Kalak en El Alto (Miguel Lundin Peredo)

62 5 0
                                    

La policía no sabe nada de lo que hago quizás porque en el fondo quieren ocultar la verdad de mi existencia en El Alto, me llamo Dexalus Kalak pero se me conoce como el niño de los tesoros de la tanatología. He nacido en las montañas de Babaría hace siglos, soy un engendro producido por la unión blasfema de una demonia llamada Glorainex y un ángel llamado Thanatoniel, tuve que poseer el cuerpo fresco de un niño fallecido de inanición en la época de la Peste para poder vagar libremente entre los hombres.

He visto al mismo Fhürer morir en su bunker mientras me pedía llorando que le diera la inmortalidad; he fornicado con el cuerpo joven de Eva Perón mientras le decía al oído que la matarían pronto.

Ahora vivo en este país extraño donde me alimento de los órganos frescos que una traficante de este material orgánico llamada Lady Quirófano me vende a cambio de que le revele las respuestas ocultas en el grimorio que un hechicero llamado Kalrevruga escribió con el infame título de " Verum Morte Nos trae".

Estoy caminando vestido como un conde victoriano por las calles alteñas buscando algo que hacer en la incertidumbre de mis actos; veo un inusual atraco donde un vendedor de jugo de naranja es semi-destripado delante de mis ojos. Los ladrones huyen con su celular Samsung S6 en sus manos mientras yo levantó un pedazo de tripa ensangrentada con un guante de cirujano para luego masticarlo como si se tratara de un caramelo.

Un policía me dispara en la espalda. Volteo sorprendido. El guardián de la ley deja caer al suelo su pistola temblando como si fuera un motor de auto que está en etapa de desperfecto final.

-Suicídate, ya sabes cuál es el trato, imbécil-le digo mientras recojo el arma para colocarla en su mano derecha.

Sigo mi caminar dándole la espalda al potencial suicida involuntario; escuchó un disparo mientras cantó una vieja canción kosovar que aprendí en la guerra de los Balcanes.

Un carro policía estaciona frente a mí para luego seguir su recorrido nocturno, mientras delante de mí, se arrodilla un yatiri para pedirme sabiduría ocultista.

Mi vida es una locura pero quizás por eso mismo puedo hacer lo que hago, porqué el infierno y el cielo hicieron un incesto la noche que mi madre me trajo al mundo.

Cuentos, relatos y narrativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora