Capítulo 15

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  • Dedicado a Gema Downey Holmes
                                    

Miranda se encontraba  ya en la casa de su abuela. Lo único que había hecho desde que había llegado era escuchar música y quedarse recostada mientras pensaba. Sus padres habían comenzado a preocuparse un poco. ¿Qué tendría Miranda en la cabeza para estar así desde que abordaron el avión? Sabían que en parte era por haberse despedido de Santiago pero, debía haber algo más, algo que ellos no sabían.

La verdad era que sí, había algo que ellos no sabían, y ella no quería contarles. ¿Cómo les dices a tus padres que le gustas a tu mejor amigo? Seguro que nadie en el mundo les diría eso. Nadie. Tenía que asimilar la sorpresa que se llevó cuando su amigo se lo dijo. Debía admitir que, quizá a ella también le gustaba Santiago, sin embargo no estaba segura. Cuando pensaba en él sentía algo que no tenía idea de lo que era: una amistad muy grande, o tal vez algo más que sólo amistad.

Tenía miedo de lo que sentía. Pensar en aquel instante en el que se despidió de su amigo hacía que sus lágrimas quisieran humedecer sus ojos, mas no quería hacerlo. Llorar no ayudaba a resolver nada, aunque te hacía sentir mejor. Prefería seguir tratando de ordenar su mente y escuchar las canciones que le gustaban; escuchar música la ayudaba a pensar y a sentirse mejor. Se identificaba un poco con la canción que escuchaba: "Tantas preguntas pero no me pregunto ¿por qué? Tal vez algún día pero no ahora. Silencio, silencio ahora..."

Continuó pensando y escuchando la misma canción una y otra vez, hasta quedarse profundamente dormida. En sus sueños por fin había encontrado un poco de tranquilidad, un lugar en el que no debía pensar en nada. Se encontraba en un bosque, trepada en la rama de un árbol mientras comía una fruta. Todo era hermoso: conejos saltando, mariposas volando, Santiago en la rama de un árbol vecino... "¿Qué demonios?" pensó Miranda, atragantándose con la fruta que estaba masticando. ¿Qué diablos hacía Santiago ahí? Decidió ignorarlo.

Alzó la mirada hacia arriba para mirar las nubes: una tenía forma de rosa, otra de conejo. También había algunas que tenían forma de letras y formaban la frase: Miranda, me gustas. Al verla, cayó del árbol y se golpeo contra el suelo. Debía ser una pesadilla, primero aparece Santiago, luego las nubes escriben aquello... ¿Pero qué rayos sucedía? ¿Por qué ni en sus sueños podía olvidar aquella escena?

Abrió los ojos, encontrándose en su habitación. "Por primera vez, me alegro de haber despertado" pensó, y se levantó para ir a tomar un poco de agua. Aún era de noche por lo que parecía: todas las habitaciones se encontraban cerradas, las luces estaban apagadas, y afuera estaba oscuro. Podría haber continuado durmiendo, mas no quería, no si esos sueños volvían. Regresó a su habitación y se acurrucó en la cama para protegerse del tremendo frío que hacía.

Cuando salió el sol, salió al patio cubriéndose el frío con una manta. Se sentó en el lugar en el que los rayos del sol la ayudaran a calentarse, y se quedo ahí sentada, mirando el amanecer. Nunca había hecho algo parecido, pero en esa ocasión lo necesitaba; necesitaba perderse dentro de ella misma y encontrar una respuesta, algo que le indicara qué sentía por Santiago, cualquier cosa.

Las horas pasaron lentas, y ella seguía ahí, sola, sin moverse, sin despegar su vista del cielo. Sus padres salieron con una taza de café cada uno, las tazas se hicieron añicos al ver a su hija sentada en el piso con el frío que hacía. Ambos se apresuraron a llegar hasta donde se encontraba para hacer que entrara a la casa pero, ella no parecía estar ahí, su mirada estaba perdida y no se percatada de lo que sucedía a su alrededor, era como si se hubiera desconectado del mundo y hubiera entrado en su mente.

Al no poder hacer que su hija se diera cuenta de que ellos estaban tratando de hacerla reaccionar para que entrara, su padre la cargó en brazos y la llevo a su habitación. Aún estaba con la mirada perdida, desconectada de todo, pero al menos ya no estaba afuera soportando el frío. ¿Qué le sucedería para estar así? ¿Qué era lo que le hacía tener ese comportamiento? ¿Por qué no se percataba de nada a su alrededor? Sólo ella conocía las respuestas y no estaba dispuesta a decírselas a sus padres.

El Tímido Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora