Capitulo IV

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"Querida Mavis :
Estoy absolutamente de acuerdo con vos. La consentida señorita Minerva necesita un esposo con mano firme. Además, el señor Orlands frecuenta en secreto la clase de establecimientos que ningún caballero debería visitar, lo cual es indicio de una definitiva falta de carácter.
Vuestro primo dogmático,
Zeref "


Cada músculo del cuerpo de Natsu se tensó como una cuerda. Que Dios lo ayudara. Lucy se puso de puntillas y selló sus labios con los de él. Por todos los demonios, esa chica era lo suficientemente joven como para ser... bueno, como mínimo su hermana menor.

Pero no besaba como una hermana pequeña, de eso no le cabía la menor duda. Tenía los labios más tentadores que jamás había probado. Sin olvidar su gracioso cuerpecito tentador, que se moría de ganas por repasar con sus manos, centímetro a centímetro.

Sin embargo, antes de que tuviera la oportunidad de saborear el beso, ella apartó los labios y lo miró con un semblante irritablemente arrogante.
El enfado del comandante fue más que visible. Esa muchacha era igual que cualquier otro maldito inglés; se divertía acosándolo, atormentándolo, pensando que podría escapar airosa de la situación porque él no era más que un simple plebeyo americano, mientras que ella era una presuntuosa inglesa. Pero ella era la que había empezado el juego, así que tenía que ser ella la que lo terminara.
Atrapándola por la cintura con aire posesivo, la atrajo hacia sí.

—Si ésa es vuestra idea de un beso, entonces ahora entiendo por qué os morís de ganas por una buena aventura. —La agarró por la barbilla, y bramó—: Esto, lady Lucy , es un beso.

A pesar de que Lucy  se quedó helada, no intentó detenerlo, y el comandante se aprovechó. Deslizó los labios por encima de los de ella, probando, saboreando, disfrutando. Y después, mientras acariciaba su espalda enfundada en el vestido de seda, empezó a abrirse paso dentro de su boca con la lengua...

Ella dio un respingo, pero no luchó por separarse de él; sólo se lo quedó mirando fijamente, con esos ojos luminosos de color chocolate.
—¿Qué estáis haciendo?
—Besaros.
Lucy se puso colorada.
—Ya, pero... habéis... o sea... que vuestra...
—Así besamos los salvajes americanos. —Lucy había conseguido irritarlo con su reacción. Puesto que ella había iniciado el flirteo, debería de haber comprendido lo que él estaba haciendo—. Pero supongo que no os gusta que un soldado raso se atreva a besaros con la lengua.
—No... no he dicho eso —protestó ella.
—Perfecto. Entonces, no os importará que continuemos donde lo habíamos dejado.

Sin darle la oportunidad de resistirse, volvió a besarla. No sabía qué era lo que lo ponía tan ardiente, si el visible sobresalto de Lucy ante su insolencia o el hecho de que ella sólo había pretendido tomarle el pelo; de lo que estaba seguro era de que no permitiría que una petulante dama inglesa se riera de él. No esa noche, no cuando se sentía tan agitado y furioso después de su encuentro con los soldados.

La besó del modo más insolente que un soldado indeseable osaría hacer, esperando que Lucy lo rechazara con el mismo grado de ferocidad. Pero ante su sorpresa, ella no sólo no contraatacó sino que no mostró ninguna clase de resistencia cuando él intentó abrir sus labios con la lengua.

Maldita fuera esa mujer. La sensación era deliciosa, como hundirse en una cálida melaza, suave como la seda y tan perversamente dulce que hizo que su rabia se tornara en algo más peligroso.

Embriagado, hundió la lengua dentro de su boca, una y otra vez.

Con cada golpe, ella se deshacía un poco más entre sus brazos. Por Dios, esa fémina podría hacer enloquecer a cualquier soldado que estuviera desesperado. Qué labios tan lascivos, tan tiernos como un melocotón de agua... Su suave perfume de vainilla  lo transportó nuevamente a su hogar; por unos segundos olvidó que ella era inglesa, olvidó de quién era hijastra. Sólo ansiaba más. Mucho más. Anhelaba conquistarla, devorarla.

Seducir a un bribón nunca fue tan difícil (NALU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora