fruncido.
—¿Mudz?
—Vístete.
—Pero...
—¡Vístete ahora! Nos vamos.

Stuart observó cómo Murdoc arrancaba el Stylo. Tomó sus calzoncillos, y los sostuvo frente a sí. No comprendía.

¿Qué había hecho mal?

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2Doc AU : The Sugar RobberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora