《Arabella.》
—Deberías visitarlo Belly, comprendo que estes molesta y todo pero recuerda que prometiste hacerte cargo de él—Malcom acaricio mi cabello, asentí levemente sin prestar demasiada atención a lo que dijo y disfruté de sus caricias.—¡Bell!, pareces un gatito.—reímos y asentí escondiendo mi cara en su cuello.
—Está bien...iremos a ver a Robin—El asintió, pero sentí cómo paró en seco.
—¿Iremos?—
—Claro, iremos, ni sueñes que iré solo yo. No me creo completamente capaz de ir sola—suspire.
—Está bien, iremos a verlo más tarde entonces—me separé de su cuello y lo mire sonriente.
¿Nunca les a pasado que recién conocen a alguien y parece que lo hacen de toda la vida?
Eso es exactamente lo que siento con Malcom.
Él logra hacer que olvide el tema de Robin mientras hablamos de idioteces o simplemente estamos juntos.
Además, es increíblemente dulce y atento conmigo.
No se parece a Rob en lo más mínimo, son como agua y aceite...debo admitir que eso me fascina.
Rob es como una persona de cuarenta en el cuerpo de alguien de dieciséis, en cambio Malcom es muy alegre, impulsivo, algo rebelde. No se parecen en nada, definitivamente en nada.
[...]
《Malcom.》
—¿que te parece si ahora vamos a ver a tu amigo, y luego hacemos un maratón de Dark con palomitas de mantequilla?—Bell asintió emocionada, sonreí por inercia y acaricié el dorso de su mano con mi pulgar.
Es tan linda.
Siempre tuve un estereotipo algo tonto de cómo sería mi chica ideal, pero esta loca del maquillaje y las faldas logró cambiarlo totalmente.
Creo que la química que tenemos fue instantánea, y con lo poco que la conozco puedo estar seguro de que la necesito en mi vida a como dé lugar.
Quiero darme el trabajo de curar sus heridas, ayudarla a conseguir las cosas que quiere y sobre todo, hacerla feliz.
—¡Mira Mal, Un perrito!—Me tiro hasta la vitrina de una tienda de mascotas, específicamente había un lindo y pequeño cachorrito blanco.
—Es muy lindo, Belly—Asintió y creo que ya se que le daré para su cumpleaños.
Sonrió mientras nos alejábamos de la tienda volviendo nuestro rumbo al hospital.
Su sonrisa fue desapareciendo en cuanto entrábamos al edifico, recordé que en mi bolsillo tenía unos caramelos, los saqué y se los di.
Con ese pequeño gesto la sonrisa volvió a su rostro y me besó la mejilla en gesto de agradecimiento, no hace falta decir que parecía más un tomate que persona.
Definitivamente voy a hacer lo que sea por ver siempre esa sonrisa.