Capítulo 52

607 57 6
                                    

Muchas veces deseó no vivir las situaciones por las que vivía. Muchas veces deseó desaparecer con el fin de olvidarse de todo y de todos. Muchas veces deseó no haber nacido. Hoy mirando su presente y recordando todo lo que tuvo que pasar para llegar a donde estaba pudo reconocer que valió la pena cada golpe y cada lágrima derramada, porque hoy ese doloroso pasado era la trama de una historia que cuenta. Hoy podía entender lo que un día su hermano en un sueño le dijo. Ya no era Saulo, era Pablo. Ese gran Apóstol pudo testificar lo que Jesús hizo en su vida haciendo memoria de su pasado, tan cruel como el de perseguir y matar a los cristianos. Así era hoy con Tyler. Su pasado ya no dolía, sino que Dios lo cambió por un testimonio que usaría para bendecir a otros.

Ya habían pasado casi tres semanas desde que tomó la decisión de sacar a luz sus verdaderos sentimientos, pero aún le costaba creerlo. Nunca se había sentido así, tan enamorado como lo estaba de su novia. Cada día agradecía a Dios por haberlo bendecido de esa manera y le pedía sabiduría para crecer espiritualmente y ser el hombre que Andrexa se merecía a su lado. Tenía miedo a equivocarse y perderla, pero si de algo estaba seguro era de que lo que Dios determina lo respalda hasta el fin. Si en algo él estuviese equivocado el Señor le enseñaría a cambiarlo.

Cada día que pasó se encargó de demostrarle su amor. Al principio trataba de contenerse porque temía espantar a su chica con tanta ternura. Además de los mensajes, llamadas y todo lo que podía decirle personalmente, le dejaba notitas escondidas que siempre ella se las devolvía respondidas. Guardó una por una y las releía cuando la extrañaba. Eso era todos los días. También hacían largos paseos donde disfrutaba cada segundo tomando su mano mostrándole al mundo que tenía a la novia más hermosa. Realmente era una relación propósito de Dios, porque ser novios solo era un título. Se querían como amigos, se cuidaban como padres, se peleaban como hermanos, jugaban como niños. Eran un todo los dos juntos. No podían estar separados. Estudiaban juntos, salían juntos, comían juntos. No tenían una rutina monótona, sino que hacían que cada día valiera la pena. Se divertían, así como buscaban a Dios, juntos.

Las lágrimas rozaban sus mejillas por el ardor que le generaba picar cebollas. Desde que recobró la paz que le faltaba ese lugar se convirtió en su lugar preferido. Andrexa llegaría en dos horas y quería dejar todo listo. Cada jueves se juntaban a comer en el departamento, ahora de Tyler, y luego se desplomaban en el sillón a mirar una película o daban un paseo por las calles rodeadas de edificios.

Esta vez el menú eran ravioles, los favoritos de ella. Preparó la salsa y puso el agua al fuego, mientras entró al baño dispuesto a darse una ducha. Estaba casi seguro de que, al salir del baño ya vestido, se encontraría con Andrexa frente a él. Ella tenía una copia de la llave y la confianza entre ellos ameritaba que entrara cuando quisiera. Tyler estaba nervioso, pues esta vez la sorpresa que le tenía era diferente. Unos años atrás hubiese pensado que era una locura gastar en algo así. Salió del baño y se dirigió a la cocina, pero para su sorpresa no había nadie. Fue a su habitación para buscar el teléfono y llamarla.

―¡Sorpresa! ―gritó Andrexa saltando a sus brazos desde la habitación a oscuras. Tyler se puso blanco.

―Se me heló el pecho. ¿Te quieres quedar viuda antes de casarnos? ―le dijo tomándola en sus brazos y depositando un cálido beso en sus labios.

―No te quise asustar, te quise sorprender ―le rodeo el cuello y hundió su nariz en su cuello―. Me encanta tu perfume.

―Es mejor que el de cebollas. Vamos a la cocina que tengo que terminar con la comida ― la miró pensativo―. Te tengo una sorpresa ―le devolvió la mirada ansiosa invitándolo a decirle que era―. Solo espero que te guste tanto como a mí. Lo único que voy a decirte es que esto es algo nuestro, porque nunca pensé que podía llegar a compartir algo tan lindo como eso y lo mejor es que lo quiero compartir contigo. Es nuestro y es el comienzo de algo grande ―las ansias de la joven se duplicaron y él esbozó una sonrisa pícara―. Te doy una pista. La sorpresa está dentro del mueble nuevo en la casa.

Andrexa comenzó su búsqueda dentro de la habitación y Tyler volvió a la cocina para terminar con la cena. Inspeccionó cada espacio. Era tierno y frustrante a la vez que ese chico la conociera tan bien como para poner de pista algo nuevo en un lugar, sabiendo que ella era tan despistada que tenía que estar unas treinta veces en el mismo lugar para notar algo fuera de lo normal. Le pasaba con la ropa. No se fijaba en eso y si alguien le preguntaba "¿Viste cómo estaba vestido?" No se acordaba. También le pasaba con los nombres. Tenía que escuchar un nombre un par de veces para acordarse. O peor aun, lo sufría en la calle. Si no fuera por el GPS se perdería fácilmente, porque tenía que hacer el mismo camino unas cincuenta veces para guiarse sin el mapa.

Volvió a la cocina. Era imposible no suspirar cuando lo veía cocinando. Él no se había percatado de su presencia hasta que sintió su cuerpo pegado al suyo por la espalda.

―¿Encontraste tu sorpresa? ―preguntó dándose la vuelta.

―No, aún no. Eres muy cruel. ¿Lo sabes? ―largó una carcajada al verla tan rezongona―. No te rías. Es triste.

―Bueno, te doy otra pista ―se masajeó la barbilla―. Está en el living.

―Genial ―sonrió tímidamente y sin esperar caminó en busca de su sorpresa.

Analizó cada mueble del living. No había muchos. Estaba el sofá, una mesa ratona, un bahiut, un esquinero y una estantería con una colección de vehículos de guerra y comics. Muy de Tyler. Sus ojos recorrieron la habitación y se posó en un mueble de dos puertas al lado del sofá. No recordaba haberlo visto, así que se dirigió hacia él y abrió sus puertas. Sus ojos se iluminaron, al mismo tiempo que se aguaban. Ahogó un grito de felicidad tapándose la boca con las manos. Miró el interior del mueble con una emoción que no se podía describir en palabras.

―¿Te gusta? ―preguntó Tyler abrazándola por detrás y besando su mejilla.

―Es la mejor sorpresa de todas las que me has hecho ―contestó sin salir de su asombro―. Gracias.

―Quiero convertir este lugar en nuestro lugar. Gracias a ti, que despertaste la misma pasión en mí ―volvió a besarla. Sus labios eran magnéticos en él. Sabían al mejor chocolate que nunca habría probado en otro lugar.

―Blue Jean, María Martínez, Stelle Maskame, Alice Kellen, Kat Martin, Amanda Quick ―empezó a nombrar los autores que iba leyendo de los libros que conformaban esa pequeña, pero gran biblioteca―. ¿Cómo sabes que me gustan estas historias?

―Porque te escucho cuando me hablas de las historias que lees, porque presto atención cuando paseamos por las librerías los libros que te atrapan y porque me atrevo a decir que chusmeo tus libros.

―¿En serio?

―Sí, y me hubiese gustado hacerlo antes a este regalo, pero me tomé el tiempo para investigar cada uno de tus gustos para que tengas variedad ―le comentó sin dejar de abrazarla―. Había pensado en ponerlos en una caja y regalártelos, pero admito que cuando los tuve en mis manos, va a sonar egoísta ―aclaró―, pero yo también los quiero tener y leer, así que se me ocurrió la idea de armar nuestra biblioteca. ¿Te molesta?

―No, niño. Es hermoso compartir cosas con vos. Me encanta saber que podemos compartir el gusto por la lectura y que vamos a tener más temas para charlar y criticar ―sonrió alegre.

―¿Vamos a comer? ―se agarró la panza―. Tengo hambre y la comida ya está en la mesa y seguro a temperatura ambiente.

―¿Microondas?

―SIP. Eso parece.

Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora