Capítulo: 30

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Mi cuerpo aún temblaba de los nervios de todo lo acontecido en la casa de Deya

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Mi cuerpo aún temblaba de los nervios de todo lo acontecido en la casa de Deya. Sin hablar de los nervios que sentí al quedarnos solos solin solitos.

─ ¿Algo más guapo?─ la rubia que me atendía me miró de forma algo incómoda.

Atrás mujer pecaminosa, mi corazón tiene dueña.

─No, nada más.─ le di el dinero suficiente. Y la vi caminar tras el mostrador a la caja contoneando sus caderas, todo un caso.

No veía la hora de volver a su lado y conversar con ella, así como verla sonreír por alguna cosa, jamás me había dado cuenta de lo mucho que amo verla sonreír hasta que la vi llorar, hasta que se rompió en mis brazos.

De todas formas creo que esto podría salir bien, es decir, Deyamira no me echó, me escucho y sobre todo sonrió levemente al ver el video y me dijo que me quería aún ¡Me quiere! Pero, porque siempre hay un pero, su mirada al decirlo era de todo menos bonita. Podría jurar que creí que saldrían cuchillas asesinas y descuartizarían mi escultural y sexy cuerpito en muchas asquerosas partes. Pero gracias al cielo eso no pasó, sería tragicómico, me imagino el titular "Asesinado por su ex, lo cortó con la indiferencia".

Lo único de lo que estaba más que seguro es que será difícil recobrar su confianza y fe en mí, y lo entendía, mierda, ya que ella me hablase era un milagro. Y me hacía feliz.

Ya compré su helado y por las dudas compré dos kilos pues uno nunca sabe, y medio kilo más de dulce de leche con salsa de dulce de leche. Exqui-si-to.

Volviendo al tema que nos compete...creo que Deya podría perdonarme. Es una buena posibilidad...no sé qué haría si no.

Caminaba lo más feliz por la acera mirando a un chico, me faltaba silbar y dar brincos como niña nomas, el chico estaba varios metros delante de mí, rebuscaba en su mochila ante el sonido insistente de un móvil. Reí un poco al verlo casi caerse en las maniobras sacando sus cosas. Seguí caminando y unos metros más adelante una adolescente buscaba en su cartera, algo ofuscada. Di dos torpes pasos más y sentí la vibración en mi trasero. Era yo el del móvil sonando ¡pobre gente!

¿Por qué nadie me lo dijo? ¡Debí parecer un imbécil!

Saqué el aparato y revise, eran votos y comentarios desmedidos en Wattpad los causantes de tanto ruiderío. Todo el mundo escribía en el último poema y yo no entendía nada, dejé los helados sobre un pequeño cantero frente a una casa y comencé a revisar las notificaciones. Tuve que aumentar el brillo del móvil porque no veía nada. Fue difícil dar con el primer comentario pero al ver el usuario al cuál todos respondían mi corazón se empezó a acelerar un poco pues era ese nombre, Julieta, el mismo por el cuál Rosalía, de broma, llamaba a mi bella Deya. Logré al fin llegar al primer comentario y pues si no hubiese tenido la pared a mi espalda, me caía de llenó en la acera. Releí el mensaje por si acaso.

DULCE POETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora