Capitulo II

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"Querida Mavis :
Ser un poco avispada nunca está de más. Sin embargo, me sentiré más que contento de poderos ofrecer mis consejos, y si surge algún problema, podéis estar segura de que me tendréis a vuestro lado. No obstante, os pido que me aviséis con la debida antelación, ya que seguramente necesitaré tiempo para organizar cualquier viaje a Newgate.
Vuestro fiel servidor,
Zeref"


Natsu observó cómo la jovencita palidecía. Perfecto. Sabía que podía confiar en una mujer inglesa atemorizada. Cuando había subido a por su daga, no había esperado toparse con la hijastra de la mujer que andaba investigando. Parecía obvio que los enemigos no sólo se paseaban por la sala de baile, embutidos en esos uniformes con la casaca roja. Y ese enemigo en particular ocultaba algo en la espalda.

"—¿Y bien? —la apremió él—. ¿Qué estáis haciendo delante de la puerta de mi habitación?.

Un cambio de humor repentino afloró en la cara de la joven, quien empezó a pestañear sin parar.

—¿Vuestra habitación? Pero si ni tan sólo sé quién sois. Simplemente estaba buscando el baño.
El comandante soltó un estentóreo bufido.

—Ya, en el ala de la familia, en el segundo piso. Por qué no me contáis otro cuento; éste no me lo trago.

A pesar de que era incluso más guapa así de cerca que cuando la había visto en la sala de baile, por su porte airado dedujo que debía de tratarse de la típica niña mimada que él tanto odiaba.

—De verdad, señor, no sé por qué os habéis puesto tan iracundo. ¿Cómo iba a saber que las habitaciones de la familia estaban aquí? Mirad, ahora mismo vuelvo a la sala de baile y...

—Pero antes me mostraréis lo que ocultáis en la espalda —exigió él.
—¿Os referís a mi retículo? —adelantó ella con premura, y a continuación le mostró el "bolsito.
—¿Y en la otra mano?
—Nada que sea de vuestra incumbencia —espetó ella. El cambio brusco de jovencita petulante a señorita altiva hizo que él achicara los ojos, e inmediatamente ella suavizó el tono.
—Es personal.

Sin pensarlo dos veces, el comandante dio un paso hacia delante y la agarró por el brazo.
—Quizá deberíamos continuar esta conversación en la sala de baile.

—¡No! —gritó ella al tiempo que intentaba zafarse de su garra. Entonces, algo cayó al suelo. Lucy se inclinó para cogerlo, pero él se lo impidió poniendo el pie encima. Airada, levantó la cara y lo miró con ojos desafiantes.
—¡Levantad el pie ahora mismo!

¿Era posible que esa chica hubiera robado alguna nota de su habitación? Sin prestar atención a la jovencita indignada, recogió el papel que había apresado con el pie. Una carta sellada dirigida a lord Eucliffle . Mil rayos y mil centellas. Sólo necesitó echar un rápido vistazo a las mejillas sonrojadas de la joven para comprender de qué se trataba; aunque Sting no le había mencionado que ella se sintiera atraída por él.

Maldita fuera esa muchacha por merodear por donde no debía. Ahora que la había insultado y puesto en evidencia, jamás conseguiría sonsacarle la verdad.

Apretó los dientes. Ya habría otra oportunidad. El comandante mostró la carta, sosteniéndola con una mano.

—Supongo que esto es vuestro, señorita.
Lucy se la quitó con desdén.
—Ya os dije que era algo personal.
—Un soldado siempre tiende a pensar lo peor, cuando ve a una mujer vagando sola. En Estados Unidos, una mujer moviéndose furtivamente cerca del cuarto de un soldado no suele albergar buenas intenciones. O, por lo menos, ninguna intención que sea respetable.

El fiero rubor de las mejillas de Lucy se tornó más evidente.
—¿Es ésa la idea que tenéis de pedir disculpas?.

Mil rayos y mil centellas. Por lo que parecía, esa noche no lograba decir nada acertado para quedar bien.

Seducir a un bribón nunca fue tan difícil (NALU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora