Romero y Chuleta

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Capítulo 4

A Chuleta le partió el corazón ver triste a Romero. No entendía muy bien cómo hacía para encontrarse con él tan seguido, a veces la idea de sentirse espiada por él la arredraba, sin embargo estos encuentros más que amenazadores, eran tiernamente torpes. A veces Romero era tan estúpido que olvidaba su nombre y extendía la mano equivocada para saludar o tartamudeaba y al despedirse no sabía si acercarse para dar un beso en la mejilla o si era suficiente con decir adiós verbalmente o se debía reforzar con un gesto añadido. Para Chuleta resultaba un espectáculo verlo, aunque a veces salía con genialidades que engrandecían su talante. Solía cuestionarse si la edad es un despropósito en el sendero del amor, se puede romantizar la diferencia de edades y declarar que solo es una brecha imaginaria, pero hay más que pensar de ello de lo que se imagina. De todas maneras, hay asuntos más relevantes en su vida, como el trabajo; el amor puede esperar, puede esperar hasta que tal vez llegas a olvidarte de dónde lo dejaste y te olvidas también de que se te olvidó el amor y terminas olvidándote del olvido de tu amor y vives indiferente por el resto de tu vida. Tal vez subconscientemente quiere olvidarse de todo, de las enfermedades, responsabilidades, convenciones sociales y problemas económicos y ser libre. Se siente egoísta al pensar de tal manera. A veces solo es necesario mirar al techo y perderse en las minucias de los átomos callados y presentes. Se pregunta por qué la vida es complicada, por qué no puede el destino escuchar nuestras sugerencias o el escritor de esta vida, aunque hace mucho dejó de creer que "alguien" escriba el guión de su vida, o tan solo esta presencia se aburrió y dejó todo en automático. 

Romero se presenta nuevamente, y ella nota que esta vez no es tan Romero; lo acompaña un amigo que saluda y se va; otra vez dice algo ingenioso. Está aprendiendo a comportarse como persona normal o se acostumbró a conversar con ella misma. Puede llegar a ser tan gracioso. Puede llegar a ser tan galán y hasta narcisista, lo cual es bueno y malo a la vez. Romero sabe (o aprendió) a balancear muy bien estos aspectos. No siente nada por él, lo cual a la vez no le gusta. Sus intenciones son obvias. Son tantos los hombres gentiles y no tan gentiles, viejos y no tan viejos, apuestos y no tan apuestos, tiernos y soberbios, gentiles y patanes que se acercan para decirle "unas palabras", que aprendió a tener una actitud por defecto para lidiar con estos caballeros de la mejor manera, sin poner en riesgo su trabajo. Atender al público no solía gustarle, al contrario, era de las cosas que prefería no hacer; la necesidad de trabajar fue adiestrándola en el arte de conversar, atender y servir a las personas. Fue mejorando a pasos agigantados hasta convertirse en toda una experta y, como suele ocurrir en estos casos, esta habilidad fue abriendo más puertas y nuevas y constantes oportunidades prosiguieron llegando. Tiene que trabajar, buscar la manera de ganar más dinero, el tiempo no espera. Romero elabora una pregunta... es tan difícil responder. Quiere ser gentil y diría que sí, pero lamentablemente ya hay un hombre en su vida. Alguien a quien ama con todo su corazón y que requiere de su tiempo. Romero reacciona ante el rechazo con buena disposición, lo cual le sorprende. No pensaba que fuera tan maduro. La hace reír nuevamente. Es tierno, hay que aceptarlo; tiene en la mirada una determinación feroz. ¿Será que la insistencia la haga cambiar de parecer? La maldita manía de hacerse preguntas que ni ella misma puede responder, pero quizá Romero encuentre una manera de vencerla, sería gracioso... Romero y Chuleta.

Romero y ChuletaWhere stories live. Discover now