Capitulo 30

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«Tienes muchas cosas que explicarme, Ryuhito »

Casi se atraganta con la fruta cuando su hermana lo llamo por su nombre completo, era definitivo, acababa de meterse en problemas. La pregunta ahora radicaba en que rayos había hecho para meterse en problemas ¿será por lo de hace unas horas? Descartó esa idea de inmediato, si fuera por la escenita de Dae Hyun lo hubiese regañado en el momento.

¿Escucharía lo que le dijo a Young Mi en el auto? Tampoco lo creía, si lo hubiese hecho su mejilla ya estuviera hinchada por la bofetada que le hubiera propinado por atrevido.

— Por favor, tomen asiento, serviré la comida — Chiasa había usado ese tono de fingida elegancia que usaban todos en la casa imperial cuando estaban molestos y querían ocultarlo. — Dae Hyun y yo preparamos Yakisoba (1) ¿alguna de ustedes lo ha comido antes?

Ji Soo asintió con una sonrisa amable — Si, una vez viaje a Japón y lo comí en un puesto callejero, estaba muy bueno — Chiasa le dedico un gesto amable satisfecha por su respuesta, sin embargo su expresión cambio de forma radical cuando le dirigió una mirada a Young Mi.

— ¿Y tú, Young Mi? ¿Alguna vez lo has probado? — Ryuhito frunció el ceño ante el tono desdeñoso que uso para dirigirse a la muchacha, ahí estaba, su problema era Young Mi ¿pero porque? Se estaba comportando muy bien, mejor de lo que esperaba, de hecho. No le había pegado en ningún momento y su lengua viperina había estado bien guardada durante toda la noche.

Entonces, si no había hecho alarde de su violenta especie y no había proferido ningún comentario sarcástico ¿Cuál era el problema?

— Jamás he salido de Corea — contesto la muchacha con el ceño fruncido, su hermana asintió apretando los labios y metiéndose en la cocina, disgustada. A Ryuhito aquella afirmación no le sorprendía, había visto imágenes de la casa donde vivió Young Mi toda su infancia. Tenía las paredes derruidas e incluso la mesa donde comían ya estaba podrida. Apenas y podían comer ¿Quién iba a pensar en viajes?

Sintió como Dae Hyun se acercaba a él por la espalda — A tu hermana no le cae muy bien Young Mi... lleva mirándola raro desde que salimos del estadio — susurró en voz bajísima. Él asintió a lo obvio.

— ¿Te ha mencionado algo al respecto mientras cocinaban? — Dae Hyun negó con suavidad ante su pregunta.

— Nada, pero como te digo, no paraba de observarla de manera extraña, creo que tienes un gran problema ahora mismo.

Asintió dándole la razón, aunque gran era un apelativo que se quedaba corto al problema que tenía entre manos. Conocía a su hermana como la palma de su mano y sabía que si no le caía bien Young Mi iba a hacer todo lo posible para que no se acercara a él. Cosa que no podía permitir bajo ninguna circunstancia, no había luchado tanto para que su hermana estropeara la relación que había logrado entablar con la muchacha.

Tampoco iba a permitir que pisoteara sus sentimientos.

La incomodidad en el lugar era palpable, a pesar de que la comida estaba buenísima. Durante la velada, varias veces tuvo ganas de levantarse para gritarle a su hermana que dejara de mirar a Young Mi de esa forma, y al ver que la aludida estaba irritada, quiso rogarle de rodillas que por favor no avasallara a su hermana mayor.

Cuando todos terminaron de comer, se levantaron en silencio. Se ofreció a lavar los platos para que las chicas pudieran huir con rapidez y evitar el inminente desastre que se avecinaba si no separa a Young Mi y a Chiasa ahora mismo. Por esa misma razón, sin caer en exageraciones, los empujo por la puerta para instarlos a salir.

— Muchas gracias por la comida — murmuró Haneul ofreciéndoles una tímida inclinación. Trato de sonreírle, encontrándose haciendo una mueca. Su comportamiento le recordaba muchísimo al que tenían las mujeres que la casa imperial buscaba para complacerlo y tuvo una sensación muy desagradable al respecto, no le gustaba para nada ese tipo de mujeres.

Él prefería las mujeres independientes, fuertes y seguras de sí mismas. A diferencia de lo que dictaban las leyes imperiales, deseaba una compañera. No una mascota incubadora que lo obedeciera en todo y sirviera nada más para tener hijos.

Veía todo eso en Young Mi.

