Capítulo: 6

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Mierda

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Mierda.

Jamás le contesté a Hans, observo el reloj sobre una de las paredes verdes del lugar, 9 am, ya hace una hora estoy sirviendo el desayuno a los clientes del Liberty. Uno que otro cliente nuevo en el lugar, lanzándole piropos a mi compañera, que es una, dicho sea de paso, bomba sexy andando.

Esta mañana me desperté por el lacónico sonido que emitió mi celular al intentar despertarme con la alarma, para luego apagarse.

Tardé unos minutos en espabilarme, que difícil es tener que trabajar después de un día de estar vagabundeando en mi casa. Todo sea por León. Su improvisada visita me había dejado preocupada a decir verdad, no tenía ni el número de mi amigo...de León.

Salí de mi cama descalza, no conocía la ubicación exacta de mis exóticas pantuflas, tomé mi ropa de trabajo y me dirigí a higienizarme. Ya bañada, peinada y con los dientes limpios salí en busca de mi bolso y mi celular. ¿Recuerdan que les dije que mi celular se apagó? Pues fue en ese momento recién que analicé ese pequeño detalle, justo minutos antes de partir. El aparatico quedó mal conectado y no cargó ni una milésima en toda la maldita noche. El sueño hace desastres con mi cerebro, sepan entenderme.

Y así es que me encuentro sirviendo café con medialunas con un celular muerto, sin noticias de mi amigo y un cansancio terrible. Sin hablar de mi lado paranoico, ese que está pendiente de la puerta de entrada del Liberty esperando que un joven de ojos increíbles, que recientemente perdió un negro cuaderno, la atraviese.

El poeta raro, sólo lo vi una vez, en realidad dos, una aquí y una en el parque. ¿Que será de ti?

─Deya, vigila la caja un segundo...tengo que hacer un par de arreglos en los horarios así logramos cubrir los turnos de León. ─Mi jefa, Patri, hace que saque mis tercos ojos de la delantera de la cafetería, lleva consigo un cuaderno y lapicero.

─ ¿Él llamó? ¿Sabe algo? ─ Que sean buenas noticias Dios...

─Sí, me informó que su padre entro en coma, deben esperar si evoluciona...ojalá lo haga, el chico sonaba mal...─ si bien Patri no es muy sensible que digamos, se la veía sincera al desear que el papá de Leo se mejorara.

─Yo también deseo que mejore pronto...─ en verdad lo deseaba, por el bien del corazón de mi compañero─ Ve tranquila, yo me encargo...─ dicho eso, cada una retomó sus actividades, sería un extraño día. Todos estábamos preocupados por lo sucedido a León. Si bien no somos todos mejores amigos, si somos compañeros y humanos, pasamos gran tiempo juntos, nos conocemos, no podemos evitar sentir pena por una cosa así.

Aunque mi lazo con León era más fuerte que con cualquiera aquí, él fue el que se acercó más a mi desde el principio, desde que comencé a trabajar aquí. Lo llamaría, conseguiría su número, sino fuese porque mi estúpido celular está muerto dentro de mi bolso. Pensaba cargarlo aquí, pero olvide el cargador sobre el sofá al salir de casa. 

DULCE POETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora