Capítulo 10

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El día de la juntada de la promo '19 llegó. Esta vez se habían reunido un poco más temprano y entre todos hicieron las empanadas para cenar. En esas horas charlaron y rieron de todos los temas que se tocaban. Fútbol, política, la escuela, salidas, etc.

Andrexa estaba ahí y para ser la primera vez que se reunía con ellos se sintió cómoda. Las chicas se acercaron rápido a ella y charlaron largo rato. Solo temía olvidar sus nombres. Siempre le pasaba.

―¿Y si comemos en la azotea? ―preguntó Juan abanicándose con la mano― Acá con el horno prendido nos vamos a asar.

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a cargar lo necesario y en grupos tomaban el ascensor al último piso, que los conducía al techo. Los últimos en subir fueron Tyler, Juan, Tomás y Andrexa que llevaban una bandeja con empanadas cada uno.

Se sentaron en ronda y pusieron todo en el centro como si fuera un picnic. Charlaron, comieron y bebieron en un ambiente amistoso. ¿Quién iba a pensar que un grupo de compañeros de escuela podrían ser más que eso? Un grupo de amigos.

Mateo sacó de su mochila una pelota y llamó la atención de todos. Tenían que hacer algo, sino la fiesta se iba a terminar antes de lo esperado y aún era temprano.

―¿Jugamos? ―dijo, mostrando la pelota de goma.

―Es medio complicado jugar a la pelota aquí. Enseguida caería por el precipicio. ―Comentó Raúl dándole un mordisco a una empanada.

―¿Qué propones? ―preguntó Sabrina interesada.

―Pensé en esto ―dijo Mateo aclarándose la garganta―. En círculo como estamos podemos pasarle la pelota a quien queramos y al hacerlo decir algo bueno o malo que los defina.

―Eso puede terminar en pelea ―indicó Lore.

―No tiene por qué hacerlo ―continuó Julián― Somos amigos y que mejor que un amigo pueda ver lo bueno o malo de cada uno.

―Es un juego. El que se enoja es porque es un flojo ―Siguió Laura con aires de superioridad― Todos tenemos defectos y virtudes.

Andrexa miraba expectante. No le parecía buena idea. Se giró hacia Tomás que la miró como entendiendo lo que pensaba.

―No me gusta para nada ese juego ―le dijo bajito para que nadie escuche.

―Mal por bien, amiga ―la tranquilizó Tomás―. Simplemente no escuches lo que te digan. Que no te afecte.

«Esa frase la suelo usar yo» pensó ella mirando a su amigo que estaba atento a las instrucciones del juego. En ese momento recordó la frase con la que publicó la foto que se sacaron ese viernes. Le habían entrado dudas de si ese chico, Tomy, era cristiano. Ahora con esa frase «Mal por bien» las dudas aumentaron en gran manera, pero no le pareció el momento adecuado para preguntarle.

―Bueno, empecemos ―instó Mateo con la pelota en la mano y sin dar una señal le pasa la pelota a Laura―. Linda ―Laura le pasa la pelota a Tomás―. Come libros.

Tomás se la pasó a Andrexa y la definió como su mejor amiga. Ella la tira al centro y la que toma la pelota es Laura que le sonríe con sarcasmo. «Mal, por bien» pensó.

―Cool ―le dijo Andrexa.

Laura le pasó la pelota nuevamente a Andrexa y pensó unos segundos qué decir.

―Inmigrante. No, mejor eso no ―le dijo, mirándola con una mueca de desprecio―. Mosquita muerta. Sí, eso te define mejor.

Andrexa la analizó incrédula. ¿Qué acababa de escuchar? Desde el primer día de clases la hiere con ese tipo de comentarios, muy tontos, pero nunca se dejó intimidar con ellos, pero ya era demasiado.

―¿Puedo saber por qué crees eso de mí? ―le preguntó sin rodeos.

Todos pasaron de mirar a Andrexa a mirar a Laura que, sin nada de respeto, le dijo lo que pensaba.

―¿Por qué? ―preguntó de forma sarcástica― porque llegaste como si fueras una santa. Hablando bonito como si fueras una princesita de cuentos de hadas y eso ¿para qué? Para hacerte ver. Mostrar la hilacha. Tomás fue uno que se creyó tu cuentito, después Julián. ¿Cuál es el próximo al que vas a hacer caer?

Tomás la fulminó con la mirada y Julián agachó la cabeza escondiendo una sonrisa. Los demás presenciaron la pelea, pero se limitaron a observar, aunque algunos estaban a favor y otros en contra de lo que pensaba Laura.

Andrexa la escuchó hasta el final, con muchas ganas de contestarle lo primero que se le venía a la cabeza, pero no le pareció prudente. Así que mientras oía cada palabra, frenaba su lengua mordiéndosela. No iba a decir nada de lo que se pudiera arrepentir después.

«Mal por bien» se repetía constantemente. Cuando Laura terminó, se cruzó de brazos esperando el bombardeo. Ella quería demostrar que dentro de ese cuerpo de niña buena había una loca despechada.

Antes de que Andrexa pudiera abrir la boca para hablar, Tyler lo hizo en su lugar.

―Hay mosquitas que no necesitan hacerse las muertas para mostrar la hilacha ―dijo irónicamente como si no hablara con nadie, pero en realidad se refería a Laura.

Y ella lo sabía muy bien. Apenas conoció a Tyler en una fiesta, se tiró a la pileta sin siquiera saber si había agua. Luego, cuando fueron compañeros en la escuela era capaz de hacer cualquier cosa con tal de pasar un rato con él. Si había una mosquita muerta, era ella.

Tyler la taladró con la mirada y se encogió de hombros divertido. Ese comentario hizo que Laura agachara la cabeza avergonzada y furiosa porque no estaba de su lado.

Andrexa no sabía si estar bien o mal por lo que acababa de pasar, Tyler sutilmente la había defendido. Igual no podía dejar las cosas así.

―¿Laura? ―se dirige Andrexa a la joven que estaba sentada frente a ella― Mira, no sé qué te hice ni por qué te caigo mal. Es un juego y lamento llegar a esto, pero más lamento que veas eso de mí, porque es erróneo.

Laura la miró furibunda, pero asintió con un gesto.

―Está todo bien. Yo lo tome así ―se defendió Laura―. Vos preguntaste por qué pensaba eso y yo te respondí. No veo lo malo en eso.

Andrexa solo la observaba dolida. Nunca creyó que alguien pudiera pensar tan mal de su persona. Ella no era así y no tenía la culpa de que hubiera gente que pensara lo contrario. Era sabido que nunca les caería bien a todos.

―Bueno, es hora de irme ―dijo Andrexa mientras se ponía de pie―. Se hace tarde.

―Mañana es sábado ―replicó Julián―. Quédate un rato más.

―No, en serio. Mañana tengo cosas que hacer ―le comentó.

―Te acompaño ―se apresuró a decir Tomás, también poniéndose de pie.

―Chicos, gracias por invitarme. La pasé muy bien. ―Se despidió Andrexa.

Lautaro los frenó, agarró su celular y abrió la cámara.

―No nos hemos sacado una foto aún. Hagamos una selfie.

Como si nada hubiese pasado, todos se agruparon para entrar en la foto.

― ¡PROMO! ―gritaron al unísono y el flash encandiló sus caras.

Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora