Capítulo 13

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―Hoy es viernes de pizza y película ―exclamó Tomás entrando a la casa levantando el pedido que había retirado en la pizzería.

―Pensé que la íbamos a hacerla nosotros ―dijo ella encogiéndose de hombros.

―Yo no quiero cocinar y tengo hambre

―Yo tampoco quiero cocinar ―dijo ella agarrando la caja cuidando de no quemarse― Dejo esto en la mesa ratona y voy a buscar la gaseosa y dos vasos.

―Genial, ¿Te ayudo en algo? ―preguntó el joven.

―Sí, ponte a buscar una peli.

―Mande señora.

Estas mini juntadas que tenía con su amigo eran un mimo. Pasaban mucho tiempo juntos. La escuela, las juntadas de la promo, las reuniones de los sábados y cualquier excusa que se podía usar para reunirse, era bienvenida. Este viernes no hubo excusa, solo dos amigos con hambre y sin ganas de estar solos.

Andrexa sacó la gaseosa de la heladera y tomó dos vasos de la alacena. Los llevó y los acomodó en los lugares libres de la mesa.

Tomás estaba sentado en el sillón y tenía en pausa la película. Había elegido "El stand de los besos". Dos amigos inseparables que tenían reglas que no podían romper. Se querían, pero en cuestiones del corazón las reglas se podían romper sin querer. Simplemente pasaba. Comieron y bebieron hasta saciarse. En esa hora y media, el único sonido eran las voces que salían de la pantalla. Salvo por la parte que le tocó a Tomás hacer bullying cuando vio a Andrexa sorberse la nariz. No pudo contener las lágrimas al ver que los amigos se pelearon porque el chico se enteró de que ella había roto la regla número 9.

―No pienses ni de lejos que te voy a presentar a mis hermanos.

―No pienses ni de lejos que vamos a tener reglas.

―¿Eso quiere decir que te gusta mi hermano?

―No, tonto. Si no los conozco.

―Cierto.

La película terminó varios minutos después. Apagaron el televisor y juntos ordenaron el salón. Ya en la cocina, Andrexa puso la pava e invitó a su amigo a sentarse en la mesa de desayuno.

―Linda casa.

―Gracias. La ha elegido mi tío ―le contó ella― Él es el que está en el rubro inmobiliario, así que estoy segura de que esta fue su mejor elección.

La casa era enorme y la cocina sin duda era un lujo. No era el cuarto más grande pero cada cosa estaba puesta en su lugar. Era luminosa, llena de despenseros y alacenas. El horno estaba encajado entre medio de los muebles, al igual que heladera. La cocina era de esos anafes con vidrio que, si no andas con cuidado, podrías cometer la tontería de apoyar la mano arriba y quemarte sin que te des cuenta.

El teléfono de Andrexa sonó a lo lejos. Con un movimiento de cabeza le hizo entender a Tomás que se lo alcanzara. El joven lo agarró y sin querer se prendió la pantalla dejando al descubierto una notificación:

«Tyler Sánchez quiere ser tu amigo»

―Te mandó la solicitud de amistad nuestro Tyler.

Andrexa, que estaba probando el primer mate, empalideció y en un acto reflejo chupó la bombilla con fuerza y se quemó la lengua. Tomás al verla sonrió con picardía.

―¿Qué te pasó? Ni que te hubiera mandado la solicitud el anticristo.

―No, no pasa nada.

―Entonces, ¿Por qué te pusiste así? ―le preguntó examinando sus expresiones para tratar de encontrar la razón, aunque no se la dijera.

Andrexa puso los ojos en blanco y le alcanzó un mate mientras buscaba las palabras para sacarse esa pregunta de encima. La realidad es que ni ella comprendía por qué se ponía así cada vez que escuchaba su nombre.

―Me sorprende, solo eso.

―¿Y por qué te sorprende? Es normal que se tengan de amigos. Somos compañeros de clase.

―Es que se me quedaron colgadas sus palabras. Ya te conté lo que pasó ese día que me sacaron de la clase.

― ¿Cuándo te dijo que no tenía obligación de ser tu amigo?

Sintió que se le revolvía el estómago de solo recordar esa frase con la voz de ese chico, pero antes que pudiera decir algo más el teléfono volvió a sonar.

«Hola, quizás debería esperar a que aceptes mi solicitud para poder hablarte, pero no sé si lo vas a hacer. Te escribo para disculparme por las cosas que te dije en el patio la otra vez. No tenía un buen día y no quería hablar de nada serio en ese momento. Quizás pienses que soy un loco. Y sí, quizás lo sea. No prometo cambiar porque actúo muchas veces por impulso. También me quiero disculpar por lo del primer día cuando te choqué y te eché la culpa, también estaba loco y también la tarde que no te saludé. En fin, solo te escribo para pedirte perdón. Que tengas un buen fin de semana.»

Los dos leyeron atentamente cada palabra de su mensaje. Tyler se estaba disculpando. Ninguno de los dos se lo creía. Era muy raro de él.

―Te pidió disculpas.

―Eso veo. Y por Messenger ―Andrexa bloqueó su teléfono y lo dejó a un costado.

―¿No le vas a responder?

―No, ahora no. Quizás después ―dijo ella muy tranquila, intentando no mostrar que por dentro estaba impactada.

―¿Qué le vas a decir? ―insistió Tomás arqueando una ceja divertido.

―Que lo perdono. ¿Qué más podría decirle?

―Algo como "Esperaba tus disculpas con ansias"

―No seas tonto ―dijo ella poniendo los ojos en blanco.

Se sentía aliviada que su amigo lo tomara tan normal y le jugara bromas con el tema, porque ella apenas que podía respiraba sino era porque se decía así misma "inhala, exhala"

Tomás tenía razón, era lo menos que podía hacer. Pedir disculpas. Compartían toda la semana en clases, se juntaban entre todos y hasta ahora había hecho como que nada había pasado. Como si todo le importara tres rábanos. Y no era justo que estuviera pensando todo el tiempo si ella había tenido algo que ver en su forma de actuar para consigo, pero no. Al menos sabía que lo hacía porque era loco o al menos es lo que le hizo creer. Pero, ¿Por qué le afecta? Esa respuesta aún no la tiene y no creía que la pudiera resolver ese día, ni el siguiente, ni nunca. Porque le tenía miedo a la respuesta que pudiese encontrar dentro de sí. La única forma de mantenerse firme era buscando a Dios y eso es lo que iba a hacer.

―Este mate está amargo ―dijo con cara de asco.

―El amargo eres tú ―le soltó Andrexa revolviéndole el pelo con las manos.

―Pero, es cierto. Ponle azúcar.

―Si le puse.

―Pruébalo ―la instó Tomas acercándole el mate para que tome.

―Tienes razón, es un asco ―afirmó al mismo tiempo que lo escupía― Lo voy a preparar de nuevo.

―¿Cafecito?

―Sí, mejor café, pero te preparas el tuyo―, ordenó ella jodiendo.


Sálvame de mi (#PerlasWatt2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora