Narra Paulina
Y aquí estoy con Pablo Evans en mi despacho, el chico que quise mucho cuando éramos jóvenes, pero ahora ese niño dulce, atento y amoroso no queda nada, dejando a un hombre mujeriego, autoritario y narciso. Sin duda, son muchos defectos juntos — pensé mientras miraba atentamente a Pablo.
— Si me vas a mirar, mírame con amor, con mucho amor — dijo pícaro—.
— Pfff ¿No lo dije yo? — Dije rodando los ojos— Muy pícaro para mi gusto. Ahora — continúe— Si no es mucho pedir, ¿Podría retirarse? — Dije sosteniendo la puerta— Tengo mucho trabajo que hacer.
Se levanta suspirando
— Lo sé, lo entiendo. Mi belleza te distrae, así que me marcharé — dijo— Pero no te preocupes, estoy en mi habitación. Las puertas de la casa del lobo estarán abiertas para que la Caperucita —dice acariciando mi bata al estar en frente a mí, para después acercarse a mi oído y susurrarme — Puede entrar sin ningún problema.
Comienza a dar pasos lentos y dice
— Claro está, no respondo si te enamoras perdidamente de mí, sólo quiero aclararte después que lo hagas no intentes acosarme, sé que soy muy deseable y difícil de tener mucho tiempo lejos, pero aguanta las ganas — suspira dramáticamente, mientras yo invoco toda la paciencia que mi ser posee — Adiós mi bella medicina —dice al momento de casi desaparecer de mi campo visual.
— Dios mío — digo con pesadez mientras me siento en mi silla— ¿Cómo podré aguantar a este hombre tanto tiempo, sin estresarme por sus comentarios inapropiados? Ya no puedo hacer más, este será un paciente muy complicado.
(...)
Todavía no entiendo como yo, que soy una neurocirujana y que a su vez durante mi trabajo me toca asistir a diversas entrevistas donde explicó problemas de salud y demás, ahora estoy aquí siendo la doctora-enfermera personal de este narciso. Y es que claro, todas las cosas que tenía que hacer durante lo que va del mes, fueron canceladas, gracias ¿A quién? Al magnate Pablo Evans, aunque va a consignarme el dinero que iba a ganarme con todo lo cancelado, la idea de tener que cuidarlo no me parece buena.
Siento que va a recalcarme el poder que tiene y es que claro, con el poder que tiene en el hospital y ciudad, tiene uno que cumplir sus caprichos y estupideces. Como yo ahora, más de ocho años estudiando para estar aquí dándole la comida en la boca a Pablo y no es porque no pueda comer sólo por algún tipo de molestia, sino que no le da la gana de comer y me ordenó que se la diera.
— ¿En qué piensas tanto mi pequeña medicina? —Me mira ladeando la cabeza-.
Maldición, aquí viene ese apodo —pensé.
— En todo lo que ha comido a pesar de haber recalcado que no quería comer — sonreí falsamente.
— Una cosa es la comida de este horrible hospital y otra es la comida del mejor restaurante de la ciudad —dijo señalando la comida que se encontraba en la repisa de la habitación.
Como el señor es tan fastidioso y no sabía que deseaba comer, mandó a traer todo tipo de comida de los mejores restaurantes de la ciudad para decidirse por un plato típico de México.
— ¿Recuerdas cuando de chicos mi abuela nos hacía esta comida y nosotros brincamos de la felicidad comiendo felices juntos? — pregunto recalcando el juntos.
Momentos felices pasaron por mi mente, definitivamente esos días eran felices.
— Sí, los recuerdo —por primera vez, estando cerca de él sonrió de verdad.
— ¿Por qué no podemos ser como antes tú y yo? — me toma de la mano cariñosamente, posando un casto beso en ella — Siendo felices juntos.
Su tacto intimo me hace sentir incomoda por lo que inmediatamente le quite la mano.
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Ella es mi Medicina
Fiksi PenggemarPaulina y Pablo eran dos niños de México que se querían mucho, pero por cosas del destino Paulina y su familia tuvo que irse a Estados Unidos, cuando Paulina tenía 8 años y Pablo 10. Desde ese momento perdieron comunicación y aunque no se vieron más...