Patán

6 0 0
                                    

Han pasado tres días desde que discutí con Madeline, y la verdad es que ni siquiera me ha pasado por la cabeza volver a ese inhóspito lugar.
Lo único malo de esto es que la comida de la nevera se terminó, al igual que mi dinero.
Solamente me sobró un poco para pedir mi última cena. Pero no importa si tengo que pasar ayunas a partir de ahora, no quiero volver a verle la cara.
Todo este tiempo estuvo jugando con mis pensamientos y de pronto se deshace en llanto como si con eso fuera a olvidarlo todo. Se equivoca si cree que voy a compadecerme de su inútil martirio cuentista.

Hoy es viernes y se supone que tendría que verme con Liliana para ver la susodicha lluvia de estrellas.
No son más que ilusiones muertas desde hace millones de años.
Aunque si lo pienso mejor esto me ha facilitado bastante la tarea, ahora no tendré que decirle nada ni romperle el corazón, mucho menos tener que verla a los ojos. Simplemente dejaré de saber de ambas para que se esfumen de mi vida como si nada hubiera pasado nunca.
No necesito de nadie más aquí. Ni siquiera tengo intenciones de ver el cielo y esa estúpida lluvia de estrellas.
Tarde que temprano caerán en un agujero que absorberá todo brillo que alguna vez existió.
Simplemente me sentaré, me relajaré y haré como si mi vida empezara de nuevo.
Actúa con serenidad, la historia acabó justo antes de empezar.

Escuché pequeños golpes en mi puerta, seguramente es la cena que pedí.
Me dirigí hacia allí y la abrí lentamente. Mi estómago rugía salvajemente, y tenía que disfrutarlo, después de todo sería la última comida que tendría por estos días.

«¡Maldición

«Ya sabes qué hacer»

—¿Liliana?, ¿qué haces aquí?, ¿cómo supiste que vivo aquí?
—No he podido estar tranquila sin saber de ti, ambos quedamos en que nos veríamos hoy, ¿por qué no fuiste?
—¿Ambos?, Madeline fue quien respondió por mí. ¿Cómo sabes que vivo aquí?
—Tomamos el mismo camino la última vez que salimos, pero ahora seguí derecho, empecé a preguntar por ti y llegué hasta aquí.
—Maldición, pero si no le hablo a nadie de los que viven cerca.
—Un chico serio con tintes oscuros no es muy difícil de distinguir.

Liliana volvió, tan bella y transparente en su dulzura como en la primera vez que me vio.
La notaba preocupada, y su voz angelical me hacía retorcerme internamente en mi propia culpabilidad por haberla flechado a lo que yo pensé que era verdad.

—Cariño, ¿qué es lo que pasa?
—Liliana, por favor no.
—Déjame pasar, ¿si?
—¿Qué quieres hacer?
—Quiero estar contigo.
—No es necesario.
—Te extraño mucho.

Sabía que no era lo correcto pero de todos modos la dejé entrar.
Tímidamente, como si tuviera el poder de controlar la frecuencia
Entristecía todo nuestro alrededor con su tétrica melancolía
Yo sólo la veía de espaldas, y quería pensar que era la mujer de mis sueños, quien que había llegado para quedarse.
Esa mujer por la que tanto he pregonado y por la cual he rechazado mujeres artificiales.
La mujer por la que tanto he desvelado en mis propios relatos y tanto he imaginado en mi mundo ideal.
Pero en realidad, mis ojos veían una mentira alimentada por estolidos pensamientos que habían sido impregnados en mí.

Ambos nos sentamos en la cama de mi cuarto. No pensaba hacer ninguna locura, pero ella sola se estaba poniendo la soga al cuello.

«Lo estás haciendo bien»

—Haz estado muy raro estos últimos días, ahora siento que me ignoras y que lo único que quisieras es que no nos veamos. ¿Qué sucede?, amor mío, ¿en qué he fallado?
—En nada.
—¿Entonces por qué eres así conmigo?
—...
—¿Te he hecho algo malo?
—No, nada de eso.
—¿Por qué no salimos para que vuelvas a sentirte como el hombre por el que tanto anhelo?
—...
—Te quiero.
—¿Cómo puedes querer a alguien así tan rápido?
—No es eso, es por lo que eres, yo sé que eres una fantástica persona.
—Creo que piensas mal.
—Cariño...
—No me digas así.
—Vamos, yo sé que sientes algo por mí, por favor, dime algo que me traiga de rodillas, eso me aliviaría eternamente.
—Liliana...
—Amor mío.

LilianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora