Silencio

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La princesa estaba esperando pacientemente a su príncipe pero mientras él perdía el tiempo, ella perdía la paciencia por lo tanto perdía misericordia y benevolencia
¡Que le corten a la zorra la cabeza!

Estaba observando el vapor salir de mi boca por el clima gélido cuando dos chicas pasaron casi corriendo, ambas en uniforme y el mismo que el mío. Sus brazos estaban entrelazados y se aferraban fuerte la una a la otra y notabas lo ansiosas que estaban solo con observarlas caminar a ese paso tan rápido que parecía que corrían.

Así eran las cosas por aquí estos días. Todos andaban así por las calles y trataban de no estar solos. Este pueblo nunca fue un lugar peligroso ni famoso por sus historias de terror, ni nada por el estilo. Este pueblo era famoso por la laguna angelical, una laguna preciosa con alrededores preciosos y que era más hermosa en este época del año porque con el clima se congelaba y era perfecto para patinar. También por nuestros cultivos de diferentes cosas. Y ya. Nada tétrico, ni macabro a menos que los granos de café te causaran terror. Pero eso había cambiado, desde hace seis semanas han estado asesinando a diestra y siniestra, hasta ahora solo han habido según los oficiales cuatro muertes.

Y sí, matan gente en el mundo todos los días ¿Que es lo importante aquí? Bueno, tal vez sea la forman en la que las víctimas han sido encontradas. Keyla Austen, de mi edad y una compañera de clases —diecisiete años— fue encontrada dentro de un contenedor de basura, su cuencas estaban vacías y en lugar de sus ojos habían dos rosas, su boca estaba completamente roja como si su brillo labial hubiera sido sangre lo que en realidad había pasado, no tenía ningún diente y todo el contenedor estaba adornado de flores blancas manchadas de rojo, el rojo de su sangre.

Le seguía Ginny Bennett, de quince años, como sus padres viajaban mucho tardaron en darse cuenta pero al notar que su hija no le devolvía las llamadas y no se reportara decidieron verificarla a ver si todo estaba bien; a penas entraron a su casa en la alfombra estaba su mano ya oliendo asquerosamente mal, de camino a las escaleras había un rastro de sangre en la cima estaba su pierna, en la puerta de su cuarto estaba su torso, dentro de su cuarto estaba su cabeza. Lo mas espeluznante no era eso, era que quién sea la persona degenerada que la asesino cosió los bordes de su boca para simular una sonrisa, sus ojos estaban cerrados y cosida a su sonrisa había una rosa ella tenia en su boca justo la parte de las espinas.

Todos los asesinatos eran así de brutales y crueles. Esas chicas antes de morir eran maltratadas de un modo inhumano. Sólo hubo una víctima de un chico y era por eso que la gente cuidaba más a las chicas pero la verdad era que todos estaban intranquilos. En algún momento el Asesino de las Rosas —como todos los llamaban— se cansaría de torturar solo chicas. Nadie estaba a salvo.

Y aunque hayan contado hasta ahora nada más cuatro muertes yo no me lo creía. De ninguna manera eran cuatro muertes.

Eran cinco. Porque Sanya también fue su víctima. De eso estaba seguro.

Buscaron por días cualquier carta de suicidio que pudo haber dejado mi amiga pero nunca consiguieron nada. Y me rehúso a creer que se fue sin despedirse. Simplemente no era el estilo de Sanya. Entiendo que no haya queridos decirle nada a sus padres o a sus hermanos pero ¿Que hay de mí? Ella se despediría de mí. Y ella no estaba deprimida, no tenía problemas de gravedad, no tenía problemas con nadie, no tenía las supuestas señales de cuando la gente está gritándote silenciosamente por ayuda. Nada. Simplemente silencio. Un silencio que a veces lograba aturdirme.

El Asesino de las RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora