—Bien, Ya hay un tiempo estimativo del periodo que Robin va a tener que estar en el hospital.—Dijo el hombre, ambos jóvenes lo miraron impacientes.—Me alegra decirles que solo será un mes, va a estar fuera para navidad.—Sonrió.
—¡Perfecto!.—Exclamó Arabella levantándose de la silla en la que estaba, decir que eso la emocionaba era poco.
—Probablemente ni siquiera vaya a salir con el yeso en su brazo, el mayor daño fueron sus costillas rotas, el yeso deberá tenerlo tres semanas más. Después de que su costilla mejore podremos darlo de alta.—Terminó su explicación.
—Comprendo, ¿cómo va a arreglar su costilla?, ¿va a necesitar una operación?.—interrogó el joven curioso.
—Ya que no hay daño en órganos, se supone en en un mes de reposo más o menos debería sanar por sí misma.—Ambos jóvenes asintieron a la explicación y después de agradecer la atención se retiraron de la reluciente oficina.
[...]
Una semana había pasado desde la charla con el Doctor, Arabella había dejado de lado el resto de pasatiempos que tenía y se dedicó un cien por ciento a cuidar de su pelirrojo favorito.
La evolución médica de Robin también ha ido en mejoría, todo estaba saliendo Perfecto.
Hasta que hubo un pequeño incidente.
—Esto es ridiculo Rogers, ¿Como es eso de que no puedo ver a Robbie?.—Exclamó enfadada Milly, una de las enfermeras le informo que no tenía permitido verlo por órdenes de Arabella y se desató el desastre.
—Emily, No tengo tiempo para pelear contigo ahora.—Intento esquivarla pero la chica la sujeto de uno de sus brazos.
—¡No tienes ningún derecho para no dejarme verlo!.—
—Siento decirte que tengo todo el derecho de protegerlo, por algo me preguntaron.—Sonrió cínica y se soltó del agarre.
—¡Es que no es Justo!, lo conozco incluso desde antes que tú, fuimos amigos antes, ¡Tengo incluso más derecho que tú!.—Soltó enojada ahora tomándola por ambos hombros y agitándola, Arabella solo rió.
—En primer lugar, Robin no es un objeto.—Empujó a la rizada volviendo a soltarse.—En segunda, el tiempo no mide el afecto.—Enumeró con sus dedos.—Y por último y aunque te duela, el me prefirió a mi.—La acorraló en la pared mientras la apuntaba con su índice sin quitar su cínica sonrisa.—Permiso, debo ir a ver a Robbie—Se alejo de ella desapareciendo por los pasillos del lugar, los ojos de la rizada se llenaron de lagrimas.
Ella tiene razón, no me eligió a mi, nunca lo hizo y nunca lo hará.
Secando las cristalinas lagrimas que corrieron de sus ojos, se retiró del lugar en camino a su casa.
Ya no tenía nada que hacer allí.