De manera inconsciente busco con la mirada, encontrándola detrás de Dae Hyun. Al contrario que su compañera, mantenía una postura firme a pesar de tener los brazos cruzados debajo del pecho en forma de protección. Ella sonrió y esta vez, no tuvo ningún problema en esbozar una gran sonrisa devuelta.

Sonrisa que su hermana no tardo en notar.

— Muchas gracias a ustedes por venir — siseó apresurada, jalándolo del brazo para meterlo de nuevo en el apartamento. Vio como Dae Hyun gesticulaba un « suerte » antes de que su hermana cerrara la puerta en sus narices. Maldijo el momento que acepto pasar la noche en su casa. Se dio la vuelta para mirarla, viendo que tenía los brazos puestos en jarra en la típica postura que utilizaba para regañarlo desde que eran niños. Se balanceo sobre sus pies, esperando con paciencia lo que tenía que decir.

« Mantén la calma... mantén la calma... »

— Nunca en nueve años, le habías contado a nadie que no bebes alcohol, lo normal era que declinabas las copas alegando cualquier cosa — acusó de inmediato y Ryuhito infló las mejillas, pensando en que tenía razón. Jamás había dicho que no bebía alcohol ya que eso implicaba tener que contar la historia tras de ello. No sabía porque lo hizo, pero por alguna razón tenía el impulso de siempre ser sincero con Young Mi. aunque bueno, algo en su interior le decía que tampoco sería demasiado fácil mentirle, esa mujer lo descifraba con una facilidad tremenda. Y no iba a admitir que le encantaba.

Pero a Chiasa al parecer no tanto.

— Ella no es buena para ti, Ryu-kun — musitó su hermana, relajando la postura, al contrario de él que se puso tenso de los pies a la cabeza —. Solo tienes que mirarla para darte cuenta, la agencia de la casa imperial jamás la aprobaría

Ryuhito se quedó de piedra y apretó la mandíbula al punto de que parecía que iba a rompérsela.

— La casa imperial no tiene que aprobarla, Chiasa. Tengo que hacerlo yo — siseó con rabia. Estaba comportándose de manera irracional, lo supo en cuanto ella volvió a fruncir el ceño.

— ¿Tengo que recordarte las reglas?

No, no tenía que recordárselas, las conocía de memoria. Primera regla, no mostrar emociones en público, una sonrisa elegante era más que suficiente. La segunda, el príncipe debía concentrarse en sus deberes, representar al honorable pueblo de Japón y ser ejemplo para las personas.

De la segunda regla, derivaba la tercera, la agencia de la casa imperial iba a proporcionarle una lista de mujeres escogidas cuidadosamente usando parámetros especiales, mujeres con una educación exquisita que provinieran de familias de buena posición económica, que fueran vírgenes con un útero sano para poder asegurar un heredero y sobretodo, lo más importante, que estuviera dispuesta a cumplir todos y cada uno de los deseos del heredero al trono sin rechistar.

De repente, la ansiedad lo inundó. Antes, esa idea le habría dado igual por completo, de la misma forma que no le parecía extraño que hubieran personas las veinticuatro horas del día vigilando todos y cada uno de sus movimientos con creces, teniendo que pedir permiso hasta para tomar el sol en el jardín. Ahora, la sola idea de volver a encerrarse en casa a escuchar a sus profesores regañarlo, estudiar historia de Japón y tener sexo con mujeres pagadas lo hacía entrar en pánico.

No volver a ser libre le rompería el corazón.

No podía imaginarse sin escuchar las conversaciones interminables de Dae Hyun todas las noches, sin sus salidas nocturnas, o sin su carrera diaria por las mañanas. Quería seguir teniendo su propio dinero, gastarlo en lo que le diera la gana sin tener que dar explicaciones, comer toda la comida chatarra que quisiera y no preocuparse por lo que dijeran los demás... no podía soportar no volver a ver a Young Mi.

Iba a ser muy cursi decirlo, pero jamás pensó que esa muchacha iba a terminar metiéndosele bajo la piel de esa manera ni que se pudiera llegar a sentir tanta admiración por una mujer. Por eso, esta vez, estaba dispuesto a romper todas y cada una de las reglas impuestas desde que nació, por eso, no iba a dudar en hacérselo saber a su hermana. Sonrió para sí mismo.

— No me importa.

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(1) Yakisoba, literalmente "tallarines fritos", son originarios de China pero hoy en día están integrados enteramente en la cocina japonesa.

El capricho del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora