El living estaba a oscuras cuando Andrexa llegó a casa. Entró sin hacer ruido, creyendo que sus tíos estaban durmiendo, pero escuchó voces que venían del comedor. Ellos estaban orando como cada noche. Sin molestarlos subió las escaleras y se metió en su cuarto. Se sentó en la punta de la cama y se sacó las zapatillas. Le dolían los pies por la larga caminata.
Tomás la llevó caminando unas treinta cuadras recorriendo hermosos lugares. Solo descansaron diez minutos para disfrutar la vista que daba "El paseo del Buen Pastor". Fuentes largaban sus chorros de agua, danzando al compás de la música, decoradas por muchas luces led de colores. Luego, siguieron camino hasta un Burger King donde pidieron dos hamburguesas con papas y dos vasos de gaseosa. Pasaron una hora riendo y conociéndose un poco más. Andrexa sintió que aún no era el momento de comentarle del grupo que querían armar en su casa para hablar de Jesús, así que se limitó a disfrutar de la noche.
Ella, desde que pisó las calles de Córdoba, creyó que todo iba a ser difícil. Ser social no es su fuerte, siempre fue muy tímida, pero gracias a Dios allí estaba Tomy, que desde el primer momento le volvió todo más fácil.
Su nueva habitación le encantaba. No se podía comparar con la que tenía en Buenos Aires. No era grande, pero sí lo suficiente para que entrara su cama, su armario y un escritorio enorme, porque lo envolvía una biblioteca llena de sus libros favoritos. Pero si había algo que le fascinaba más, era que no tenía que esperar por el baño, porque su habitación tenía uno propio.
Sacó su pijama de uno de los cajones del guardarropa y se metió al baño.
El agua golpeaba su cuerpo en una llovizna placentera. Andrexa se quedó un rato bajo el agua que relajaba cada uno de sus músculos.
Antes de salir de la ducha se envolvió en una toalla y se recogió el pelo en un rodete. Luego se puso el pijama y se sentó en la silla del escritorio pensando qué hacer.
Aún no tenía sueño y al otro día no tenía clases así que tomó un libro de la biblioteca y se tiró sobre la cama dispuesta a leer. Ella leía desde niña. Hasta le parecía mejor leer que mirar una película. Siempre les decía a sus amigas que no es lo mismo ver algo que otra persona imaginó a imaginarlo uno mismo. Pero hoy no era como esos días donde ella se perdía entre las hojas y recorría lugares y sentía cosas que en la realidad no estaban. Hoy no se podía concentrar. Su cabeza daba vueltas en su compañero de clases que, sin motivo, unas horas atrás había pasado por su lado, había clavado su mirada en ella y de un momento a otro hizo de cuenta que no la conocía cuando le dijo «hola».
¿Por qué lo hacía? ¿Acaso había dado una mala impresión? Por más preguntas que se hiciera, a todas se les dificultaba dar una respuesta. Ni siquiera se tomó el trabajo de conocerla y ya le cayó mal. No es lindo saber que le caes mal a una persona que incluso la vas a ver cinco horas de lunes a viernes, compartiendo momentos dentro de cuatro paredes.
Cerró el libro, de todas maneras, ya se le habían esfumado las ganas de leer y se sentó frente a la computadora. Al abrir Instagram, se encontró con una notificación: «Tomy González te ha etiquetado en una publicación». Presionó la notificación y se abrió una foto donde están los dos frente a las aguas danzantes.
Algo le llamó la atención y fue el comentario que estaba con la foto. Tenía la cita de una canción de Kike Pavón "Me gusta":
«He visto que has querido ser mi amiga y yo lo estaba deseando...»
¿Tomás también era cristiano o solo le gustaba esa canción? Pronto lo sabría. Antes de salir de la publicación respondió su comentario.
«Por más momentos así. Gracias» y lo llenó de emoticones de hamburguesas, papas y caritas riendo.
Tomás era un chico muy divertido. No le importaba hacer el ridículo si su objetivo era robarte una sonrisa. No tenía ni una pizca de agrandado ni engreído. Andrexa miró muchas fotos en su cuenta. En algunas, estando en grupo, era el que se encargaba de ponerle el picante a la toma, haciendo caras que le hacían soltar carcajadas, que enseguida reprimía porque hacía un instante había sentido el golpe de la puerta contigua al cerrarse.
Siguió pasando fotos hasta que se topó con una que la dejó paralizada. Eran los chicos de su curso a fin del año anterior y todos estaban etiquetados. En ese momento, un escalofrío corrió por su cuerpo haciendo que su mano se aferrara más al mouse. No sabía qué hacer: si cambiar de foto o confiarse en su ansiedad de buscar entre los etiquetados al chico que tan intrigada la tenía por su actitud.
No soportó y entró una por una a las cuentas de los varones etiquetados. Por más que leía los nombres de algunos, no se acordaba, y él no era una excepción. Esto de ser pésima recordando los nombres no le simpatizaba para nada. Muchas veces le había traído problemas a la hora de hacer algún trámite o comunicarse con alguien.
«Tyler Sánchez».
Lo encontró. Pero su cuenta era privada. No podía ver nada más que una pequeña foto de perfil. En la imagen se podía ver a un chico con el torso desnudo, con sus abdominales bien marcados y sus brazos hinchados con las venas sobresalientes y una expresión dura en su rostro levantando una mancuerna en cada mano.
Andrexa saltó como un resorte de la silla cuando su teléfono recibió un mensaje. Se había quedado mirando la foto como una boba. No podía negar que Tyler era atractivo, pero nunca creyó que tanto. Se frotó la sien con los dedos. ¿Qué clase de pensamientos eran esos?
Ella se rehusaba a mirar a alguien de esa manera y menos si esa persona la hacía sentir inferior como lo hizo él toda la semana.
Tomó el teléfono de la mesita de luz y leyó el mensaje que recibió. Era su amiga Amber de Buenos aires.
Amber: ¿Qué tal terminaste la semana? Desde que te fuiste que no me has contado nada.
Andrexa: ¡Amiga! ¿Cómo estás? La verdad que aún me estoy adaptando. Te extraño.
Amber: ¿Y la escuela? ¿Hiciste amigos?
Andrexa: Recién estoy conociendo al grupo, pero hice un amigo. Se llama Tomás. Es un chico encantador.
Amber: Me alegro muchísimo. Yo también te extraño amiga. Tranquila, para ser la primera semana en un lugar distinto ha sido todo para bien.
Andrexa: Sí, así es. Te dejo amiga. Estoy cansada. Dios te bendiga.
Amber: Dios te bendiga igual. Te quiero.
Andrexa cerró la ventana. El aire estaba fresco. Desde ahí se podía ver el cielo lleno de estrellas. Posó su mirada en el cielo un instante, en la paz que la noche le regalaba.
—«Señor, tú lo entiendes y con eso basta» ―pensó y se dirigió a la cama.
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Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)
RomanceAndrexa se muda junto a su familia a Córdoba con un propósito, formar una iglesia. Lejos de todo lo que ella consideraba hogar comienza su último año de bachillerato. En su salón conoce a Tyler, el chico más lindo pero el más duro que haya cruzado j...