Capítulo 59

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El color blanco es el color de la esperanza, la paz, la pureza. Nunca lo había pensado hasta que se vio en el espejo. Su vestido blanco combinado con un lazo violeta, su color favorito, era hermoso y le reflejaba eso. Lo que era ella en la identidad que siempre decidió tener. No importaba ya lo que le costó llegar donde estaba. No importaba las veces que cayó, que se sintió mal, ni las lágrimas que soltó en el proceso. Llego hasta ahí porque dejó que Dios guiara sus pasos, aunque muchas veces no entendiera sus planes. Estaba cerrando una etapa pura y sin mancha.

―¡Estás hermosa, princesa! ―exclamó Roberto desde la puerta.

―Gracias, tío ―dijo, aún mirándose al espejo―. No se vale llorar. Ya me maquillé.

―Todavía no. Mantengamos la cordura ―se acercó a ella y corrió un mechón de pelo que caía sobre su mejilla―. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti. Eres una mujercita valiente. Una guerrera. Tus padres estarían felices si te vieran. Te convertiste en esa mujer por la que oraron desde que se enteraron que venías a este mundo. Venías con un propósito grande que se está cumpliendo y le doy gracias a Dios por permitirme verlo de cerca.

―Me vas a hacer llorar ―se quejó emocionada y lo abrazó―. Te amo. Gracias por guiarme a lo largo de estos años. Soy lo que soy, no solo por gracia de Dios, sino porque seguí tus pasos.

―¿Hay un poco de amor para mí? ―preguntó Carla que los estaba escuchando―. Estás bellísima. Pareces una novia.

―Pero no me voy a casar ―dijo Andrexa, poniendo sus manos en la cintura―. Aún no. Cuando Dios diga.

―Los planes de Dios son perfectos. Solo que a veces nos deja en el desierto para que nos capacitemos. Muchas veces duele y creemos que es innecesario, que no lo merecemos. Es ahí donde tenemos que recordar que Jesús era Dios y no necesitaba morir para demostrar que nos amaba, pero lo hizo porque así estaba planeado.

―Y nos quejamos sin siquiera soportar un cuarto de lo que Él soportó ―continuó Carla―. Cuando termina la tormenta y viene la calma, nos damos cuenta de que el viento se llevó lo que estaba inestable y que solo permaneció lo que estaba fijo. Ahí entendemos cuáles son sus planes. Ahí se caen los velos y empezamos a ver que para atrás todo fue necesario.

―Gracias por sus palabras. Sé que no pasé unas lindas semanas. Que luché con mi orgullo y realmente no sé qué Dios me tenga preparado después de esto, pero sé que voy a la meta limpia de ese mal.

Se abrazaron por lo que pareció una eternidad, pero estaban en casa, en el calor de la unidad.

La decoración del salón era un sueño. Fue un trabajo en equipo. Estaba decorado al gusto de todos. Había flores como le gustaba a Anahí, velas como le gustaba a Lorena, telas como le gustaba a Laura y hasta tenía el toque infantil de Andrexa con los globos desparramados por el piso del salón y muchos globos de helio que adornaban el techo. Había una mesa por familia, las cuales iban ocupando a medida que llegaban. En la mesa de la Familia McGregor estaban sus abuelos y Amber, su amiga de Buenos Aires, junto con sus padres. Andrexa no lo sabía. Cuando llegó al Salón entró con Roberto por la parte de atrás porque tenían que bajar por una escalera. Fue un cambio de último momento. Le avisaron por la mañana. Esperaron un rato largo, pero solo estaban ellos dos. Ninguno de sus compañeros estaba ahí.

―Nos habremos confundido de lugar ―comentó Roberto con tranquilidad―. Quédate aquí, voy a preguntar por dónde tenemos que entrar.

No se sentía ruido a nada. Es como si directamente se hubiesen confundido de salón y estaban en un lugar vacío. Roberto volvió minutos después.

―Tenemos que entrar por ahí para que te reúnas con tus compañeros ―señaló con un gesto y la tomó de la mano―. ¿Nerviosa?

―Un poco. Me estaba impacientando, en realidad.

―No perdamos más tiempo.

