Capitulo X

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"Querida Mavis:
He leído el artículo de la prensa con enorme interés. Me atrevería a decir, sin embargo, que no debéis preocuparos por lady Lucy. Estoy seguro de que esa muchacha podrá manejar al comandante Dragneel si éste se muestra importuno. Habéis inoculado bien a vuestra pupila —al igual que al resto de las jovencitas que han pasado por vuestra escuela— contra los bribones.
Cordialmente,
Zeref "

«¡Maldición! Pero ¿qué he hecho?»
Mientras la razón retornaba a su cerebro enfebrecido, Natsu soltó un bufido. Esta vez había perdido la cabeza por completo. Lo había echado todo a perder.

Y la mejor prueba de ello era la forma en que Lucy se había separado de él: sin besos cariñosos, sin sonrisas de complicidad, sin abrazos tiernos. Y allí estaba él, plantado de pie, intentando recuperar el aliento, embriagado por su aroma a vainilla y todavía sintiendo su gusto en la lengua, mientras ella se alejaba.

No era que la culpara. La había maniatado. Dado placer. Obligado a que le diera placer a él. ¡Por Dios! ¡Incluso había estado a punto de hacer lo impensable!

Pero ¿qué más podía hacer? Cuando ella se empecinó en bajar por aquellas escaleras al piso inferior y fue testigo de su debilidad, él perdió el mundo de vista. Intentó encontrar la forma de enmascarar la realidad, una forma para que ella olvidara lo que acababa de presenciar. Y cuando supo que Lucy había llevado a cabo esa pequeña tortura sensual deliberadamente con la mameluco esa mañana, se sintió invadido por una necesidad de hacerla suya, de demostrarle que no podía tomarle el pelo ni mofarse de él como indudablemente hacía con toda esa panda de nobles ingleses afeminados.

Y sí, la había seducido. Y ahora ella le haría pagar cara la afrenta.

Tras lanzar a un lado su pañuelo pringoso, se abotonó los calzoncillos y los pantalones con la eficiencia veloz que sólo se consigue tras largos años de correr ante la llamada al deber. Miró a Lucy furtivamente, pero ella parecía negarse a mirarlo mientras se alisaba el traje. ¡Maldición, maldición, y mil veces más maldición!

Lucy era joven e inexperta, y además era una rica heredera proveniente de una familia aristocrática. No se trataba de una simple viuda con la que podía dedicarse a jugar a piratas y a doncellas, maniatándola y desnudándola para su mutuo placer. Ni de una prostituta a la que podía arrinconar contra una pared y manosear después de pagarle unas pocas monedas.

Lucy lo castigaría por lo que había hecho. Aún cuando ella había accedido a todo, aún cuando ella había participado por voluntad propia, y le había hecho olvidar durante unos instantes...

Natsu apretó los dientes. En lugar de interrogarla, se había dedicado a gozar de ella. Con su actitud había conseguido seguramente enfurecer a Lucy, lo cual significaba que se habían acabado las posibilidades de sonsacarle información en el futuro.

Mas lo peor era que no tendría ningún reparo en repetir lo que acababa de hacer si ella se lo permitiera. Porque esos momentos de intimidad con Lucy habían sido lo más cercano que había estado del paraíso en los últimos tres años.

Que Dios se apiadara de él.
Lucy lo miró, con la ropa de nuevo en su sitio, y su fichu cubriéndole sus hermosos pechos. Si no fuera por el temblor de sus manos mientras se enfundaba los guantes que él le había arrancado con tanto brío, Natsu habría pensado que nada había sucedido entre ellos.

—Ha sido una aventura de lo más interesante —acertó a decir ella.
¿Una aventura interesante? ¿Eso era todo lo que podía decir? Natsu la miró con cautela.
—¿Estás bien?

—Sí, ¿cómo no lo iba a estar, después de tus esfuerzos... desmedidos?
Natsu suspiró lentamente. Los ingleses eran reservados, pero esto...
—Te pido perdón.

Seducir a un bribón nunca fue tan difícil (NALU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora