Capítulo 43

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Se me sale

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Se me sale.

Sí, se me sale definitivamente...

Mi corazón se me sale del pecho de tanta alegría, por primera vez en tanto tiempo me sentía verdaderamente feliz y en paz. La tranquilidad me desborda. Y la situación en realidad es absurda, estoy sentado incómodamente en un sofá, con el brazo totalmente dormido porque ella se durmió en él y no quiero despertarla, viendo una película que odio, pero todo eso importa nada, porque ella está acá, sentada a mi lado, dormida, tranquila, después de tantos meses de sólo soñarlo, convencido de que jamás me perdonaría, acá estoy con ella, feliz. Aunque sea un instante.

Recibí unos mensajes de mi madre diciendo que me necesitan, ella y papá, según entendí debo venderle el bar a un tipo, un tal Dionisio no sé qué...otro tipo con asuntos extraños. En realidad debo llevar los papeles y cerrar el trato o algo así...son las derivaciones del pasado oscuro de mi padre.

La película terminó hace un rato y Deya sigue dormida, para nuestra mala suerte el café que tomé desea salir y ya no aguanto más tiempo. Me muevo lentamente intentando acomodarla en el sillón pero ella empieza a quejarse dormida, respiro, lo vuelvo a intentar y esta vez se despierta sobresaltada, mira alrededor, luego el televisor, y al final me mira a mí y su cuerpo recostado contra el mío. Se endereza confundida y suspira.

─Disculpa por despertarte, necesito ir al baño...─ cómo puedo me levanto con el brazo hormigueándome horrible por el adormecimiento.

─Ve...no pasa nada.─ y vuelve a bostezar pero se pone de pie arreglando su ropa. ─No debí dormirme.

─No importa, ya vengo ¿sí?─ asiente aún dormida frotando su ojo izquierdo con una mano y se ve tan hermosa que dan ganas de abrazarla y no soltarla más.

Al lavarme las manos, encontré cosas que me sorprendieron y a la vez entristecieron, para luego llevarme a la rabia conmigo mismo por haberme marchado tantos meses. Había dos cepillos de dientes, uno azul y uno rosa, una máquina de afeitar masculina, crema post afeitado... esos simples objetos de higiene personal me dicen básicamente que el rubio ha estado viviendo aquí. Mierda... iban enserio y yo llegué a arruinarlo. Bueno, en parte al parecer el tipo lo truncó todo al ponerle las manos encima a Deyamira, de sólo acordarme me hierve la sangre. Enserio juro que voy a romperle la cara si lo veo.

Luego de lavarme la cara con agua helada para sacarme todo esos pensamientos negativos y deprimentes salí del baño en busca de Deya. No estaba por ningún lado.

Revisé la cocina y su habitación, no estaba.

─ ¿Deya?─ la llamé un par de veces pero ni vestigio de su presencia.

Me senté unos segundos en el sofá, pensé brevemente y busqué mi celular para marcarle. Sonó una vez, dos veces, tres veces....cuando creí que me daría al buzón atendió.

─ ¿Naza?

─Sí, soy yo ¿Dónde estás?

─Abajo...ya subo. ─ Y me colgó.

DULCE POETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora