Capítulo 23

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― ¡La tira va del lado del hueso! ―exclamó Julián que ayudaba a Juan en el asador―. ¡No sabes hacer asado!

― ¡Oh, dios del asado, dame sabiduría! ―ironizó el joven haciendo un mohín de enfado.

Había llegado nuevamente el viernes de promo, donde todos los integrantes del salón 1B se juntaban a comer y a divertirse. Hoy era un día especial debido a que quedaba la última semana de clase y luego no se verían durante quince días por las vacaciones de invierno. Hoy era un día especial para comer un asado a lo grande.

Sabrina, Laura, Anahí y Raúl, que fueron los primeros en llegar al departamento, se encargaron de pelar papas para freírlas y de hacer las ensaladas. Lautaro y Sofía habían avisado que estaban de camino a la heladería donde comprarían los helados para el postre. Tyler, que llegó minutos después, subió a ayudar a sus amigos en el asador de la terraza. Los demás, menos Andrexa y Tomás, que estaban en camino, ordenaron el comedor colocando sillas que les prestaron en otros departamentos del edificio y poniendo los platos.

Todo estaba en orden. Eran un equipo dentro y fuera de la escuela, con sus virtudes y diferencias. Se ayudaban mutuamente en un ambiente de risas, anécdotas, chistes y chismeríos.

Estando el grupo completo en el departamento, se organizaron para que todo estuviera listo pronto. El asado ya estaba a punto y los chicos ya lo estaban cortando en trozos y poniéndolos en bandejas. Las ensaladas estaban sobre la mesa y ya estaban preparando jarras con Fernet para beber.

Al rato, estaban todos sentados disfrutando de un asado delicioso. Cada dos por tres, alguien interrumpía la conversación que tenían para pedir un aplauso para los asadores. Las paredes retumbaban por las palmas rítmicas, los gritos de euforia y chiflidos de todos. Con música de fondo mantuvieron una conversación basada en chistes buenos y muy malos que duró hasta el fin de la cena.

Lorena, Sabrina y Andrexa se ofrecieron a levantar los platos y a lavarlos después del postre. Aunque no compartían muchas cosas juntas, se habían hecho amigas.

Tyler, que estaba sentado con el resto del grupo, no participó mucho en la cena, pero se mantuvo a raya observando a Andrexa por el rabillo del ojo. Cada día le parecía más interesante, se perdía en sus ojos y se ahogaba en el perfume que emanaba su piel tan delicada y frágil, como una gota de cristal. Tan cerca y tan lejos a la vez. Se sentía como en una escalera mecánica intentando bajar cuando esta subía. Era imposible huir de lo que sentía cuando la tenía justo al frente, sonriendo dulcemente y asintiendo con gracia mientras charlaba con las otras dos chicas. Qué locura más grande querer luchar en contra de lo que siente, aun cuando no lo quiere, pero así debía ser. Negó con la cabeza para correr los pensamientos de su cabeza y volvió a formar parte de la conversación que tenía con sus amigos.

―Chicos, tengo un juego para hoy ―vociferó Juan―. Este juego es la hostia.

―Mucho Netflix por acá ―se burló Julián.

―En serio. Este juego es para jugarlo ahora o nunca. Porque si algo les avergüenza tienen quince días para superarlo sin que les pongan falta por no ir a la escuela ―siguió entre risas Juan, sacando de una caja dos mazos de cartas.

― ¿Qué juego es? ―se interesó Tomás enderezándose en la silla.

―Hay dos mazos. Uno lo saqué del juego del preguntados para tener preguntas y respuestas, y en el otro mazo cada carta tiene una prenda. Es fácil. Nos haremos una pregunta, si respondemos bien pasa al otro participante y si no, tendremos una prenda.

―Me gusta ―expresó Sofía―. Mientras no haya una prenda como salir desnuda a la calle, yo me sumo.

―No hay prendas así ―la tranquilizó Juan.

Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora