PRÓLOGO

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El barco se agitaba con una violencia desmedida al chocar contras las enormes olas. Él se encontraba en su camarote, furioso por la manera en que lo habían tratado.

Apenas un mes atrás, volvía de su horrible trabajo. Le habían llamado para que fuera a revisar un inodoro. Cuando llegó, se percató de que los residentes del departamento, eran dos muchachos de apenas veintidós años. Al dejarle pasar al cuarto de baño, inspecciono el retrete. Solo le bastaron algunos minutos, para darse cuenta que las tuberías estaban atascadas por exceso de papel higiénico. Alguno de los dos tal vez hubo pensado que sería una buena broma el llenar el inodoro con tanto papel. Lo que ellos desconocían, porque eran unos malditos pubertos que se decían independientes, cuando en realidad eran sus padres millonarios, quienes terminaban pagando tan lujoso apartamento. Si se hubieran molestado en revisar sus pertenecías, se darían cuenta que el inodoro era una marca muy reciente, de los mejores y más costosos que podrían encontrarse en el mercado, eran tan potentes, que lograban tragarse toda la cantidad de papel que hubieran considerado para la broma.

Pasó toda la mañana y parte de la tarde abriendo el inodoro, para lograr abrir los complicados y modernos tubos, y después retirar todo el papel higiénico, todo bajo la mirada sonriente de sus habitantes. Por un momento paso por su mente, que la verdadera broma era para él, al estar allí sentado, extrayendo todo el papel.

El maldito calor que penetraba por la pequeña ventana lo estaba matando. Pero no podía quitarse su sombrero, o podrían descubrir su secreto, y lo que menos necesitaba en aquel momento, era explicarles a sus contratistas, como se había hecho eso en el rostro.

Después de largas horas de trabajo, logro dejar las tuberías descubiertas, y el inodoro listo para usarse.

—Quedo listo —anunció con voz ronca, nunca usaba muchas palabras.

—¿Enserio? —Preguntó el muchacho de cabello rubio, y le dedico una larga sonrisa—. Es mejor que lo pruebe. No queremos quitarte más de tu valioso tiempo.

Se estaban burlado de él. Apretó la mandíbula, lo menos que necesitaba aquel horrible día, era el tener que ser detenido por golpear a dos muchachos, y perder su buena reputación como fontanero eficaz.

—Adelante —respondió, intento sonreír, aunque todo termino en una extraña mueca donde mostraba sus amarillentos dientes.

Los muchachos compartieron miradas de confusión, y uno de ellos entro al cuarto de baño. Pasaron más de quince minutos, donde claramente se podía escuchar como salían gemidos del interior. Él pronto comprendió que no estaba haciendo sus necesidades, tal vez ni se estuviera masturbando, solo quería joderle la existencia, sabían que necesitaba el dinero, que a ellos les sobraba.

Después de ese tiempo perdido en bromas estúpidas. El rubio salió del cuarto de baño, le dedico una sonrisa, y le puso una mano en el hombro, el movimiento fue tal, que pareciera que se estuviera secando en su ropa.

—Quedo perfecto —dijo con su pequeña vocecita chillona—. ¿Cuánto te debemos?

—Serian doscientos cincuenta euros —anunció por lo alto.

Los muchachos no se alarmaron por tal cantidad. Se acercaron a una de las mesas, donde se deslumbraba a la vista de todos, marihuana, y un poco de cocaína. El rubio cogió su cartera, y se aseguró de abrirla ante sus ojos, para que observara todo el efectivo con el que contaba.

—Doscientos cincuenta —extrajo más de cuatro mil euros, y se tomó el tiempo para contarlos, y separar el dinero.

—Doscientos cincuenta, ni más, ni menos —agregó el fontanero. Eso fastidio al rubio, se apresuró más en contar el dinero, y le tendió la mano, el fontanero levanto la diestra para cogerlos, cuando los billetes estuvieron fuera de su alcance.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now