El prisionero del cerro rico (Roberto Arancibia López)

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Caminando por el Cerro Rico de Potosí, en compañía de unos mineros antiguos que desde hacía años trabajaban en este imponente yacimiento argentífero, vienen a colación varias de sus viejas historias, entre ellas la de "El prisionero del Cerro". A la pregunta, la respuesta; me contaron la historia como la sabían ellos, y dice así:

"Un joven del cual ya nadie recuerda su apellido, hijo de minero y una palliri, cansado de trabajar en la mina desde que tenía uso de razón y siempre en compañía de su familia, renegaba de su vida de minero. Al correr de los años su carácter se empezó a agriar; es decir, se volvió más huraño y despotricaba contra el coloso de plata. Cierto día se enteró de que uno de sus amigos había hallado una veta de plata, era de las que te sacaban de pobre en un santiamén, y la envidia lo empezó a roer por dentro y en tal afán empezó a trabajar con ahínco creyendo que así igual le pasaría; sin embargo, vanos fueron sus esfuerzos ya que el Cerro no le concedía tal oportunidad que él creía merecer.

A tal desesperación, este joven recurrió nuevamente al hecho de expresar su rabia contra el coloso de plata, sin que obtuviese respuesta. Cierto día, estando solo, prometió en su desesperación concederle al Cerro Rico de Potosí el sacrificio que este le pidiera, de tal suerte fue su imploración que el alma del Cerro Rico le escuchó y a los pocos días estando en el paraje de su padre que a la fecha había muerto, no de pena sino de viejo y siguiéndolo como fiel compañera su esposa murió poco después de pena, recordando los felices días pasados junto a hombre honrado, trabajador y atento.

Solo frente al mundo, nuestro joven protagonista de esta historia se encontró a un golpe de martillo sobre la punta metálica de tojear que le cayó un brillo metálico al que con los sucesivos golpes le siguieron otros y otros trozos de mineral que del brillo de la lámpara de carburo, en infinitos puntitos luminosos, llenaban los ojos de nuestro joven afortunado que había encontrado su premio a tanto reclamo.

De tan alegre como estaba, salió corriendo cargado de un saco de mineral; sin embargo, he aquí que no daba con la salida, de tantos agujeros, parajes, recortes, chimeneas y de todo tipo de horadaciones que realizó en el Cerro en busca de esa veta de plata, no podía o no recordaba por donde era la salida. Pasaba el tiempo y solo al dar vueltas regresaba a donde estaba la veta de plata, más no daba con la salida.

En la ciudad, su hermana, una mujer de pollera que había aprendido a trabajar y a ganarse la vida de acuerdo a esta se le presentaba y vivía feliz, trató de averiguar qué le había pasado a su hermano, de tres meses que no lo veía y todos lo dieron por muerto o que se había ido a otro país".

Todos lo daban por hecho; sin embargo, en los últimos años varios mineros dicen haber visto a un joven cargado de mineral y que les pregunta por dónde es la salida, creyéndolo un compañero le dan la información; sin embargo, luego se dan cuenta que no lo habían visto nunca. Muchos incluso le quieren pegar creyéndolo un ladrón de minerales pero al acercarse a él, les empieza a salir sangre de la nariz o se desmayan. Por ello si alguna vez lo ves, solo dile dónde está la salida y sigue trabajando, y reza por él para que algún día encuentre la salida que busca.

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