Miranda despertó muy tranquilamente, vio que seguían en el mismo lugar en el que ella y su amigo habían estado para ver aquella película, seguro se había quedado dormida. Miró a un lado y vio a Santiago aún dormido, lucía tan inocente cuando dormía, quieto, con sus ojos cerrados, estando en un mundo de fantasías en el que todo puede suceder. No quiso despertarlo, así que con mucho cuidado, tratando de no hacer ruido, intentó de alcanzar el reloj que estaba en la mesa de centro. Eran las once con veinte minutos, un poco temprano para la hora en la que despertaba los sábados. Aprovechó que su amigo aún dormía tranquilamente y volvió a dormir un poco más.
Algunas horas más tarde, Santiago se levantó pensando que sería temprano, miró el reloj que estaba en la mesa de centro, que marcaba las dos treinta y siete de la tarde. Se sorprendió de haber dormido tanto. Nunca se había despertado tan tarde, ni siquiera sabía cómo diablos pudo haber dormido tanto tiempo. Vio a Miranda que aún continuaba dormida.
Se levantó cuidadosamente sin despertarla para ir a la cocina a tomar un poco de agua y comer una manzana ya que tenía un poco de hambre, no le sorprendió, ya que no habían cenado nada y debido a lo tarde que se levantó tampoco desayunó. Quería despertar a su amiga para que comiera algo, pero no la molestaría, así que terminó de comer su manzana y fue darse un pequeño baño de agua tibia para terminar de despertar.
―Miranda ―susurró Santiago, al salir de bañarse y ver que su amiga aún estaba dormida―. Miranda, vamos tienes que levantarte ya es tarde.
― ¿Qué hora es? ―Preguntó ella, sin abrir los ojos.
―Son las tres quince de la tarde ―susurró él.
― ¿Qué? No puedo creer que haya dormido tanto ―exclamó ella, y miró el reloj para comprobar si era cierto lo que su amigo le decía. Y así fue―. Hasta yo misma me sorprendo. Nunca había dormido tanto ―explicó mientras se ponía de pie.
―Tranquila, lo dices como si dormir estuviera mal ―mencionó Santiago―. Creo que deberías comer algo. Al igual que yo no desayunaste nada así que será mejor que comas algo ahora. Yo ya comí una manzana hace un rato. ¿Quieres que intente prepararte algo?
―No, está bien, sólo quiero alguna fruta y ya ―comentó, dirigiéndose a la cocina.
Santiago recogió los cobertores sobre los que habían dormido él y Miranda, los dobló todos juntos y los guardo. Luego tomó las almohadas y las arrojó a su cama. "¿Cómo estará mi padre?", pensó mientras regresaba a la sala.
Tenía muchas ganas de ir al hospital y volver a preguntar como estaba, pero no serviría de nada. Lo más seguro era que al igual que los días anteriores le dijeran que seguía igual: muy grave y sin ningún avance. Por eso prefirió no ir al hospital ese día, mejor lo disfrutaría estando con su amiga, podrían salir a cualquier lugar que se les ocurriera, después de todo su mamá sabía que ella había dormido ahí, así que supuso que no habría ningún problema, que sabría que estarían los dos juntos.
― ¿Quieres que vayamos al hospital para ver como sigue tu padre? ―Interrogó Miranda cuando vio a Santiago sentarse en uno de los sillones.
―No. Hoy no. Aunque me gustaría ir prefiero quedarme aquí a que me digan que no ha habido avance alguno ―murmuró él, mirando el piso. No tenía sentido ir cada día al hospital y estar ahí por varias horas si ya sabía que no habría ningún avance. Sería mejor quedarse en casa con su amiga a que le dijeran eso y que aún no podía pasar a verlo. De ser así en esta ocasión no se contendría y haría cualquier estupidez sólo por la angustia que sentía al no poder ver a su padre.
―Ok. ¿Entonces qué quieres hacer?
―Podemos salir al parque a tomar una nieve, un cappuccino o lo que sea. No quiero estar aquí toda la tarde como siempre ―dijo Santiago, mirando hacia donde su amiga se encontraba.
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El Tímido Amor ©
Novela JuvenilDerechos reservados. Registrado en Safe Creative con el numero de identificación: 1501102958248 Esta es una historia sobre como conoces a alguien que quizá con su tiempo puede ser esa persona que estabas buscando, esa persona que te hace sentir únic...