Trampa (editada)

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— Ahora estamos peor que al principio —dijo Aidan rompiendo el silencio— de ella no sabemos nada. No después de que hizo su fraude.

— Pero como no tenemos ninguna mala noticia de ella, eso quiere decir que esta viva —comenta Estiben—.

— Si, lo único que tenemos que hacer es infiltrarnos en la base de testigos protegidos — Dice Aidan como si hubiera descubierto algo magnífico—.

— Bájale tres rayitas a tu emoción —Dice Javier acercándose a sus amigos—.

— ¿Que hacen aquí? —pregunta Pablo al ver a Javier y Fred allí—.

— Bueno, ya solucionamos todo lo que teníamos allá —comenta Javier — y pensamos que nos necesitaban aquí. Seis cabezas piensan más que cuatro.

Los chicos asintieron.

— Como sea, la cuestión es que tu idea no sirve de nada —comenta Fred—. Pablo, Javier y yo nos encargamos hace mucho tiempo de hacker la cuenta del FBI, buscamos la lista de los testigos protegidos pero lo que encontramos después de varios códigos encriptados. Fue que ella desapareció dos meses después de la captura de Pablo. No culparon a Pablo porque él se encontraba encerrado y sin ningún recurso.

— Trataron mucho tiempo de encontrarla, ya que era su responsabilidad tenerla bajo vigilancia, debido a su condición —continúa Javier— pero es como si la hubiera tragado la tierra.

— Que misterio —Dice Aidan y los demás asienten—.

Un timbre de teléfono suena en el lugar. Los chicos se miran entre sí sabiendo que ese tono no era de sus teléfonos.

Ingresan al cuarto de juegos, encontrando la razón del timbre.

Al abrir el mensaje del teléfono de Joseph, lee el mensaje.

»Ya no me sirves. T.W.«

Inmediatamente marca al número privado que allí se encuentra.

Después de varios intentos de llamar, logra hacer que el contesten.

— ¿Quien eres? —es lo primero que Pablo dice al quitarle el teléfono a Estiben quien hacía señal de que ya le habían contestado—.

— Mmmmm, tu pesadilla —Dice la voz robótica—.

Aidan y Harry quienes ya se habían anticipado a su respuesta intentaban llegar al lugar de donde se efectuaba la llamada.

— Hazlo que hable más tiempo —Dice Harry mientras Aidan intenta conseguir la ubicación—

Pablo asiente.

— Tengo múltiples personas que quieren siquiera ser un simple sueño de tres segundos —comenta Pablo — así que tu respuesta no es nada novedosa.

— No has cambiado, Pablo — me dijeron que te habías vuelto más.... sumiso al encontrarte con tu primer amor —comenta la voz robótica— pero a juzgar por tu comentario, veo que es una falsa alarma.

— Tu repuesta me hace pensar dos cosas. Uno, que tienes informantes cerca de mi que te informan muy bien pero tu no les crees o dos tus informantes son un correo de brujas* poco confiable y no sabes que tan cierta sea su información —comenta Pablo— así que te recomiendo que cambies de táctica. Tu forma de atacarme apesta. Tus peones son un asco en su trabajo.

— ¿Seguro? —comenta la voz robótica— ¿Entonces porque si mis peones son tan malos, no sabes quién soy?

— Porque a pesar de todo eres un haz en esconderse —comenta Pablo — sabes como operar sin que estés involucrada directamente en las cosas.

— Mmmmm me encanta que mi contrincante conozca de mis habilidades —comenta divertido — así la lucha se vuelve más... interesante.

— Lo tenemos —Dice Aidan—

— A mí también me gusta saber a quien me enfrento —Dice Pablo— T.W.

Se escucha una pequeña risa robótica.

— ¿Sabes? Me gustaría preguntarte algo —Dice Pablo ingresando al auto junto con sus amigos, dejando a sus hombres al cuidado de los prisioneros—.

— Adelante —comenta la voz robótica — no estás en condiciones de preguntar pero, como recompensa por todo lo que pasaste, estas pasando y pasarás y te lo permitiré.

— Ok, —Dice Pablo— ¿Cómo quieres que te llame? ¿La diosa o Ximena? Ya sabes, por los viejos tiempos —comenta Pablo —.

— ¿Que te hace pensar que soy esa persona? —comenta la voz robótica—.

— No se, tal vez el sonido peculiar que produce la pulsera que te di —Dice Pablo seguro— me sorprende que aún la conserves. Pero gracias por ayudarme a identificarte.

— Maldición —dijo una voz masculina muy conocida antes de colgar—.

— ¿Que pasó? —pregunta Javier—.

— Ximena no opera sola —comenta Pablo — necesito que me averigües dónde está José en estos momentos —le Dice a Fred quién asiente y toma una Tablet—.

— ¿Como vamos? —pregunta a Aidan quien es quien conduce—.

— Ya casi llegamos —comenta mientras conduce a toda velocidad—.

Bastaron cinco minutos conduciendo a toda velocidad para llegar al lugar del que se había emitido la señal, un lugar en el que se encontraba una cabaña vieja y deshabitada, aislada de cualquier casa entre los últimos 10 km.

Los primeros en bajar y revisar el área fueron los hombres de Pablo, tardaron poco para que estos le dieran la señal de que podían ingresar.

Los chicos corrieron con la esperanza de encontrar a Ximena y las chicas. Sin embargo, la realidad era otra.

Lo único que se encontraron fueron dos teléfonos enfrente de otro.

Tomaron ambos teléfonos con mucho cuidado. Encontrando un mensaje de voz en uno de los teléfonos.

— Buena suerte encontrándome —Dice la voz de Ximena —.

— ¡Maldición! —gritó Pablo enojado—.

— La muy maldita no me había contestado directamente —comenta Pablo — para que no la pudiéramos rastrear.

— Sí, es muy inteligente —comenta Aidan frustrado—.

— Claro, recuerden que es la misma que acabo con Pablo en el pasado —comenta Fred—.

— Y lo logrará de nuevo si no nos damos prisa en encontrarla —comenta Estiben—.

— Un momento —Dice Javier — si sabía que la íbamos a rastrear hasta aquí, eso quiere decir que contestó la llamada por algo.

— Y ese algo era que quería que saliéramos de nuestra base —Dice Aidan abriendo los ojos como plato—.

— Maldición —dicen al unísono ingresando todos a los autos—.

Durante el trayecto llamaron incansablemente a los hombres que habían quedado para vigilar a Joseph y Daniela pero estos no contestaban.

— Esto es una mala señal —Dice Harry—.

Minutos después de conducir, llegar a su base. Entran corriendo detrás de los guardaespaldas. Con la esperanza de que no contestaban por que estaban distraídos en algo y no por algo peor.

Sin embargo, esa idea quedó descartada al ver a varios hombres tendidos en el suelo con charcos de sangre a su alrededor.

Todos estaban muertos.

Daniela tenía un tiro en su frente, Joseph en el lado de su corazón.

En ambos cuerpos se encontraban dos notas.

»Ya no me sirven, Ximena«

Pablo estrella ambos teléfonos de la rabia.

— Maldición —Dice enojado—.

Ella es mi MedicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora