Capitulo 29

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No tuvo tiempo de protestar cuando Sun Hee la metió al único baño que había en esa pequeña sala de estar. Cerró la puerta con pestillo, colocándose en frente de ella para bloquear cualquier intento de escape. Young Mi empezó a mover un pie con nerviosismo, preparándose mentalmente para el interrogatorio que se le venía encima.

— Primero vas a bailes con el príncipe, luego vas a salidas secretas de donde llegas muy risueña, ahora cotilleas en secreto con él e incluso le haces mimos. ¡Y ni hablemos de tu clara forma de marcar territorio frente a Min Suk! — Sun Hee estaba exaltada y tuvo que taparle la boca con la mano para que las personas afuera no la escucharan dar gritos. Cuando estuvo segura que ya no iba a hablar tan fuerte apartó la mano.

— Primero, yo no le hago mimos al principito, segundo ¡yo no estaba marcando territorio! — Young Mi frunció el ceño al pronunciar esas palabras ¿de verdad no era lo que había hecho? Sun Hee enarco una ceja divertida.

— No me quieras ver la cara de estúpida, Young Mi, lo único que te falto fue hacerle un chupetón en el cuello para dejar claro que tiene dueña — señaló la peli rosa de manera socarrona con una sonrisa de oreja a oreja plantada en su pálido rostro. Ella apretó los labios frunciendo todavía más el ceño. ¡Ella no era nada de Ryuhito!

— ¿Qué quieres lograr con esta conversación, Sun Hee? — preguntó de mala gana, empezando a sentir la irritación llenar cada uno de sus poros, nunca se había puesto de mal humor tan rápido, en circunstancias comunes las personas debían esforzarse más para sacarla de sus casillas.

— Que admitas que sientes algo por él.

Los ojos casi se le salieron de las cuencas cuando su mayor pronuncio esas palabras. En definitiva, debía estar loca. ¡Ella no podía sentir nada por Ryuhito ni por nadie! Estaba prohibido en su contrato y el contrato lo era todo para ella.

Pero no para su corazón.

Pensó de nuevo en todo lo que había conocido del príncipe heredero hasta ahora, tratando de buscar algo que no le agradara, Nada. Ryuhito había desmontado todos y cada uno de sus prejuicios contra él con cada una de sus acciones, bueno, excepto que sigue siendo un patán coqueto, aunque si seguía siéndolo solo con ella, no era ningún problema. Sin embargo...

— No creo que yo sea lo él necesite.

No había que ser experto en casas reales para darse cuenta del ambiente machista que rodeaba a la realeza ¿las mujeres no podían gobernar solo por ser mujeres? ¿Solo podían aspirar a ser consortes? No se atrevía a pensar en que otro tipo de tratos recibían las mujeres ahí dentro, Young Mi era incapaz de imaginarse siendo la sombra de un hombre. Quería un compañero, no ser la mascota de nadie. Ryuhito podía no tener ese comportamiento, de hecho solía ceder bastante fácil a sus exigencias, sin embargo, si la casa imperial lo ordenaba, él lo haría. Era su deber

Sun Hee le dedico una sonrisa comprensiva, colocándole las manos en los hombros, en manera de apoyo. — Tranquilízate mujer, no te estoy diciendo que te cases con él, sería muy apresurado — ella pestaño varias veces, confundida por su risa —. Te estoy diciendo que te diviertas, Ryuhito no va a estar aquí para siempre, puede que esté más o menos dos años ¿Qué tiene de malo que salgas con él? Al hombre le gustas, se nota, le brillan los ojos como un cachorrito cuando te ve. Solo le falta menear la cola.

Young Mi se rio ante su comentario, aunque sintió una gran satisfacción al pensar en ello... le encantaba sentirse deseada. Casi nunca le ocurría, la mayoría de los hombres lo único que hacían era hablar pestes sobre ella, cosas como que era demasiado delgada, poco atractiva y que una mujer con ese carácter tan pesado no atraía a nadie.

— Si tu preocupación es Young Woon, yo me encargare de él, no se enterara — añadió al ver que ella lo estaba considerando —. No te niegues a sentir cosas, Young Mi, los amores de verano pueden ser muy bonitos. Es mejor intentarlo ahora a que regrese a Japón y te arrepientas toda tu vida por dejarlo ir sin siquiera hacer algo.

La determinación de su amiga le lleno los pulmones del ánimo que necesitaba. Tenía razón, al carajo el contrato, Ryuhito no iba a estar ahí para siempre, si lo dejaba ir tan fácil...

El sonido de la puerta interrumpió el venidero agradecimiento — ¿Chicas, están bien? — inquirió una voz masculina al otro lado con evidente preocupación. Sun Hee le sonrió burlona y ella rodó los ojos, hablando del rey de Roma.

— No te preocupes, solo nos retocábamos el maquillaje — se excusó la pelirosa en cuanto abrió la puerta, dejando ver al principito solo. Lo más probable es que los demás estaban en la cocina ayudando a Chiasa, Sun Hee le guiño un ojo antes de salir del baño, dejándola a ella adentro y al principito en la puerta, mirándola con la intensidad acostumbrada.

Tragó en seco, vale, había aceptado lanzarse ¿pero cómo iba a hacerlo? No quería parecer una ofrecida, debía mantener el control de la situación pase lo que pase... o al menos aparentar que lo tenía. Salió del baño manteniendo una expresión de indiferencia, a pesar de que sabía a la perfección que debía tener la cara roja como un tomate.

Sintió como él la seguía a la sala de estar donde Ji Soo y Sun Hee cotilleaban. Dios mío, sabía que en algún momento iba a contárselos ¿pero tan pronto? Esa mujer debía aprender a tener paciencia. Era como una máquina de chismorrear

Chiasa y Dae Hyun parecían entretenidos en la cocina, la verdad es que olía muy bien. También vio que Haneul servía algo en unas copas que luego ponía con cuidado en una bandeja. ¿Vino? La verdad es que le vendría bien un trago. Lo que no le sentó bien de ninguna manera, fue ver como se acercaba a ellos y ofrecía una copa a Ryuhito.

— Él no bebe alcohol, Haneul — avisó y se arrepintió de inmediato de haberlo hecho. Puesto que recibió todo tipo de reacciones distintas, Haneul dejo el vaso a un lado, sonrojada. Ji Soo y Sun Hee contenían las ganas de echarse a reír, y Ryuhito tenía plantada en el rostro la sonrisa más arrebatadora que cualquier ser humano pudiera esbozar en la tierra mientras la observaba. Incluso las dos personas que había en la cocina se habían quedado en el más completo silencio.

— Lo siento — musitó su menor con el rostro teñido por la vergüenza. Young Mi trago en seco, sintiéndose culpable —. No lo sabía.

— No lo sientas — exclamó Chiasa tras de ella, acercándose a donde estaban ellos, su vista se dirigió de ella al príncipe y viceversa, muchísimas veces. Se sentía como si estuviera pasando por unos rayos x —. De hecho, muy pocas personas saben ese dato. Hay té de duraznos en la nevera, hermanito, lo prepare para ti esta mañana, puedes bebértelo todo.

— ¡Duraznos! — todos se sobresaltaron ante el grito de infantil emoción que profirió el principito, saltando del sofá para casi correr hacia la nevera, donde volvió a chillar al abrirla —. ¡Y hay más! ¡En serio Onee-san, eres la mejor!

Ryuhito saco la fruta de la nevera, mirándola como si hubiera encontrado un millón de dólares, Chiasa rio con ternura — Lávala antes de comerla — ordeno con dulzura y el principito asintió sin dejar de mirar el tesoro entre sus manos.

— No sabía que te gustaban tanto los duraznos — ¿había dicho eso en voz alta? Todas las miradas volvieron a enfocarse en ella de inmediato, su filtro cerebro boca estaba fallando con creces, eso no era para nada llevar las riendas de la situación.

El único que no pareció notar nada fue el aludido que solo la miro con los ojos brillantes —. Podría comer duraznos sin parar hasta que me duela el estómago — puntualizo dándole una enorme mordida a la fruta. Ella asintió a su respuesta, intentando por todas sus fuerzas no sonreír.

« Mantén la calma, mantén la calma...»

— Le encantan los duraznos desde que era un niño — susurró una voz a su lado y se sobresaltó al darse cuenta de que era Chiasa, que estaba observándola de la misma manera analítica — Me sorprende que no lo sepas aún, pareces saber mucho de mi hermano.

Ignoro apropósito su tono receloso y mantuvo una expresión neutra en su rostro. — Él me cuenta las cosas que quiere contarme — susurró en respuesta, encogiéndose de hombros para fingir desinterés. Vio como la princesa entrecerraba los ojos, buscando el más pequeño signo de flaqueo. Ella apenas y parpadeó.

— Se va a enfriar la cena — dijo la mujer, dándole su espacio personal al fin. Se contuvo de no suspirar de alivio para no llamar su atención de nuevo y la vio dirigirse a la cocina, murmurándole algo al principito en el camino.

Iba a ser la cena más incómoda de su vida.

El capricho del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora