Ryuhito sonrió ladino al ver la expresión de sorpresa de la muchacha frente a él. — No, no puedo hacerlo Ryuhito, tengo prohibido tener citas — puntualizo con seriedad aplastante. El muchacho ladeó la cabeza confundido.
— ¿Así que puedes lanzarte a mis brazos sin ningún pudor pero no tener una cita conmigo? Eso es muy extraño, si me lo preguntas — dijo sin poder creérselo, recibiendo otro golpe en el pecho.
— ¡No seas idiota! — exclamó la muchacha sonrojada al máximo. —. La prohibición está estipulada en mi contrato, tengo prohibido tener citas para concentrarme de lleno en mi carrera y para evitar escándalos — .le explico con suavidad, como si de un niño pequeño se tratase; pero siguió sin comprender ¿desde cuándo que una mujer guapa tenga una cita es delito?
Bueno, aunque él también tenía prohibido tener citas, pero por razones mortalmente distintas. Estaba seguro que Young Mi no tenía todo un país cuidando de cada uno de sus pasos, solo tenía un jefe gruñón del que podía encargarse con facilidad, demás todo era una tontería... o al menos a él le parecía una tontería. — ¿Por qué sería un escándalo que tuvieras una cita? — inquirió intrigado y pensó que ella se enojaría, sin embargo fue todo lo contrario.
— A veces me da la impresión de que estoy hablando con un niño — murmuró sonriendo con ternura. Sin embargo, él hizo una mueca de disgusto, lo que menos deseaba era verse como un niño. Young Mi rio al ver su expresión —. Tranquilo, principito. Que no es literal, eres un hombre guapo y sexy, solo digo que me da la impresión de que pareces un niño a veces... eres demasiado inocente.
Su sonrisa se ensancho ante sus palabras y un sonrojo violento se apodero del rostro de ella, dándose cuenta de inmediato de lo que había dicho. — ¡No te emociones, principito! ¡Sigues siendo un tonto!
— Un tonto guapo y sexy — recalcó con humor, ganándose otro puñetazo en el pecho —. ¡Ay! Bueno mujer, han sido demasiados golpes, para o vas a terminar sacándome un pulmón.
Young Mi se cruzó de brazos, mirándolo ceñuda. Ryuhito suspiro — Volviendo al tema... si no puedes tener una cita conmigo, está bien. De todas maneras, no planeaba pedirte más nada, con que me acompañaras a esa fiesta infernal, me ayudaras a calmarme y me curaras las heridas fue más que suficiente.
Sonrió para sí mismo recordando aquel contacto visual tan intenso que compartieron en ese momento, como ella logro traspasar y sobreponerse ante la nube de ira que lo tenía fuera de sí.
— Ryuhito... eso no es suficiente — alzó una ceja un poco exasperado, claro que era suficiente.
Porque después de enterarse de todo lo que le hizo su familia a la suya, la vergüenza le invadió cada uno de los poros de la piel y por un momento maldijo la sangre que le corría por las venas. Si fuera un tipo normal, no tendría por qué cargar con tantos horrores que él nunca hubiera permitido, ni que lo amenazaran con cortarle la garganta. « No podemos cambiar los errores del pasado, lo importante es no volver a cometerlos » era lo que solía decirle su abuelo cada vez que el tema salía a la luz, sabía que en el fondo, este también se sentía frustrado con el tema. Después de todo, él cargo con el peso de todo lo que su padre hizo, cegado por las ansias de poder.
— Young Mi... mi familia dejo en la total miseria a la tuya. Si no hubiera pasado lo que paso, quizás la vida de tu abuelo, de tu padre y por lo tanto, la tuya hubiese sido muy distinta —. « Y no solo arruino la vida de ellos, tu familia arruino la vida de miles de personas » le grito su cerebro en un eco. Sacudió la cabeza tratando de disipar sus macabros pensamientos. Ya se sentía culpable lo suficiente como para agregarle más peso a su martirio. Young Mi bufó con clara frustración.
— Tú mismo lo has dicho, Ryuhito. ¨Quizás mi vida hubiese sido muy distinta¨ — Frunció el ceño ante el tilde irónico de su voz —. Te recuerdo que después de la segunda guerra mundial, vino la división de Corea (*) y un montón de conflictos más, aunque mis bisabuelos hubieran sobrevivido, nada podía garantizar que no lo perderían todo en algún momento, no podemos envolvernos tanto en cosas inciertas.
Hizo una mueca, sabía que tenía razón, con tantas guerras el destino era incierto, pero...
— Sé que para ti es difícil de comprenderlo, pero no tienes idea de lo que es sentirte como un monstruo.
Ella abrió los ojos, impresionada por su declaración y él le dedico una sonrisa temblorosa. Pensó en las palabras adecuadas para hacerla entender —. Desde que soy un niño he sido consciente de todo el daño que causo mi país durante la guerra... por toda Asia. Mucha sangre fue derramada, muchas vidas fueron arruinadas, pero no le había tomado la importancia que merecía... hasta que llegue aquí — Trago en seco, rememorando las miradas de odio de la gente, odio más que justificado, por demás. —. Mucha gente suele decir que el tiempo lo cura todo, pero esto no es así Young Mi, lo he visto con mis propios ojos, esta gente todavía sufre las consecuencias de la guerra que provoco mi familia, me odian y no puedo reprochárselos. Yo también me odio por ello.
De una zancada, se acercó a la muchacha que permanecía inmóvil y tomó sus manos, apretándolas con suavidad entre las suyas —. Por favor, permíteme ayudar a tu familia en todo lo que pueda, no es una molestia. Al contrario, es el honor más grande que puedes concederme y me haría sentir mucho mejor conmigo mismo — Young Mi no dijo nada en absoluto, metida en una burbuja de la que parecía no querer salir. Apretó un poco más sus manos, con la ligera esperanza de hacer estallar esa burbuja y que hablara.
— Conseguiré el dinero y lo donare a fundaciones benéficas — escupió de manera atropellada de repente, soltándose de su agarre. Él volvió a ladear su cabeza confundido —. Niños sin hogar, animales abandonados, vagabundos, víctimas de guerra... buscare cada fundación y donaré cada won que gastes en mis padres. Así tú te sentirás bien y yo también — Por el tono de voz que uso para decir aquello, supo de inmediato que no le estaba pidiendo permiso, le estaba avisando.
Asintió sin decir nada, no quería que se enojara y si se oponía a sus ideas era obvio que lo haría. Además de que era en serio que ya le dolía el pecho por tantos golpes. Tomó todas las carpetas y guardo bajo la mirada de la muchacha, que seguía cada uno de sus pasos con atención. Procuró aplicar todas las enseñanzas que le habían dado sobre contener sus emociones ¿Por qué esa mujer lo dominaba con tanta facilidad? No llegaba a comprenderlo.
Se sorprendió cuando no rechazo su mano para salir de la sala de archivos, pero al ver su expresión supo que se trataba de que aquel lugar le diera miedo. No la culpaba, después de todo a Ryuhito también le daba miedo ese entorno tan frio... sin importar el hecho que llevaba toda su vida rodeado por él. —. No olvides el cinturón — ordenó cuanto subieron al auto. Young Mi lo obedeció, enarcando una ceja, parecía que estaba analizándolo.
Se encogió en su asiento antes de indicarle al chofer que pasara por la agencia para dejar a la muchacha que mantenía su mirada escrutadora fija en él. Pasaron todo el camino en completo silencio y ella no paraba de observarlo. Maldijo para sus adentros ¿Qué quería verle, el alma acaso? Se sentiría menos inhibido si estuviera en ropa interior.
Agradeció a los dioses cuando el auto por fin estaciono en la agencia. Ambos bajaron del auto y acompaño a Young Mi hasta la entrada — Espero verte pronto — musito con repentina sinceridad que para su sorpresa, la hizo sonreír en lugar de patearlo
— Eres un poco raro, principito... ¿pero sabes qué? — se puso de puntillas y acerco la boca a su oído, se estremeció al sentir la calidez de su aliento tan cerca —. Me agrada— susurró antes de darse la vuelta, risueña.
La miro embobado hasta que entro a los dormitorios y cerró la puerta tras de ella. No podía describir la alegría que revoloteaba en su interior, pero de seguro si la demostraba, ya que sus guardias de seguridad contenían las risas al mirarlo.
Sin embargo, aquella alegría duro hasta que abrió la puerta de su cuarto y vio a Young Woon golpeando a su hijo con un cinturón.
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(*) La división de Corea fue un suceso histórico que, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría, llevó a la fragmentación de la península de Corea en dos Estados soberanos, Corea del Norte y Corea del Sur, cuya frontera se fijó en el paralelo 38º por un acuerdo entre la URSS y los Estados Unidos.
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El capricho del príncipe
RomanceLos caprichos de un príncipe mimado y las exigencias de una mujer independiente eran la fórmula perfecta para el desastre. -PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA: ¨"DESASTRE" (BORRADOR) Prohibida la copia total o parcial de esta obra. Código de Registro Safe...