Capitulo 52

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Young Mi era incapaz de hacer otra cosa que no fuera maldecirse a sí misma, ya que en ese momento, se supone que debía estar en el dormitorio, descansando y preparándose para otro ajetreado día en su carrera que estaba empezando a construir. Sin embargo, se encontraba otra vez en un auto perteneciente a la casa imperial japonesa, rodeada de una cantidad exagerada de escoltas, en compañía de un príncipe maltrecho y una princesa al borde de un ataque de pánico. Otra vez, había cedido a los caprichos del príncipe.

Con cierto horror, había descubierto que era incapaz de decirle que no, de alguna u otra manera. Aunque claro, luego de un puchero tan adorable que llegaba a dar asco y un par de ruegos era muy difícil negarse a cualquier cosa. Más, si un hombre guapo y golpeado era el dueño de esas acciones.

« Claro... sigue justificando que eres una mujer débil »

Sacudió su cabeza, disipando aquellos pensamientos. Sin saber muy bien el porqué, su mirada se dirigió a Chiasa que de inmediato levanto la vista del suelo, sonriéndole de manera poco tranquilizadora, aunque sabía perfectamente que esa era su intención. Esa sonrisa era igual a la que Ryuhito solía poner cuando no quería contarle algo... cada vez más, tenía la impresión de que ese par fueron cortados por la misma tijera.

En algún punto, Ryuhito se había quedado dormido a su lado, al igual que Jong Suk, que se encontraba desparramado en el asiento delantero del auto. Ambos, aferrados de manera sospechosa al cinturón de seguridad como si se estuvieran ahogando y la cinta fuera el único salvavidas a su alcance. Cosa, que le hizo recordar que no le habían dicho nada del accidente.

Si fuera una situación normal, encontraría la manera de sonsacárselo, pero, esta vez, tenía un gran impedimento para hacerlo. Ryuhito siempre había demostrado cierta paranoia en lo que se trataba en seguridad de los autos, cosa que con absoluta obviedad, tenía que ver con la muerte de sus padres; tema que él no solía tocar para nada y ella era incapaz de hacer que hablase de ello. Seria cruel, así que esperaba que le contara lo que había pasado por su propia cuenta. Sin pensarlo mucho, acaricio su rostro cubierto por una barba incipiente, haciéndolo abrir los ojos de golpe.

Parecía un poco desorientado y sobretodo, temeroso. Algo que le causo una profunda tristeza.

— Tranquilo — susurro pasando el pulgar con suavidad por su mejilla —. No ha pasado nada, te encuentras bien.

— Perdona — respondió él de manera algo atropellada, incorporándose en su asiento —. Estaba teniendo un mal sueño ¿aún no llegamos?

Negó con suavidad, la verdad, es que ella no tenía una idea muy clara de a dónde iban. El príncipe suspiró agotado aunque no volvió a dormir, simplemente, se limitó a verla a los ojos por un buen rato en el que en ningún momento se sintió tentada de apartar la mirada. Al contrario, sintió el mismo deseo abrasador de hace un rato corromperle las entrañas con fuerza y quiso con todas sus fuerzas, estar a solas de una buena vez.

Quizás Ryuhito sintió lo mismo, ya que notó como empezaba a ruborizarse. Si no estuviera tan ansiosa, se burlaría de él sin dudarlo. Era divertido que por primera vez, ella no fuera la única alterada de la relación.

Para su dicha o desgracia, una llamada de atención de Chiasa los hizo salir de su burbuja para darse cuenta de que al fin, habían llegado a su destino. Un hotel en el centro de Seúl, enorme y por demás, ostentoso. ¿Habían tardado tanto para llegar ahí? Estaba segura que no estaban tan lejos de los apartamentos donde se encontraban antes.

— Yoshio tardo demasiado en escoger un lugar — se quejó Chiasa mientras entraban por las lujosas puertas, como si de alguna forma leyera sus pensamientos —. Pensé que íbamos a estar horas dando vueltas en círculos por la ciudad.

El capricho del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora