Capítulo: 23

53 8 2
                                    

Una semana desde que la operación de Nazareno fue realizada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una semana desde que la operación de Nazareno fue realizada.

Todo salió más que bien, gracias al cielo. Estamos preparando las cosas para irnos de una vez por todas de la Clínica San Eduardo. Creo que el olor a hospital ya se ha impregnado en mi piel.

Luego de más de un mes podíamos decir que mi Dulce Poeta salió victorioso de un roce con la muerte. Y no exagero.

─Princesa irás conmigo a casa ¿verdad? ─ era la vez número diez que me lo preguntaba. No sé por qué tanto alboroto si le dije que lo acompañaría un par de horas para luego ir a mi hogar a estudiar. He descuidado mucho mis estudios por pasar tanto tiempo fuera de mi hogar. Por pasar tanto tiempo con Nazareno. Y no es que esté culpándolo pero es la realidad. Lo paso tan terriblemente bien con mi poeta que no me dan ganas de separarme de él y ponerme a estudiar.

─Si, Naza, si. Ya estoy dudando si tu cabeza quedó bien...estás dele y dele decir lo mismo.

─ ¿Decir qué? Si es la primera vez que pregunto.─ lo miré y vi esa cara sobreactuada de confusión.

─Que te quieres casar conmigo...─ le dije calmada ignorando su intento de hacerme creer que ya perdió la memoria.

─Si, sí, eso algún día...─ dijo cerrando el estuche de su laptop y mirándome con suficiencia.

─Tonto poeta...─Murmuré.

Lo cual fue un error. No puedo llamarlo tonto, ni idiota, ni ningún tipo de insulto. Tuvimos una discusión al respecto. Dice que cuando se pierde el respeto en la pareja, ya sea jugando, se pierde todo. Qué cómo una bola de nieve una cosa lleva a la otra y terminamos hiriéndonos. No quise discutirle nada así que acepté.

─ ¿Cómo me llamaste?─ dijo alto y claro. Yo sólo cerré los ojos maldiciendo por dentro. La pena por insultar al otro es cantar y bailar. Es decir yo canto. Y si él comete la infracción debe bailar la música que yo ponga. En el momento me pareció gracioso verlo bailar pero ahora que lo pienso no fue buena idea.

Encima, como bien tonta que yo soy, lo juré por la garrita.

¡POR LA GARRITA!

Es como realizar un juramento inquebrantable. Su meñique y el mío se entrelazaron. No hay forma que rompa ésta promesa. No hay forma.

─Yo...no dije nada ¿Ya empacaste todo?

─Tú armaste mi valija porque yo estoy "enfermo" según tú. Así qué tú dime...─ me miraba ceñudo. No va a dejármelo pasar. Tendré que confesar.

─Yo...si ya está todo.

─ ¿Y...?─ esperaba mi confesión. Me sentía como cuando mi padre me obligaba a pedirle perdón a mi amiga Tania.

─Perdón, se me escapó. Supéralo.─ le dije sonriendo y volviendo a mi tarea rogando al cielo que lo olvidara. Pero no lo hizo el muy...

─Cumple la promesa ¿acaso la garrita no significa nada para ti?

DULCE POETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora