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—¿¡Me estás siguiendo!? —Le reclamé de manera agresiva.

—No, por aquí es mi casa —Susurró algo avergonzado— Aparte, ni sabía que eras tú.

Mi alteración fue bajando poco a poco pero no me atreví a pedirle disculpas a ese idiota. Nunca me he acercado a los chicos desde que empezó mi adolescencia por todos los abusos que cometió mi padre contra mí, cosa que ni mi madre ni nadie lo sabía. Entonces todos me apodaban la lesbiana no revelada que me fue dado por Sullivan, una de las "estúpidas" de mi anterior instituto.

Michael (sí, era Michael) se quedó parado en medio de la calle esperando a que yo dijera algo. Rodé mis ojos de manera disimulada y me volteé para empezar a caminar hacia mi casa pero lamentablemente estaba más que pérdida.

—Crystaline, si quieres te guío hasta tú casa.

Me detuve por un segundo para pensarlo. Si seguía así llegaría a mi casa en la noche así que no me haría mal aceptar su propuesta pero que ni se crea.

—Está bien, estoy perdida así que no me va mal que me ayudes —Le dije sin mirarlo a la cara— Mi casa es naranja con un toque de rosado zapote. Es la más grande del vecindario y la entrada es un portón de madera gigante.

—Creo que sé cuál es, ven.

Se adelantó hacia mí y como que iba a agarrar mi mano pero le esquivé y él desvió su mirada hacia otra parte que no fuera yo.

Empezamos a caminar sin mencionar palabra alguna, entonces vi una casa blanca con partes de rojo no muy encendidas y sentí que ya estaba llegando a mi jodida casa porque ya estaba muerta del hambre.

—Mira, allá la veo —Señaló la casa que estaba a lo lejos entonces pude notar que era esa por la ventana de ni cuarto que tenía las cortinas de color celeste y tenía una planta.

Dejé a Michael atrás y fui corriendo hasta mi casa. Él me siguió... ¡No! Ahora éramos vecinos, maldita sea la hora en que tuve que irme a este estúpido país.

Su casa era un poco más pequeña que la mía y era de color verde medio azulado o algo así. Me imaginé que su cuarto era el del lado izquierdo porque vi un bajo o tal vez era una guitarra. Volteé a verlo para regalarle una mirada asesina y él me dio una sonrisa amplia y fresca, estúpida vida.

—Ahora es que llegas —Dijo mi madre quitando los plato de la mesa— ¿Te fue pésimo verdad?

—Me perdí y pues sí, no hice amigos de ninguna índole —Susurré— Y para el colmo el chico que odio vive al frente.

—Por cierto, hoy comeremos en la casa de los vecinos. Son amigables.

En cuanto escuché "comeremos en casa de los vecinos" mis planes se hicieron pedazos. Yo no quería ver a Michael otra vez, no quería verle la cara de bobo que pone cada vez que me ve, no.

—No quiero ir, no tengo hambre —Solté de repente y mi madre negó.

—No Señorita, vamos a comer en casa de los vecinos quieras o no —Me dijo con un tono mandón.

Tiré mi mochila en el sofá y fui directo a mi cuarto con una cara enojona. Estaba tan furiosa; yo no quería tener ningún tipo de relación con Michael y su familia porque sabía que mi madre no dudaría en intentar hacerme novia de Michael, porque nunca he tenido uno y jamás he dado un beso, me estaba frustrando esta situación.

Mi madre tocó a mi puerta queriendo decir que bajara para irnos a comer a casa de Michael. Entonces retoqué un poco mi brilla labios y bajé las escaleras lo más calmada que podía.

Salimos de la casa y cerré el portón de madera. Mi mamá tocó a la puerta de la familia y una señora rubia de unos cuarenta o cincuenta años nos atendió. Tenía un vestido verde hasta las rodillas, llevaba unos tacones negros y su pelo estaba suelto por los hombros.

—Buenas tardes —Dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja— Pasen.

Nos hizo el paso para entrar a la casa y en cuanto entré me sentí cómoda en el lugar. En cuanto entrabas estaba la sala donde habían dos muebles de color zapote, la televisión no era ni tan grande pero ni tan pequeña y las cortinas eran verdes todo estaba muy colorido.

—¡Robert! —Gritó ella de manera animada. Rápidamente bajó un hombre de unos cincuenta años, era alto y Michael se parecía un poco a él.

—Buenas tardes —Dijo él estrechando la mano de mi madre y luego la mía.

—Buenas tardes señor Robert —Dijo mi madre con una sonrisa.

Luego de unos minutos bajó Michael con una polera negra, unos pantalones ajustados del mismo color y unos converse y al parecer se había acabado de bañar porque tenía el pelo un poco mojado. Sonreí para mis adentros, no sé qué carajos me está pasando.

Y bueno, esa era la familia Clifford.

my four idiots ✧ mgc (book #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora