― ¿Miranda eres tú? ―Gritó la mamá de Miranda, desde la que Santiago creía que era la cocina.
―Sí, mamá, soy yo ―contestó ella―. Invité a mi amigo a venir, supongo que no te importará ya que querías conocerlo ―añadió, y tomó a Santiago de la mano para ir a dónde su mamá estaba―. Mamá, te presento a mi amigo, se llama Santiago, él es con quien pase la otra tarde.
―Hola mucho gusto, Santiago ―comenzó diciendo la mamá de Miranda mientras lo saludaba de mano.
―Mucho gusto, señora ―saludó él también.
―Es un gusto conocerte, pero vamos toma asiento y cuéntame algo sobre ti, como les fue hoy en escuela.
―Mamá, no creo que sea un buen día para esto, créeme que no creo que quiera contar nada acerca del día de hoy ―comentó Miranda, interrumpiendo a su madre, ya que ella no sabía por lo que su amigo estaba pasando.
―Ok, entonces de ser así creo que dejaré que vayan a hacer lo que quieran hacer y nos conoceremos otro día.
―Está bien, señora, la próxima vez le contaré algo sobre mí ―añadió Santiago, y luego se fue con Miranda hacia su habitación.
La habitación de Miranda era muy grande, además de que estaba muy bien decorada, tenía algunos discos en un estante, una pequeña lámpara de noche, una que otra fotografía en su tocador, entre muchas otras cosas. Lo que más le llamaba la atención era el color de las paredes, que estaban pintadas de negro con algunas manchas de varios tonos de gris.
―Si mi habitación era increíble la tuya es súper ultra mega impresionante ―dijo Santiago, impactado.
― ¿En serio crees eso? ―Quiso saber Miranda. Ella no pensaba eso, le gustaba más la habitación de su amigo, todos podían pintar las paredes o pegar posters, por lo que tapizar con sus dibujos era una idea más original.
―Sí, en serio ―respondió él, y luego bajó la mirada un poco, recordar que su padre estaba hospitalizado le preocupaba un poco, pero Miranda quería que se distrajera, así que trató de olvidarlo por el momento. Seguro que él estaría bien.
― ¿Qué sucede? ¿Por qué bajas la mirada?
―No por nada, simplemente me sentí un poco mareado, pero ya estoy bien ―mintió.
Durante unas horas del día, Santiago y Miranda estuvieron juntos haciendo cualquier locura que se les venía en mente para distraerse y matar el tiempo. Habían comido, hablado, visto una película, la mayoría de las cosas que hacen los amigos, además no necesariamente necesitaban salir para divertirse; ellos se las arreglaron y se divirtieron sin la necesidad de tener que salir a algún parque o algún lugar al que la gente normalmente va.
―Miranda, no quiero parecer molesto ni nada de eso, pero ya son más de las siete. Creo que es hora de que regrese al hospital y ver si hay algo sobre mi padre ―mencionó Santiago. Ya había pasado mucho tiempo con ella, y se había divertido y distraído mucho, quería seguir ahí para pasar más tiempo a su lado. Pero la distracción no era suficiente para olvidarse de que su padre estaba hospitalizado.
―Ok, pero no te irás solo, como te había dicho yo te acompañaré. ¿De acuerdo? ―Añadió ella, y fue a avisarle a su mamá que acompañaría a su amigo a un lugar―. Listo, ahora vamos.
Una vez en el hospital, ambos se acercaron para preguntar sobre el estado del padre de Santiago, que al igual que la última vez que había preguntado, seguía igual, grave y no despertaba, además de que les dijeron que si pasaba una semana y no despertaba, entonces declararían que estaba en estado de coma. Eso no era nada bueno. Pero Santiago confiaba en que eso no sucedería, un accidente automovilístico no era tanto como para que alguien quedara en coma, a menos claro que se hubiera golpeado la cabeza de una manera brutal.
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El Tímido Amor ©
Teen FictionDerechos reservados. Registrado en Safe Creative con el numero de identificación: 1501102958248 Esta es una historia sobre como conoces a alguien que quizá con su tiempo puede ser esa persona que estabas buscando, esa persona que te hace sentir únic...