Capítulo 14

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Luego de escribir la carta, Santiago limpió toda la sangre del piso, no podía dejarlo así porque, si lo hacía, su padre preguntaría la razón por la que había tanta sangre en el piso. No quería tener que explicarle eso, así que, limpió todo el piso, borrando todo rastro de sangre que había en él. Después, fue al baño a limpiarse el brazo, aunque le gustaba ver ese líquido rojo, tenía que aparentar que sólo había estado dormido si era que su padre había tocado la puerta y él no abrió. Una vez limpio el piso y su brazo, se metió bajo las sabanas de su cama y cerró los ojos para entrar en el mundo de sus sueños.

Miranda estaba en el aeropuerto, esperando a que Santiago llegara, su vuelo saldría pronto, y no podía hacer nada para retrasarlo. Eran las doce con quince minutos del medio día, su avión saldría en quince minutos, si su amigo no llegaba, no podría despedirse de él, se iría sin haber dicho "hasta pronto...". "No, me niego a pensar en eso. Santiago vendrá, yo lo sé" se dijo Miranda a sí misma para quitarse la idea de que se iría sin despedirse.

―Pasajeros del vuelo 2649 con destino a Monterrey, favor de abordar ―se escuchó luego de un rato, el vuelo de Miranda estaba a punto de salir. Ya era tarde, tendría que irse así como así, sin despedirse de Santiago. Tomó sus maletas, y comenzó a caminar en dirección a la puerta de abordaje de su avión.

― ¡Miranda, espera! ― ¿Sería verdad? ¿Santiago había llegado? Ella se giró para comprobar si lo que había escuchado era a su amigo. Y así fue.

―Santiago, al fin llegas ―comentó ella, y corrió hacia él para abrazarlo. Un minuto más y no habrían podido despedirse―. Mi vuelo está a punto de salir. No tenemos mucho tiempo.

―Sí, lo sé ―fue lo único que él pudo decir antes de que la madre de Miranda la llamara―. En fin, toma esto, quiero que la leas cuando tengas tiempo ―mencionó, dándole la carta que había escrito en la noche―. Adiós, nos vemos cuando terminen las vacaciones ―murmuró y le dio un beso en la mejilla a su amiga

―Hasta pronto, Santiago. Te echaré de menos ―susurró Miranda con la voz quebrada, mientras algunas lágrimas salían, y luego salió corriendo para que su madre no siguiera gritándole, mientras con su mano le decía adiós a su amigo.

― ¡Espera! ―Gritó Santiago, y después se echó a correr para alcanzarla. Volvió a abrazarla, mientras le susurraba en el oído―: No quiero que te vayas sin que sepas que tu... ―hizo una pequeña pausa―. Tú, me gustas... ―terminó de susurrar y luego la soltó para no retrasarla más.

Ella se quedó perpleja por un minuto, no sabía en lo absoluto lo que debía hacer o decir, por lo que se alejo de Santiago para abordar su avión.

¿Qué debía hacer, o sentir? Su amigo le había dicho algo que tendría que pensar durante todas las vacaciones. Ya no podría regresar para abrazarlo, llorar a su lado y darle una respuesta, ya no. Debía esperar hasta que regresara, no le respondería nada por chat, así no se debe responder a algo como eso.

Varias lágrimas resbalaron por su mejilla. Su madre, al verla, le preguntó que le pasaba, por qué lloraba, a lo que ella sólo respondió que era haber tenido que despedirse de Santiago. Pero no era lo único por lo que lloraba.

Santiago iba caminando muy tranquilo por la calle. Había logrado decir lo que tanto tiempo había ocultado, pero no sabía lo que Miranda pensaría, haría o sentiría. Pateaba cada piedra que se encontraba en su camino para distraerse en lo más mínimo que pudiera. Faltaban muchas calles por caminar para llegar a su casa, sin embargo, por más lejos que estuviera, prefería caminar, así estaría fuera de su casa el mayor tiempo posible, porque tenía claro que en el momento justo en el que llegara y entrara a su habitación, se recostaría en su cama y se echaría a llorar.

El Tímido Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora