Romero y Chuleta

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Capítulo 5

Palermo deambulaba, expectante, por toda la habitación. Cambió a todos los canales de televisión por cable cinco a seis veces seguidas. Detuvo el dedo sobre el control en una serie sobre homicidios, esperó a que algo interesante ocurriera y así pasó: Un hombre fue masacrado con un objeto sólido en su hogar, la única sospechosa era, cómo no esperarse, su mujer, todo lógico hasta allí, sin embargo la susodicha en cuestión se había suicidado una semana antes de cometido el crimen de su esposo. Palermo quedó tan impactado que tuvo temor de seguir viendo el capítulo. Simplemente cambió al canal de noticias. Nada fuera de lo ordinario: muerte uno, hombre es asaltado en ciudad peligrosa y lanzado por puente, no se encontraron a los criminales; muerte dos, mujer es encontrada en pedazos en una maleta, el homicida se encuentra no habido; muerte trescientos sesenta y cinco, niños mueren a causa de intoxicación por beber chocolate emponzoñado... Palermo se deprimió aún más, prefirió quedarse con la serie de televisión, al menos las muertes allí eran ficticias y se resolverían en el cierre del capítulo. Unos pasos lejanos se escucharon, ¿algún asesino? No, por qué pensar en lo peor. Incluso el vecino beodo del frente es capaz de asustar a cualquiera con su caminar zigzagueante. Algunos minutos después el andar del vecino ya no parecían ser eso mismo, la puerta se abrió de par en par y de las oscuridades del dintel apareció el rostro satisfecho de Romero. 

«Menos mal que eres tú », confesó Palermo.

«Sí, ¿quién más podría ser?», indagó.

«No me hagas caso, la cafeína me pone paranoico. Dime, ¿Cómo te fue?».

«Es complicado», dijo Romero. «Es la chica más bella de la Tierra y alrededores, no importa si las actrices de Hollywood tienen ojos color ambrosía y rostros de millón de dólares, para mí ella es perfecta y aún si no lo fuera, yo seguiría igual de loco por ella. No sé cómo explicarlo, soy malo para estas cosas, porque podría explicar con pelos y señales la teoría de cuerdas, pero es imposible describir lo que me sucede cuando estoy frente a ella, han pasado algunos minutos y creo que la voy a extrañar toda la noche, caray. Qué cursi estoy»

«¿Puedes explicar la teoría de cuerdas con pelos y señales, eh? Bueno señor sabelotodo, lo escucho». 

«Dije que puedo, no que quiera hacerlo, además mis pensamientos están sobre la almohada de Chuleta en estos momentos. Quiero saber qué sueña, quiero saborear el café de su mañana, quiero ver su cocina y saber qué platos tiene, quiero tenerla cerca, tan cerca que su mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierren sus ojos con mi sueño».

«Deja a Neruda en paz, por cielo santo. Cuenta qué pasó, rufián».

«La pasamos de mil maravillas, ella es tierna e inteligente, sus palabras están envueltas en un aura de misterio y siempre habla la verdad a cuentagotas u omite detalles que me dejan seco de datos, me da la sensación de que algo esconde».

«¿Algo como qué?».

«Bueno, cuando hablamos sobre ella, suele mirar en diagonal hacia arriba y a la izquierda, eso me da mala espina, cambia de versión, se contradice y al advertirlo se ríe y cambia de tema. No lo sé todo de ella y me encantaría conocer sus historias. Me acuerdo que en un lapso de este hermetismo habló de un personaje masculino, sin embargo hizo lo humanamente posible por distraerme de su error. Creo que mi Chuleta tiene un hombre en su vida, ¿cómo puedo competir contra ello? No quise saber más, no sé cómo me pegaría esa noticia, pero quiero saber más, quiero conocer el detalle, aunque me duela como si me patearan en los testículos de la razón, pero jamás soltará la historia entera».

«Nunca digas nunca jamás», sentenció Palermo.

«No, ahora eso sí que es cursi, mejor vete a dormir».

«Ni loco, debo terminar de ver cómo una muerta mató a su marido muerto».        

        

Romero y ChuletaWhere stories live. Discover now