Caminaron por un pasillo angosto que le dio paso a una escalera. Subieron y se toparon con otra entrada. Roberto se frenó y le dedicó una mirada dulce y besó su mejilla antes de abrir la puerta que daba al salón. Andrexa se topó con la sorpresa de ver desde la planta alta a todos sus compañeros con sus familias, aplaudiendo su llegada. Miró de reojo a su tío sin entender nada y él se encogió de hombros divertido. Todo había sido planeado. Buscó a Tyler entre la gente, dando una mirada rápida antes de bajar por la escalera, pero no lo vio. Intentó no derrumbarse y aceptar lo que estaba pasando con madurez. Tomó el brazo de su tío y bajo la escalera sonriendo. Era un elegante espiral. Cuando llegó al último tramo, Tyler la estaba esperando al final. Roberto la soltó al llegar y se reunió en la mesa donde estaba su esposa. La música se cortó y todos hicieron silencio. Andrexa entendía cada vez menos, pero estaba paralizada al pie de la escalera.

―No entiendo nada, Tyler ―dijo ella mirando para todos lados.

―A veces no hace falta entender, sino confiar. Eso aprendí este tiempo. No es fácil dejar todo en manos de Dios y quedarse quieto cuando el panorama muestra todo muy confuso ―comenzó decir Tyler por un micrófono―. Pero después comprendí que cuando nos determinamos a confiar, comienza a brotar luz en la oscuridad y empezamos a ver con claridad ―posó su mirada en el público que aún seguía de pie―. Yo no entendía por qué pasaban muchas cosas y quise solucionarlas a mi manera, pero siempre llegaba al mismo vacío. Ese vacío lo llenó Dios cuando entendí que cuando se fueron todos, fue el único que se quedó a mi lado. Aprendí a escuchar su voz y entender sus caminos, por eso estoy acá hablándoles con la fe inquebrantable de que estoy respaldado por Él.

Andrexa sentía un nudo en la garganta y estaba conteniendo las ganas de llorar, porque era increíble que, aun después de todo lo que pasó, el Señor mostrara su misericordia con ellos y que tal como dijeron sus tíos "cuando vuelve la calma, vemos con claridad y solo permanece lo firme". Era hermoso sentir de parte de Dios que no eran víctimas de la circunstancia, sino sobrevivientes por fe en sus promesas.

―Quiero agradar a Dios con mis actos, quiero servirle y cumplir con sus planes para mí. Tengo la seguridad y la paz de convertir en obra mi fe porque yo...

Las luces se cortaron y el silencio se hizo insoportable. Andrexa seguía al pie de la escalera, pero no podía ver ni sentir nada. Parecía un sueño. Si antes no entendía nada de lo que estaba pasando, ahora menos.

Una pequeña luz de un reflector comenzó a acercarse a ella. Hasta que quedó atrapada en un círculo iluminado en medio de la oscuridad. Tyler estaba frente a ella, pero también estaba su abuelo. La alegría quebrantó su corazón y ya no pudo contenerse. Una sonrisa se escondía tras una catarata de lágrimas dulces. Su abuelo tomó el micrófono, pero no habló. Sino que lo sostuvo a la altura de Tyler, arrodillado frente a su nieta.

―Andrexa, siento que somos un gran equipo. Somos un todo cuando estamos juntos y siento que como dice la palabra "dos son mejores que uno" ―sacó una cajita del bolsillo del saco y la abrió―. ¿Te casarías conmigo para servir al Dios que todo lo puede?

―Sí, quiero ―exclamó emocionada arrojándose a sus brazos, aunque Tyler perdiera el equilibrio―. Sí, quiero. Porque lo que vi en vos no lo veo en nadie más. Porque cuando te conocí, cuando estaba feliz por nuestra amistad, incluso cuando sufrí creyendo que te había perdido para siempre, fue la razón por la que busqué a Dios ―Tyler rozó su mejilla con el dorso de la mano borrando las lágrimas que seguían fluyendo.

Tyler sacó el anillo de la caja y lo puso en el lugar que tenía que estar, en la mano de su amada. Sellaron el compromiso con un tierno y cálido beso despertando aplausos, silbidos, gritos eufóricos de todos los presentes. Para ellos era un susurro a sus oídos porque estaban perdidos el uno en el otro.

―Perdón por no creerte.

―Hiciste bien. Solo así entendemos que las personas fallan, Dios no ―le dio otro beso en los labios. La había extrañado muchísimo, pero valió la pena esperar.

―Dios es bueno ―dijo suspirando al tiempo que se fundía en sus brazos.

―Todo el tiempo ―besó su cabeza disfrutando su perfume que tanto había echado de menos.

―¿Y todo el tiempo? ―rodeó su cuello con ambas manos.

―Dios es bueno ―volvió a besarla.

Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora