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—¿Quedar parapléjico?.—La pregunta salió de mi boca por simple inercia, sabía perfectamente lo que significaba pero me negaba a creerlo.

—Es una de las posibilidades, por desgracia.—Me confirmo el médico, asentí aún incrédula, no podía soltar palabra por la sensación de miedo que me invadió.

»Está bien, tenemos que terminar la ficha del paciente, ¿eres su hermana?—

—No, soy su amiga.—Me encogí levemente de hombros y el hombre hizo una mueca.

—¿Puedes darme el contacto de algún familiar?.—Preguntó mientras tomaba una pluma para seguramente anotarlo.

—Verá, Robin no tiene a nadie, su familia vive en el fin del mundo, literalmente, les tardaría días llegar aquí.—

—Entonces...¿Sabes de algún tutor, o algo así?.—una idea paso por mi mente, que de algo me sirva ser la hija del alcalde.

                   [...]

—Bien, necesito su firma aquí y aquí.—Papá hizo caso a lo que dijo la amable señora que nos había explicado todo.

Si, después de mover un par de contactos y un par de llamadas, mi padre será el encargado legal de mi pelirrojo amigo.

—Bien, ¿No tengo que hacer nada más?—La rellenita mujer negó y nos entregó una copia de los documentos.

—Con esto todo está bien querida, ¿algo más que necesites?.—Negué y me entrego la carpeta.—Debo irme a una reunión, nos vemos en casa.—Dijo besando mi frente y yéndose en seguida.

Y con eso, al fin pude caminar hacia la habitación de Robbie; la 273.

[...]

Se veía tan tranquilo allí en la camilla, sus pestañas descansaban rozando sus pómulos y su respiración era tranquila, pero el aparato que marcaba sus latidos me tenía de los nervios.

—Oh, Robbie...Esto es mi culpa.—acaricié sus pelirrojos cabellos suavemente hasta dejarlos levemente despeinados, su piel estaba helada y tenía un par de rasguños en sus mejillas.

La imagen denotaba completa calma, hasta que ocurrió lo último que pensé que podía ocurrir.

Robin comenzó a moverse levemente.

—¿Robbie?...—Cuestione al aire incrédula.— ¡Enfermera!—Como si mi vida dependiera de ello, corrí hasta la caseta donde siempre estaban las enfermeras en su descanso.

—Ocurre algo señorita?—Me pregunto una de ellas y yo aún con la respiración agitada, respondí.

—Robin...el de la 273, se esta moviendo—De inmediato la enfermera se levantó y corrió hacia allá, indicándome a gritos que me quedara con las otras dos que estaban llenando unos formularios de pacientes ya dados de alta.

Maldita sea, solo me queda esperar lo mejor y desear que nada malo ocurra.

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