La razón de la noche (Isabel Calvimontes Ayala)

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La noche era blanca, blanca como el día, ¿Podrías imaginarlo? ¿Tener dos días?, enloquecería a cualquier hombre vivo.

La noche era blanca inmaculada, inclusive más blanca que el día, era tan brillante que enceguecía, tan pura y tan cerca de la luz, tan alta era que el mismo día se sentía celoso y todos saben que cuando se esta tan alto tan fácil es caer. Solo bastó un empujón, el día empujó a la noche y esta cayó al abismo de la oscuridad, el veneno de la penumbra la manchó y así lloró cubriéndose a sí misma de lágrimas blancas y puras; lágrimas del corazón que enamorarían a quien las viese y miró al día con su blanco ojo la luna, y este supo su dolor.

El día comprendió de inmediato su error, la buscó, ella huyó con el corazón destrozado y hartado de rencor. Desde entonces es fría y cruel y se dio a los hombres el manto del sueño para que no fueran capaces de sentir su furia. El día la persigue emanando calidez para pedir su perdón. La razón por la que este hilo no se rompe es porque ni la noche es tan oscura ni el día tan claro.

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