Capítulo 10

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  • Dedicado a Santiago Austen Lozano Guerrero
                                    

Molesto y frustrado por no poder hacer las cosas bien, Santiago se dirigió a su habitación, dónde se encerró y se metió en la cama con los audífonos puestos. Por primera vez en la vida no quería pensar en Miranda. Debía hacerlo o sino ese sentimiento que sentía por ella se haría más grande, hasta el punto de no poder negar que en serio sentía algo por su amiga, algo más que sólo amistad, y no quería sentir eso.

Se cubrió la cabeza con una almohada y trató de pensar en cualquier cosa que no fuera Miranda. Dio vueltas por la cama una y otra vez. Pero por más que lo intentara no podía sacarla de su mente. Ella era la única chica que se le había acercado y había estado con él en todo momento. Eso hacía que fuera más difícil dejar de pensar en ella.

Además, no podía negar que Miranda era atractiva, lo que más le gustaba de ella era su cabello y sus ojos. Eran tan hermosos que con el simple hecho de imaginárselos hacía que fuera más imposible dejar de sentirse así. Pero sus ojos, su cabello, su linda sonrisa, ella era tan perfecta que sentía mariposas en el estomago cada vez que la veía. Una sonrisa se dibujaba en su rostro cuando lo miraba con esos ojos tan bellos y profundos. Sus ojos color café oscuro que cada vez que los miraba entraba en un mundo de ilusiones junto con ella a su lado. "Espera, ¿en qué rayos estoy pensando? No debo enamorarme de Miranda, ¡no debo! Ella sólo me ve como un amigo y nada más. Así que no debo sentir nada que no sea amistad por ella", gritó Santiago en su mente, y sus ojos se pusieron vidriosos.

Aunque se lo obligara a sí mismo, no podía dejar de sentir cariño por Miranda. Y no era sólo un cariño de amigos. No podía negarlo, se estaba enamorando de ella, y eso era algo que no podía evitar. Pero, ¿cómo no iba a hacerlo? Si desde que se conocieron ella le mostró mucha confianza, amistad, afecto, y sobre todo, siempre lo apoyaba en los momentos difíciles.

Él sabía que en muchas relaciones de amistad entre un chico y una chica, uno de los dos, por lo general el chico, termina enamorándose de su amiga. Pero eso no era lo que le preocupaba. Sino que si el chico se lo dice a la chica, en la mayoría de las ocasiones ella no le corresponde y la amistad termina. Eso era precisamente lo que le preocupaba a Santiago, y la razón de no querer enamorarse de Miranda. No quería que su amistad terminara. No podría saber que había perdido a la única amiga que tenía sólo por contarle sus sentimientos.

Santiago tenía miedo, y no de enamorarse, sino de que ella sólo lo viera como un amigo, o peor aún, que su amistad terminara en el momento en que se lo dijera.

Las lágrimas encontraron el camino de salida, por más que se resistiera a llorar no podía dejar de hacerlo. "¡Si se supone que el amor te hace sentir feliz, ¿por qué me siento tan triste?!", se preguntó Santiago en su mente una y otra vez. Era una total frustración enamorarse de alguien que sabes que jamás en la vida te verá más que sólo como un amigo. Pero, ¿cómo estaba seguro si Miranda sólo lo veía como un amigo? Debía descubrirlo y no sacar conclusiones adelantadas.

Sus malos pensamientos no lo ayudaban en nada. El único sentimiento que sentía en ese momento, además del enamoramiento, era la confusión. No estaba seguro de saber si le gustaba o no estar enamorándose de Miranda. Su corazón le decía que ella era la chica indicada para él. Pero su mente le decía que eso jamás podría suceder, que su amistad terminaría si se lo decía a su amiga. Estaba totalmente confundido y agobiado, no tenía la menor idea de qué debía hacer. Ignorar lo que sentía y no arriesgarse a nada, o decírselo a Miranda y arriesgarse a que su amistad terminara en ese instante.

Todo lo abrumaba, no podía encontrar un lugar en su mente en el que se sintiera tranquilo, sin ninguna preocupación. Es esos momentos su mente era un completo caos y no lo soportaba. Deseaba tanto poder estar tranquilo por unos minutos para poder cuidar a su padre y descansar un poco. Sin embargo nada se obtiene sólo con desearlo. Debía encontrar una manera de relajarse por sí mismo, y así hacer que esos pensamientos lo dejaran tranquilo. Pero, ¡no podía hacerlo! Se creía patético por dejar que algo así lo tuviera de aquella manera, no sólo triste, sino también sin poder impedir que las lágrimas encontraran como salir de sus ojos.

El Tímido Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora