El Último Canto de Sirena

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La música es para mí una salida fácil y cómoda para evitar la bulla del mundo. Sus cláxones, sus diatribas, sus por favor, colabóreme señor con una limosna me enferman. Ante esos exabruptos, prefiero mil veces tomar mis auriculares y despejarme escuchando mi música favorita. Todo esto suena sumamente superficial, vacío, con la única intención de empatizar con mi lector, a quién no le gusta la música y a todos nos desagrada el estruendo del motor urbano. Solo quiero contar que, y aquí viene lo curioso, cuando consigo conectar con una canción la escucho infinitas veces. Actualmente tengo más de doscientas canciones de diferentes artistas, muy variado popurrí. Hace poco escuché Bohemian Rapsody del grupo Queen y es lo que vengo escuchando desde ese día hasta este momento, hace más o menos como seis meses atrás. Correcto, miento con lo de "hace poco", me cuesta decir el tiempo que vengo escuchando esta canción y podría decirse hasta vergüenza me da. Tal vez sea algo psicológico muy profundo que desconozco, pero esa es mi condición de bicho raro. Solo para saciar su curiosidad, la anterior canción que escuché hasta que me pareció tediosa y no la aguanté más fue Sunday Morging de Maroon 5, genial composición. Fue precisamente escuchando esta canción cuando conocí a Sirena. Quedé enamorado de sus ojos verdes, de su fisonomía impoluta de porcelana y ella no se inmutó por mi presencia. Tuve una ira grandiosa, quise explotar como cohete luego de llamar su atención y decirle, mira soy yo, aquel que no tienes registrado en la memoria, mira cómo exploto por tu culpa, por tu necedad de ser indiferente conmigo. 

Quedé callado mientras pensaba, ella de pronto fue la mujer más hermosa del mundo cuando me dijo su nombre y sonrió. Y yo fui feliz como una lombriz. Mi corazón se llenó de unas violentas ganas de cantar y tomarla de la mano. Fuimos muy buenos amigos. Yo empecé a frecuentarla más de lo normal, cielos, quería hacer la diferencia, quería impactarla. Eso me llevó a conocerla mejor. Era fanática de la música francesa, le gustaban las películas de Woody Allen y quería bailar ballet profesionalmente. A mí me dormían las de Woody Allen, la música francesa me sonaba a serenata de grillo y el ballet, ni qué decir, una pérdida de tiempo. Está de más decir que la acompañé mil veces al Teatro Nacional para ver "Sueño de una noche de verano" y si no ronqué fue porque despejaba mi mente mirando su rostro. De pronto eres un chico infeliz y miserable y al otro quieres ver el rostro de Sirena por toda tu vida. Ella por supuesto disfrutaba de mi compañía. Al poco tiempo era ella quien venía a mi casa y pasaba a mi cuarto para estudiar. Me elegía a mí por sobre todos los demás imbéciles que la rodeaban. La belleza atrae, cautiva, obsesiona. A mí me encantaban sus largos cabellos cayendo sobre su rostro cuando se encontraba acostada en mi cama, estudiando para un difícil examen. Yo era el mejor de la clase, el que generaba más molestias en los demás cuando me felicitaban notoriamente para propiciar competitividad. Nadie estaba a mi altura académica, por eso tal vez Sirena me prefería. Y yo la prefería a ella mil veces así fuera una estúpida, así le faltara un ojo o su dentadura fuera chueca y sus pies contrahechos, yo la prefería con sus días malos y sus cafés sin azúcar, yo haría todo por ella, la protegería hasta la muerte. 

Romero y ChuletaWhere stories live. Discover now