Al día siguiente fue exactamente la misma rutina, que ni siquiera tengo ganas de contar.
Mi noche y mi despertar sólo trataban de desenvolver qué es lo que quiere decir Madeline en realidad.Quisiera pensar que es un poco intrigante, pero no deja de llegarme una voz que me afligía ciertamente.
Lo único 'interesante' que tengo en mi vida son los acertijos mentales que incluso pueden ser simples sugestiones mías y que no signifiquen nada en particular.
Mi vida se convirtió en monotonía desde hace mucho tiempo y tal parece que en lugar de salir del cascarón, me enredé yo solo, e incluso me acostumbré, lo único valioso en mí son mis pensamientos, mismos que no puedo afirmar que sean del todo optimistas o los más profundos, no me considero ningún filósofo ni revolucionario, sólo trato de tener algo de qué hablar aunque sea conmigo mismo.La misma chica, a la misma hora, mismo café. Al parecer le gusta el café totalmente negro.
—¿Esta vez no dirás nada? —pregunté ansioso.
—¿De qué hablas? —respondió.
—¿Hoy no hay acertijos, ni pistas, ni nada? O que me sugieras hablar con
aquella chica.
—No, te molesta. No diré nada.
—Pero... No no, no me refiero a eso.
—No necesitas decir más.
—Pero yo sí necesito que tú digas más.
—Por eso tus molestías, ¿no?, por hablar de más.
—Es que no me entiendes —me sentía desesperado, ahora quería que ella me contara más, como si tuviera control total ahora de lo que pensaba, ella sabía en qué estaba pensando.
—Ve a descansar.
—No, lo siento, es sólo que tantos acertijos, las frases citadas, esa chica, es como si todo eso tuviera algo escondido detrás.
—Relájate, te digo que sólo son pensamientos tuyos.
—¿No dirás nada más?
—Ve a descansar, o no hay paga.«Oh mierda, la he regado»
—Madeline, pero ayer también me mandaste a descansar temprano.
—De eso no te preocupes, créeme, lo importante es que te encuentres a ti mismo antes de que termines de pudrirte internamente.Vaya palabras duras las que me había dedicado, pero antes de tomarle algún rencor, sabía que tenía razón, y más evidente aún, ella sabía entonces de mi malestar interno y por eso me dejó ir, eso significa que sí sabe lo que pienso cuando estoy cerca.
Al regreso sólo sentía la lluvia caer suavemente sobre mi cara. Era una lluvia bastante pasiva, que tenía el olor de la tierra mojada como toque especial, tal como si el cielo llorara tiernamente por alguna pérdida.
Me sentía confundido, y a unos cuantos metros de donde yo estaba, conforme avanzaban mis pasos, escuchaba el sonido proveniente del piano que tocaba un ebrio, en el centro. La taberna de la ciudad.
Logré ver el reloj de un local y eran las seis de la tarde. Era muy temprano para regresar y sólo revolvería más mi cabeza con lo que estaba pasando, si algo necesitaba para avanzar era dejar mi mente en blanco primero.
Así que tomé la decisión de ir a esa taberna.Cuando llegué sólo vi los picaportes de la puerta que abrí y pasé de forma desapercibida, nadie volteó a verme, como es costumbre. Es como si estuviera solo de noche.
Fui a la barra y me pedí un vino blanco que ni siquiera estoy acostumbrado a beber, pero cada libra que se iría en él tenía que valer la pena.
Nunca me ha gustado ningún tipo de alcohol, pero al menos para complementar la noche serviría.Tenía mi mirada perdida en el diseño de la copa. Elegante, un poco alta
aunque no muy ancha. Supongo que el diseño de esta era lo que le daba el
valor.
Mi acompañante era la melodía proveniente del piano que se deshacía en tonos graves del sinfónico artista alcohólico que lo tocaba. Parecía un recital de tragedia, o peor aún. Un lamento lunático.Aquel alcohólico se detuvo por un momento. No sé si para ir al baño o pedirse una bebida, pero debo admitir que para su estado, no lo hacía nada mal.
