La rosa negra (Graciela D. Ortuño)

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En Lutie existía una leyenda que hablaba acerca de una mágica rosa negra. La verdad sobre sus poderes se extinguió en medio de todos los rumores creados por las brujas y duendes que habitaban el lugar. Unos decían que servía para volverte inmortal, otros que te convertía en el ser más poderoso y temido de todos los tiempos; mientras que los más optimistas pensaban que esta rosa cumplía cualquier deseo, hasta los imposibles.

Cassandra llevaba una larga túnica negra, un par de botas que le permitirían cruzar el río y, por su puesto, su grillo de la suerte. Ella era del tipo de bruja que estaba dispuesta a descubrir la verdad de todo, costara lo que costara. Por ello, ahora se encontraba cruzando el río salvaje hacia la tierra Rosie, lugar donde fue vista por última vez la codiciada flor.

Justo poco antes de llegar a la orilla, su túnica se trabó en una de las piedras y, al agacharse, su sombrero puntiagudo fue quitado violentamente de su cabeza por la corriente del río. Cassandra se enfureció tanto que subió a la orilla y, de inmediato, lanzó un hechizo contra aquellas aguas cristalinas que pronto se congelaron. Todos sabían lo mucho que el río odiaba que le quitasen su movimiento, pero a la bruja no le importó.

Luego de soltar ruidosas carcajadas, sacó un viejo mapa de su bolsillo y empezó a contar sus pasos con determinación. A veces jalaba su pierna un poco más de lo normal, pues el mapa indicaba "paso corto, paso medio y paso largo". Cuando finalmente llegó frente a un gran árbol de hojas que brillaban tanto como la plata, dio grandes saltos de alegría alredor de él, festejo aplaudiendo y bailando rítmicamente.

Después, sacó una de las hojas del gran árbol y la olfateó cuidadosamente con su enorme nariz de sabueso. Los cuencos de sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría, pues estaba segura de que la rosa negra pronto sería suya. Observó su mapa de nuevo y sorprendentemente empezó a caminar como una araña, brazos y piernas extendidas en el suelo. Poco a poco cobró agilidad, tanto así, que le gustaba ponerse con el torso hacia arriba para darle un mayor impacto a su movimiento.

Los animales del bosque empezaron a huir de ella y hacían bien, pues la bruja estaba a la cacería de diez especies. Poco a poco fueron cayendo en sus garras, conejos, patos, pájaros, venados, cerdos y un león al que tuvo que hechizar antes de degollarlo con su inseparable daga de acero. Para completar su colección, aplastó al grillo de la suerte.

Amontonó los cuerpos a los pies del gran árbol, que encontró al principio, y en cada uno hizo cortes en los que incrustó las hojas de plata del árbol.

Sacó su mapa y leyó en voz alta un antiguo hechizo, finalizó diciendo «...y aquí te entrego todo cuanto se necesita para la aparición de la rosa negra».

El cielo empezó a tornarse oscuro y relámpagos se abrieron paso en medio de aquella imperturbable penumbra. Las hojas del árbol empezaron a agitarse y desprenderse hasta que, finalmente, no quedó ni una sola de ellas.

La bruja Cassandra se encontraba en medio del éxtasis que representaba el convertirse pronto en el ser más poderoso, levantaba sus brazos al cielo y por las ranuras de su boca aún se veían las manchas de sangre que dejaron sus víctimas al ser cazadas.

Entonces ocurrió que todos los cuerpos levitaron al ritmo del viento y eso incluyó al de la bruja; un remolino los envolvió y cuando la tranquilidad retornó al lugar, solo quedó la rosa negra...

Flor que quizá jamás sería encontrada, porque el terco río decidió elevarse y formar una gran muralla de hielo, nunca más nadie podría atravesar esa mitad del bosque, ni beber las aguas de sus manantiales. Sin embargo, es probable que pronto la rosa vuelva a ser creada por algún intrépido brujo, cuyo destino escrito sea desaparecer, así como el de aquellos que buscan el poder sin saber que probablemente esa sea su perdición.   

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