«Tengo ganas de amarte, como tú me has amado Dios. Tengo ganas de darte mi corazón» canturreaba Andrexa mientras preparaba las bandejas con sándwiches de jamón y queso para la reunión. Estaba feliz por el progreso que estaban teniendo en la obra que se les había sido encomendada. El grupo había crecido demasiado. Se habían sumado dos parejas más con sus hijos adolescentes. Era una bendición ser parte, tener el privilegio de ver con sus propios ojos cómo el Señor se movía en cada corazón que era tocado cada sábado.
Aún faltaban dos horas, pero para ella era mejor preparar todo con tiempo. Al terminar, subió hasta su cuarto para darse una ducha y alistarse. Tomás le había avisado que no iba a poder estar presente porque debía servir en su iglesia y luego se reuniría con Lorena para tomar algo y charlar sobre el trabajo que tenían que hacer juntos. Una sonrisa iluminó su rostro al pensarlo. Su amigo era un hijo de Dios fiel. Fiel a su iglesia, a sus padres, a sus amigos. Qué honor era ser su mejor amiga. Se ponía feliz por él y ahora más por Lorena. Tantos años enamorada de Tomás y guardó el secreto y sufrió en silencio hasta ahora, que tenía la esperanza, no solo de poder conquistarlo, sino también de entregarle su corazón a Jesús.
―Andrexa, ya casi es hora ―gritó desde la planta baja su tía.
―Bajo enseguida ―respondió mientras tomaba La Biblia de su escritorio.
Solo faltaba media hora. Así que la familia McGregor dedicó unos minutos para encomendar a Dios cada segundo de la reunión. El timbre sonó y la joven se apuntó a atender mientras sus tíos terminaban la oración.
La puerta se abrió y el panorama se volvió espejo. Dos chicos enfrentados, mirándose a los ojos con asombro. Su respiración se les entrecortaba, y las piernas se les aflojaban al mismo tiempo.
― ¿Qué haces aquí? ―preguntó seria.
―Yo... Yo vine porque... Por el trabajo ―balbuceó Tyler que aún no salía de su asombro. ¿Qué hacía ella ahí? No entendía nada.
―Andrexa, ¿Quién vino? ―preguntó la mujer mientras se acercaba a ella.
―Es un compañero de clase. Vino para que organicemos un trabajo que tenemos que entregar después de las vacaciones, pero ya se iba.
Carla se acercó y, al ver de quién se trataba, abrió los ojos como platos entre la felicidad de que se hubiera decidido por ir y por la sorpresa de enterarse que también conocía a su sobrina. Quiso saludarlo, pero Tyler le rogó con un gesto que no revelara que se conocían, ya que tendría que dar explicaciones y lo que menos quería era que alguien se enterara que hacía terapia. Lo iban a ver como un loco.
―Un gusto. Yo soy Carla.
―El gusto es mío. Creo que voy a volver más tarde, ya que al parecer ella está ocupada.
―Estamos por merendar con amigos en un ratito. Ya deben estar por llegar. ¿Quieres acompañarnos?
Andrexa la miró de reojo con ganas de asesinarla. ¿Tyler, merendar con ellos? ¿El mismo que la trató mal unos días atrás? ¿El mismo que no se podía sacar de la cabeza?
―No sé si sea prudente.
―Sería un placer. Todos los sábados nos reunimos y nos encanta que vengan personas nuevas. ¿No te habló de nuestras reuniones en la escuela?
―No, creo que se olvidó ese detalle. Igual no la culpo. En la escuela no compartimos muchas cosas como para que me tenga esa confianza ―dijo él con una sonrisa amable.
―Pues, pasa. No se habla más.
Sentía que el rubor de sus mejillas cambiaba de rosado a morado de la vergüenza. Lo único que notaba raro era la fluidez de la conversación entre su tía y él. Ella no medió palabras. Él entró, encantado de la invitación. ¿Qué haría cuando se enterase de que esa reunión era para hablar de Dios? ¿Saldría corriendo? Era una de las posibilidades más seguras.
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Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)
RomanceAndrexa se muda junto a su familia a Córdoba con un propósito, formar una iglesia. Lejos de todo lo que ella consideraba hogar comienza su último año de bachillerato. En su salón conoce a Tyler, el chico más lindo pero el más duro que haya cruzado j...