A
¿Para qué quieres morir si estás muerto? Es una doble negación. Eres, en varios casos, una doble negación. No lo hagas, por favor, no tendré con quién vivir un poco. Me han sucedido cosas muy malas desde que inventaron la mañana. Mis ojos no se cierran por las noches, estoy pensando en algo, luego en algo completamente diferente. Quédate aquí en este asiento, ¿no te parece el mejor del mundo? Ostenta un lugar privilegiado en la geografía de mis sentidos. Porque tu hombro es un reposo absoluto y aunque digas que estás flaco admito que no he visto una extremidad tan noble como la tuya. Debe haber combatido en innumerables batallas y ser capaz de cargar el peso del mundo aunque mi cabeza apoyada es suficiente como para doblegar a diez Atlas. Y te observo de reojo porque tengo temor mirarte a quemarropa, porque en el fuego cruzado quizá sea mi alma la que termine fusilada sin haber pedido mi último deseo. ¿Preguntas si no lo mereces? Mereces todo, realmente todo de mí. Y no va a ser fácil, porque no va a ser fácil que tengas el acceso a mí sin haber sacrificado un poco bastante de tu tiempo e interés. Debes hacer un pacto con la muerte para lograr que yo te ame, surcarás por el infierno mismo si quieres tan solo que te dé un único beso en la mejilla. Y podría quizá con algunos tal veces, ser tuya, solo si me apetece serlo, a la hora y el día del mes del año de la década que yo quiera. Simple y sencillamente porque me gusta tu voz y me aburre tu poesía de narcisista confeso. Me entregaré a ti sin tapujos ni miedos, sin brújula que apunte al norte, sin cáscaras de manzana que me cubran la piel fresca y clara, estaré desnuda y si estuviste en el momento exacto de la cita que envié al destino llegarás con un ramo de rosas que dejarás a mi puerta y entrarás para la fiesta que he planeado para nosotros, con champaña y coñac de lujuria y te besaré como a nadie y como a todos, a la misma vez. Mis labios se entrelazarán con los tuyos a la velocidad de un cabello cayendo del fin del mundo hacia el centro de la tierra. Será mi premio por tu bizarría, oh gran caballero, animal prehistórico y benévolo, hito de la humanidad sobre el lienzo terrenal, ser abstracto con nombre y apellido. Te veo ruborizar, tan solo por ello, te quiero. Te quiero por las lunas de tus gafas, por el vello de tus manos, por el ciclo de tus pensamientos. No mueras sin haber peleado un episodio más. Que la curiosidad de tus labios busquen el misterio de mi beso eterno. No te espantes de ser lo que piensas, al menos ofrécete el lujo de jugar con la vida a tu antojo, evita dejarla ilesa, pínchale un ojo con tus nuevas historias y que entienda quién domina a quién. Eso me gusta de un chico, que sea un hombre.