Vive hoy, muere otro día

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La tristeza es una fiel compañera. Suele acobijar mi alma cuando a mí se me agrieta la cabeza. Suele darme una vista directa de la realidad sin el impedimento de falsas esperanzas. Tal vez nací quebrado, fraccionado, incompleto de fábrica y nadie se tomó la deferencia de contármelo y esperaron a que erija sobre mí un palacio de pensamientos que están cimentados sobre una pila de cristales. Tal vez soy un experimento fallido, una semilla que no recibió suficiente agua. Viéndome de tal manera, tengo mucha simpatía por lo que me dices. Eres la primera persona en decir lo que otros temen siquiera dejar notar. No comprendo todas tus historias, creo que necesitaría una enciclopedia solo para entender el porqué de tu sonrisa y ¿sabes algo? Estoy dispuesto a conocer tu principio y tu final. Estoy deseoso de escalar el monte en tu nombre y cuando llegue a la cima miraré hacia abajo el camino recorrido y me encantará la vista. Pero a cambio necesito de tu ayuda, ¿acaso no lo merezco? Amor mío, oh cariño, tan solo una palabra de tu boca es suficiente para olvidarme de la muerte de mi vida. Me olvidé del dolor y ya no brota sangre de la herida. Y de beso en beso no habrá herida qué sangrar, solo quedará el queloide, mas cuando pases tu mano por mi piel curtida y cerrada, no habrá dolor, solo tacto vivo que responde a la caricia del corazón. Entonces seremos dueños de nuestra propia historia sin permiso de la policía. 

Romero y ChuletaWhere stories live. Discover now