Capítulo 5

201 5 2
  • Dedicado a Alan Rojas Huesca
                                    

―Santiago ya es hora de levantarse ―dijo el padre de Santiago, que estaba tratando de despertarlo―. Vamos debes darte un baño para ir a la escuela y apurarte sino llegarás tarde ―añadió cuando vio que comenzó a despertar.

A Santiago no le agradaba mucho la idea de ir a la escuela ese día, prefería quedarse dormido en casa pero lo haría para ver a su amiga. Después de darse un baño y vestirse, miró la hora y ya era tarde, llegaría tarde si se iba caminando pero no había otra manera de ir, o eso pensaba.

― ¿Quieres que te lleve? ―Preguntó su padre. Santiago no podía creer que aún no se fuera, por lo general siempre se iba antes que él y sin despedirse.

―Está bien ―respondió Santiago―. Solo porque llegaré tarde si me voy caminando ―añadió con un tono serio, avisándole a su padre que aún estaba molesto.

Subió al auto de su padre y estuvo muy serio, ni siquiera veía hacía el frente, iba mirando por la ventana para no tener que verlo, aún no estaba dispuesto a darle esa oportunidad que su padre le pidió la noche anterior, quería seguir así por unos días y entonces si su padre se lo volvía a pedir entonces tal vez lo haría.

―Ayer entré a tu habitación y vi que estuviste llorando, ¿puedo saber por qué? ―Cuestionó su papá muy curioso, nunca había visto que su hijo llorara, y por eso le preocupaba más haber visto que lo hizo.

―No, aunque quisiera decírtelo no tienes tiempo para escuchar, si te lo cuento ahora sería como hablar con el aire porque no me escucharías ―contestó él. Estaba molesto porque su padre vio que había estado llorando, debió haberse encerrado para que no lo hubiera visto, odiaba que lo vieran llorar, y más tratándose de su padre.

―Ok, entonces te seguiré contando que mientras estuve en tu habitación vi algunos de tus dibujos, y son muy buenos ―comentó su padre, quería hablar un poco con su hijo para iniciar a acercársele.

―Creí que sólo eran dibujitos inútiles y absurdos, eso fue lo que me diste a entender ayer ―le recordó Santiago. No quería hablar en lo más mínimo con su padre―. Ahora quieres sólo darte prisa porque no quiero llegar tarde ni hablar contigo.

Al escuchar lo que Santiago había dicho se concentró en el camino, ni siquiera le respondió, y fue un golpe que no quisiera hablarle ya que llegaría tarde al trabajo sólo porque quería hablar con él mientras lo llevaba, incluso había tomado un camino largo para estar con él más tiempo, pero de nada funcionó.

Cuando llegaron a la escuela en la que Santiago estudiaba, su padre se despidió de él, pero Santiago simplemente bajó del auto sin mirarlo o decirle adiós con la mano, nada, y fue ahí cuando su padre entendió por completo el daño que le había hecho a su hijo durante los dos años que no estuvo con él. Ahora Santiago no quería hablarle ni escucharlo, justo lo que él hizo con su hijo durante ese tiempo, y comenzaba a sentir lo que Santiago sintió. Pero no sentía el mismo dolor porque Santiago estaba completamente solo, a diferencia de su padre, que durante esos dos años tenía amigos en el trabajo con los que podía platicar y contarles varias cosas; lo que Santiago no pudo hacer en ese tiempo.

―Hola, Miranda ―saludó Santiago, con muy poco ánimo cuando entró a su salón y la vio sentada.

―Hola, Santiago ―contestó Miranda―. Tienes los ojos vidriosos, ¿qué sucedió? ―Quiso saber ella, Santiago lucía como si quisiera llorar por algo, y tal vez podría ayudarlo a solucionar ese algo.

―Una estupidez, algo sin importancia ―respondió él, pero, ¿en serio era algo sin importancia? ¿O no quería hablarlo con nadie?

―Ok, sé que estas mintiendo, si fuera algo sin importancia no estarías así. Sé que algo sucedió, quizá algo que hiciste y desearías no haber hecho, o  alguna otra cosa, pero no te obligaré a decírmelo. Si quieres mantenerlo como un secreto yo lo entenderé y no te presionaré para que me lo digas ―murmuró ella y luego lo abrazó. Todos los veían pero no importaba, todo el mundo podría pensar lo que quisiera, porque ella sabía que lo hacía porque él lo necesitaba.

El Tímido Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora