El Último Canto de Sirena

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Sirena creció y la quise como novia. Ante mi primera proposición sentí una duda en su mirada. Afortunadamente no me rechazó. Me contestó que era más prudente seguir saliendo como amigos y ver cómo se suscitaban las cosas. Le dije que sus deseos eran órdenes, yo la respetaría por siempre porque ella era lo más valioso que yo podía pedirle a la vida. Sabes, eres tan hermosa que cuando te miro tengo miedo a la muerte. Me da miedo perderme el proceso de tu existencia. A Sirena le encantaba por supuesto mis frases. Bromeaba diciendo que yo las escribía en mi memoria para tenerlas listas cuando el momento oportuno llegue y lanzarlas a lo loco. No, cómo crees, también puedo ser espontáneo. Y habiendo dicho esto tomé su mano y la acerqué a mi entrepierna para que sienta el bulto contenido. Sin esperar una respuesta sostuve su rostro con ambas manos y la besé. Tardó unos segundos primorosos en reaccionar. Disfruté como un loco tocar sus labios. Poder introducir mi lengua en su boca, la textura de su rostro se asemejaba a una nube de perfección. 

Ella se apartó. Esperaba una bofetada o un insulto, juzgando por cómo me lanzó esa mirada gatuna, esperé lo peor y no me importaba. Era mejor eso a vivir como un cobarde sobre las sombras del afecto, mendigando migajas de un amor inexistente. Aquellos escasos segundos me parecían eternos. Quise irme, desaparecer, dejar de existir de pronto, acabar como una corriente de aire que atraviesa el perfil de las cosas sin perturbarlas. Ella sonrió. No pensé que serías capaz de eso, se sinceró. La verdad, me pareció grotesco al principio, pero creo que al fin y al cabo eres hombre y estás enamorado de mí. Todos piensan en lo mismo, solo que tienes el valor de demostrarlo. No me presiones, por favor, deja que yo me tome un tiempo para ello. Quise decirle que lo sentía. No suelo tener esas costumbres, fue un impulso incontenible, yo te amo y sería incapaz de hacerte daño, lo siento mucho, lo siento muchísimo, perdóname te lo pido. No dije nada, evadí su mirada. Ella se acercó lentamente y empezó a besarme. Sentí nuevamente sus labios y quedé curado, mi alma se depuraba con la cadencia de su boca. Era de besar lento, torpe, atropellaba a veces. Yo fui feliz, fui feliz delante de Sirena, amada mía, criatura onírica. Luego de besarnos un poco más, se despidió de mí con un beso más tierno y con sabor a fresas dulces. Se alejó y me quedé solo, deseando haberla besado con más pasión, quería demolerle los labios, paladear el hierro de su sangre, que me muerda intensamente y así juntar nuestras bocas heridas, sangrantes. Siento que la amo con todo mi corazón, es una fuerza más poderosa que yo, un magnetismo inusual sobre mi cuerpo me cubre de lujuria y me atrae hacia Sirena. Tengo la intriga de saber cómo es desnuda. Al igual que ella soy virgen, sin embargo, suelo ver en mis ratos quemantes videos en donde gente tiene sexo. No lo tomen como una acto aberrante, ustedes no saben nada. Ver para aprender, un maestro se hace de pura práctica, y en este caso las lecciones son variadas. No todo, por supuesto es aprovechable, hay excesos que no me temo a emularlos, eso sí es aberrante. Quiero perderme en su interior, provocarle placer y ella no me dejará nunca. Si quieres tener a una mujer para toda tu vida, hazla feliz con sexo y sin sexo. Esa es la premisa. Sirena me amará y viviremos felices por el resto de nuestras perfectas vidas, lo juro por lo más hondo de mi alma. 

Romero y ChuletaWhere stories live. Discover now