Aunque dejó un momento de silencio, en el que escuché los picaportes volver a abrirse, volteé lentamente la cabeza y, ¡oh sorpresa!«No de nuevo»
En retrospectiva me sentí de nuevo en la cafetería, las mismas sensaciones que cuando ella entra y parece tomar control del lugar cambiando las frecuencias.
Ahora sentía ese vino barato en mi paladar como un café amargo. Quizá no tuve que haber volteado, pero de igual manera un espejo que se encontraba frente a mí me hubiera matado la curiosidad.
Es la misma chica. Sí, la misma.
Podría tratar de ignorarla pero en cuanto entró se percató de mi presencia y volví a sentir sus ojos puestos en mí.
Ya ni siquiera tenía ganas de acabarme este maldito vino.Cautelosamente observé lo que ella hacía, fue a la barra y se pidió un whiskey, se sentó sola en una mesa que estaba a unos cuantos metros de donde yo estaba.
«¿Lo hago?, ¿y si acercándome a ella obtengo una respuesta a todo lo que
Madeline ha dicho»
Pensaba internamente en dirigirle la palabra, sabía que era una apuesta arriesgada, podía obtener una respuesta, o enfrascarme en más preguntas.Caminé lentamente a donde estaba ella sentada, no estaba muy seguro de lo que hacía pero tal vez podría obtener mínimo una pista.
«Aquí voy, con total neutralidad, sin intenciones de nada»
—¿Puedo sentarme?
Ella únicamente me vio, al escuchar mi voz sus ojos rápidamente me examinaban como si la hubiera asustado, y su piel volvió a acusarla en color rojizo.
Fijamente, en el centro de sus pupilas, brillaban intensamente como si viera en mí algo más valioso que una reliquia.
—S... Sí.
Así que sólo me senté, y traté de ser conversador, que no es ningún secreto, no es mi mayor virtud.
—Eres tú quien ha ido estos dos días a la cafetería, ¿verdad?
—Sí, soy yo.
—¿Cuál es tu nombre?
—Li...li
—¿Qué?
—Liliana, perdón, mi nombre es Liliana.
—Ah, Liliana, muy bien. ¿Qué te trae por aquí?
—Nada en especial, sólo...
—¿Sólo?
—Perdón, es que...
—Estás muy nerviosa.
—No no no, nada de eso.Debo admitir que ya me había arrepentido de haberme acercado, era totalmente patético, no podía ni ligar tres frases seguidas, y tan sólo la he saludado.
«Diablos, ésta chica no habla nada, ahora cómo me voy de aquí, acabo de llegar y ya la estoy pasando mal»
—Mejor cuéntame, ¿te gustó el café?
—S... sí, estaba rico.
—Lo he notado.En ese momento sentí la presencia de alguien más, no sabía exactamente
donde pero sabía que alguien me estaba viendo, así que miré hacia el espejo de enfrente.
Madeline estaba allí.«Oh no, cómo mierda supo que estaría aquí, seguramente ella fue quien mando a esta chica y por eso me dejó ir tan fácil».
—Liliana, lo siento, pero tengo que irme. Nos vemos cuando regreses a la cafetería, ¿vale?
—Emmm, sí.
Inmediatamente salí a paso acelerado para buscar a Madeline, pero en cuanto abrí los picaportes ella ya no estaba, ni en ese lugar de mala muerte, ni en las calles de alrededor. Se había ido.
Cada acto me hacía pensar que todo esto se trataba de una conspiración y que sólo jugaban una broma pesada donde el anzuelo ya lo había
mordido. Pero ya no tenía idea de cómo librarme de él.

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Liliana
AcakEn la deriva de alguna estrella fallecida, se escribe la última carta con lágrimas de esperanza de volver a lo que alguna vez fui. Luzbel me arrebató lo único que tenía, mi castigo es una eternidad de reflexión y asumiré toda la culpa. «Te extraño t...