Capitulo XIII

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"Querido primo:
Lord Vastia se ha convertido en un verdadero estorbo, por lo que nos hemos visto obligadas a recurrir a medidas drásticas. Os mantendré informado de los resultados. Newgate aún está en el horizonte.
Vuestra osada amiga,
Mavis"

Natsu caminaba con paso garboso hacia la mansión de los Hearfilias, portando el arma de intimidación del día —su rifle Springfield con bayoneta— y todo el material necesario para limpiarla. Empezaba a sentirse cansado de las tediosas maniobras de batalla del general: avanzar en territorio enemigo y quedarse quieto, a la espera de que el adversario atacara.

Lo cual Natsu no podía hacer, si no quería romper la promesa que le había hecho a Lucy. No obstante, no sabía hasta cuándo podría resistir. Cada vez que veía a ese maldito general, le hervía la sangre.
De repente, un carruaje bajó por la calle delante de él a una velocidad de vértigo. Era el de Lyon, y parecía que huía despavorido de la calle de Lucy, como si tuviera al diablo pisándole los talones. A Natsu lo asaltó una desagradable corazonada. ¿Qué motivo podía haber sido la causa de que el general huyera antes de que él llegara a su puesto de guardia?

Obtuvo la respuesta cuando abordó la calle de Lucy y se encontró con una escena de puro alboroto social. Los cocheros gritaban, los mozos de las cuadras se movían con celeridad, y los caballos daban patadas furiosas contra el suelo mientras varias carrozas flamantes, adornadas con blasones, se detenían delante de la casa de Lucy. Los lacayos uniformados ayudaban a las damas y a sus criadas a descender de los carruajes. A juzgar por la apariencia tan ostentosa de las carrozas y de las vestimentas de las jóvenes, debía de tratarse de las compañeras de clase de Lucy.

Mil rayos y mil centellas, lo había olvidado. Ese mediodía había una recepción en casa de Lucy.
Rápidamente comprendió por qué el general había huido tan rápido. Ver a tantas jovencitas de noble alcurnia juntas, todas ricas, todas nobles, y probablemente todas virginales, conseguiría hacer que cualquier hombre saliera despavorido.

Cualquier hombre excepto Natsu. Él había venido a verla, y ningún evento social lo detendría. Porque Lucy no había aceptado su invitación para cenar en casa de los Eucliffle esa noche. ¿Se estaba cuestionando el cortejo con él? ¿Lo estaba castigando por intentar amedrentar al desgraciado de Lyon? Fuera cual fuese la causa, pensaba averiguarla.

Pero no quería tener una audiencia de jovencitas como testigos de su conversación, así que esperaría hasta que sus amigas se hubieran acomodado en el interior, y después le pediría al mayordomo que la avisara para hablar un momento con ella en privado.

Cuando la calle quedó despejada, se acercó a la casa, subió las escaleras, y llamó a la puerta. Fue el mismo mayordomo quien le abrió, y la afabilidad de su semblante le mostró que reconocía a Natsu como el hombre que había ahuyentado a Lyon durante los días previos.
Natsu sonrió.

—Os agradecería mucho si le dijerais a lady Lucy que el comandante Dragneel ha venido a verla.
—Lo siento señor, pero lady Lucy está ocupada en estos momentos.

—Lo sé. Sólo quiero decirle una cosa. —Natsu oyó las risas provenientes del piso superior—. Por lo menos dígale que estoy aquí.

El mayordomo asintió y desapareció escaleras arriba. Natsu apoyó el rifle en la puerta y entró en el vestíbulo.

Lucy era el último cartucho que le quedaba por quemar. Ninguna de las otras pistas que había seguido hasta entonces para dar caza a los Frier había resultado fructuosa. Con el interés de mejorar las relaciones entre los dos países, el gobierno británico no había mostrado reparos en ofrecer toda la información que tenía acerca de los padres de Frier y de su emigración a Estados Unidos. Sin embargo, se había negado a ofrecer cualquier información sobre el conde de Heartfilia.

Seducir a un bribón nunca fue tan difícil (NALU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora