Capítulo 1
Romero se cuestiona si la edad es una tranca en el camino que desea recorrer. Conoció a una chica muy gentil y amable en la librería la cual visita con más constancia. Romero buscaba un cómic de Batman para su colección desde hacía mucho. La editorial que las publicaba había decidido abruptamente interrumpir los nuevos tomos para publicar cómics para niños. Romero fue como de costumbre con sus cinco soles a pagar por el penúltimo asalto de uno de los mejores títulos del Caballero de la Noche y halló que en el lugar donde reposaba lustroso y perfecto su fiel amigo ahora reinaba la tiranía de "Juanito y su fiel amigo Cachito el perro". Fue un duro golpe para nuestro amigo Romero. Cuando realizó preguntas el dueño del puesto de periódicos solo atinó a decirle que el murciélago se había ido volando. Romero tardó cinco meses en dar con una librería que no se hubiera vendido al poder de Juanito. Claro, para dar con el lugar correcto antes tocó puertas que no eran ninguna librería. De alguna de ellas salía una vieja achacosa que no se demoraba en sacar su escoba si el visitante hacía preguntas raras e insistentes. Muchos de ellos le brindaban información falsa a propósito con tal de librarse del muchacho, por lo que el camino se prolongó.
Hasta que por fin logró entrar en la librería y le sorprendió lo reducido del lugar. No había mucha gente. A pesar de que las dimensiones eran evidentemente más pequeñas que el stock el lugar se encontraba muy ordenado y se respiraba un aroma fresco. Fue directo hacia cualquier punto para indagar y, como siguiendo una pista, la intuición lo movió como un sabueso hasta encontrarse en la sección cómics. Era exigua la diversidad de personajes, pero ¡justo ahí!, finalmente la imagen del mejor héroe de la historia pateando el trasero de su villano de turno. Lo tomó para llevárselo inmediatamente y se dirigió con presteza a pagar por él. La cola no era extensa, dos madres con sus hijos compraban útiles de colegio. Cuando fue su turno lo recibió la candidez de una sonrisa indescriptible.
«Hola» - exclamó «Buenos días, en qué te puedo ayudar». Romero sonrió torpemente, balbuceó un par de frases que parecían morirse en el aire, sudó frío. Finalmente logró componer su caos interno y amagó oraciones que le sirvieron para obtener su cómic e irse con paso macilento.
Aquel día no supo qué carajos le había ocurrido. No era la primera vez que una mujer le hablaba, no era la primera vez que una chica bonita le dirigía la palabra, ni era la primera vez que una fémina que le gustaba lo miraba con atención. Pero era la única vez que creía verse sumergido en eso que los más viejos llaman amor a primera vista. Sus ojos de gata le pagaron duro en los sentidos, fue un golpe directo. No podía imaginarse alguien mejor para atender en esa pequeña librería. Sus modales eran dignos de apreciar, su forma de atender a los demás no resultaba fría ni despectiva, como él mismo creía eran todos los que atendían en un negocio de ventas, seres aburridos y cansados de la vida con apenas humor para esperar la hora de salida y olvidarse de todo, repetido hasta el infinito día tras día.
«La vida para ellos debe ser difícil», se dijo. «Fingir que te importan los demás tan solo porque debes vender cosas para no morirte de hambre». Luego se arrepintió de haberlo dicho, se sentía extraño, dolido de un malestar que no padecía en algún lugar del cuerpo que no lograba reconocer. Tuvo la impresión de que su comentario había llegado a los oídos de ella. Se había llevado un rastro de su existencia en la memoria.