El problema del sombrero (Alfredo Rodriguez)

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Hay cuentos que quedan inconclusos y que se prestan, por lo tanto, a las especulaciones y a las discusiones más inverosímiles. En Tanzania, en la inmensidad de la sabana que se extiende a los pies del Ol Doinyo Lengai, ese imponente volcán que los Masai conocen como La Montaña de Dios, Mwana y Nirú, dos enormes babuinos, protagonizan uno de esos debates.

—Fijate Nirú, es una falacia que una serpiente se pueda comer un elefante. Por eso nadie le creyó nada a ese niño que dibujó tal irracionalidad en el cuento de El Principito. Es imposible—.

—No para la fértil imaginación de un niño, estimado Mwana. ¿Por qué no podés aceptar que aquella obra de arte representaba efectivamente a un paquidermo dentro de un ofidio? Son muchos los casos que se conocen de serpientes que han engullido animales mayores—, respondió el babuino más flaco con increíble serenidad.

—Porque simplemente es imposible—, replicó el primer primate, a tiempo de tomar un palo con el cual intentó dibujar algunas figuras sobre las cenizas que arrojó el volcán el año pasado.

—Mirá, el asunto no es tan complicado. Es verdad, las boas suelen comer otros animales más grandes que ellas después de enroscarlos y triturarlos. Pero ¿un elefante? Tendría que ser un tremendo viborón—, sentenció Mwana, mientras trataba de dibujar a la boa y al elefante de tamaño natural. Es imposible, recalcó.

Nirú calló por algunos segundos, pero luego recordó una leyenda sobre enormes boas amazónicas en cuyos anillos y fauces sucumbieron hasta algunos seres humanos. No llegó, sin embargo a exponer sus ideas. Apenas dijo la palabra "amazónica" y Mwana lo frenó en seco.

—Es cierto, las boas de América son la más grandes de todas, especialmente la que llaman constrictor o boyé; pero prestá atención monito, esas serpientes tienen su hábitat en ese continente mientras que los elefantes viven acá, en la sabana y otros en Asia. ¿Cómo se encontraron?, ¿viajó hasta acá la boa?, ¿o el elefantazo debió visitar el nuevo mundo?—

Nirú asintió por primera vez, pero otra vez se quedó sin hablar pues su amigo volvió a atacar con nuevos argumentos.

—Otra muestra de que eso era solo un sombrero y no un elefante dentro de una serpiente es que ninguna víbora de esas, por más hambrienta que esté, se haya podido tragar esos colmillos sin lastimarse, ¡sin que le dé una gastritis por lo menos! Claro, a no ser que se hubiera tragado un paquidermo asiático o que un traficante de marfil se le haya adelantado. ¿No te parece demasiado raro todo esto, querido amigo?—

Nirú imaginaba todo ello, mientras su amigo continuaba garabateando con su palo el terreno que pisaban ambos.

—Finalmente, te voy a exponer la razón más poderosa para que te convenzas de que el dibujo del aviador aquel no era más que un burdo sombrero y nada más. Fijate vos que al terminar su digestión de varios meses, la serpiente tendría que ir al baño, ¿te imaginás la tremenda pieza que debería expulsar cuando le toque hacer del cuerpo?, ¿no te has puesto a pensar en el dolor que aquel acto fisiológico le podría ocasionar?, ¿no te parece que así como abrió la boca para tragárselo, también tendría que abrir del mismo tamaño el..."—

Mwana estaba por hacer otro dibujo más, uno para nada agradable, pero su amigo lo detuvo para pedirle que no prosiga.

—Está bien, dejémoslo ahí, que sea un sombrero nomás—, dijo Nirú mientras agradecía a la sabana y sus escasos árboles por las frutas que le brindaba para su alimentación.

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